Nuevo libro «Diaconía en las parras de Chile», del diácono Miguel Ángel Herrera Parra V

Cuando tu rabia se pase

Cuando tu rabia se pase, tu enojo con todos,
te altere y desfase, con mil electrodos.
Cuando tu desesperanza, te arrastre en el lodo,
cuando tu desconfianza, te aleje de todo, de todo.
Cuando tu odio se apropie, de tu alma extraviada,
cuando lo amargo te arroje, a una cruel llamarada.
Cuando ya no puedas respirar, cuando ya no puedas sonreír,
cuando ya no puedas soñar, cuando ya no puedas creer.
Entonces, y solo entonces,
verás una fiel lucecita,
que se acercará a ti, muy feliz,
y te besará el que resucita.

Y al final, te quedarás con él,
con su amor y con su perdón,
y te marcharás con él,
con su vida y su redención.

Y serás feliz, feliz,
contenta y dichosa,
bienaventurada y victoriosa,
junto a Dios, ¡serás muy feliz!.

Tu esperanza no es venganza

Que tu gran ilusión, no sea una maldición,
que tus ganas de aportar, no sean ganas de abortar,
que tu ansiada bendición, no sea desilusión,
que tu intento de abordar, no sea el de maltratar.

Que tu silencio acallado, no sea un cruel huracán,
que tu orgullo dominado, no explote como un volcán,
que tu territorio amado, no se torne en basural,
que tu corazón tentado, no se llene de ese mal.

Que tu larga esclavitud, no se cambie en dictadura,
que tu gastada virtud, no se torne en atadura,
y que tu nueva altitud, no se cambie en amargura,
que tu pronta gratitud, no se torne en domadura.

Que tu próximo destello, no se cambie en atropello,
que tu anunciada confianza, no se venda en la balanza,
que acercarte al poder bello, no te hagan ser plebeyo,
que tu probada templanza, no busque nueva alabanza.

Un diálogo sobre una muerte

Su hermana está descansando, luchó, y pudo descubrir,
que, hoy Jesús la está cuidando, en el cielo, y sin sufrir.
Eso es lo que cree usted, no hay consuelo en esta hora,
y nadie sacia mi sed, mi hermana está muerta ahora.
Su hermana, muerta no está, tiene Vida en abundancia,
y siempre acompañará, a su familia, su fragancia.
Nadie entiende mi dolor, nadie me puede calmar,
si Dios, que es “puro amor”, ¿por qué la quiso llevar?
Su hermana no le ha dejado, vive en otra dimensión,
y caminará a su lado, le ayudará en su misión.
Nunca estuve preparada, para esta separación,
no tengo a mi hermana amada, no existe resignación.
Su hermana quería esta vida, y no quería partir,
hasta que entregó su vida, por ustedes, quiso ir.

Por ahora, no comprendo, este dolor tan inmenso,
a mi hermana estoy pidiendo, me ayude del cielo intenso.

Oro y plata, no tenemos, lo que tenemos, te lo damos,
en nombre de Jesús, andemos, en su fe, sí nos sanamos.

Fea fealdad

En este último tiempo, en medio de mi ciudad,
ha arreciado como el viento, una triste fealdad,
de jóvenes, cual tormento, que rechazan su beldad,
y que adoran, sin lamento, una moda de ruindad.
Y lucen monstruosidades, cultivan descortesía,
y deforman sus bondades, y aparentan villanía,
y afean sus dignidades, desaliñan su hidalguía,
menosprecian facultades, desdeñan sana alegría.
Con tiranas vestimentas, desproporcionan su vida,
con ropajes de vileza, con tatuajes insultantes,
con mil palabras soeces, con torpezas evitables,
y desairan las vergüenzas, y potencias las bajezas.
Provocan indignidad, con su fealdad combatiente,
la juventud centro urbana, se desfigura insolente,
rasgos de oscura infamia, vulnerable omnipresente,
su belleza descontenta, se escuda entre tanta gente.
Se oculta toda hermosura, en la brutal comisura,
la hazaña de la lindura, hoy tortura a la ternura,
fealdad de sub cultura, que rompe la cortesía,
la muerte de la belleza, nos golpea, cada día.
Fea, es la fealdad, que destruye su bondad,
que ampara mediocridad, que hace lucir la maldad.

Para estudiar

Para poder estudiar,
mirarás esa ventana,
para así, escudriñar,
cómo nace una mañana.
Negro, al comienzo verás, en la quietud de la noche,
no te sentirás capaz, pensarás que es un derroche.
El esfuerzo de estudiar,
un ramo o asignatura,
sólo podrás compensar,
cuando mires, en la altura.
No desahucies los caminos,
para poder aprender,
que aburren, o entretenidos,
más, aumentan tu saber.
Siempre el inicio es oscuro,
y, al medio, es un poco más,
pero, avanzando, es seguro,
que todo comprenderás.
Para estudiar, lo que importa, es tu fuerte decisión,
que, el tedio, sí se soporta,
si sientes tu vocación.
Para estudiar es preciso, caminar en bendición,
de Aquel que siempre te quiso, y te brinda inspiración.
¿Por qué se hiere la Iglesia?
¿Por qué la gente se calla, por qué la gente no grita,
por qué el abuso se ampara, la bondad se dinamita?
¿Por qué se olvidan los fallos, los engaños y mentiras,
por qué se cortan los tallos, de la justicia, en mil tiras?
¿Por qué se espera el final, sin hacer ningún esfuerzo,
se anhela el tiro fatal, al amor del universo?
¿Por qué ya no hay valientes, en el clero y en los fieles,
que anuncien en los frentes y denuncien los burdeles?
¿Por qué se culpa a la víctima, de todos sus sufrimientos,
se crucifica en la cima, a los que sufren tormentos?
¿Por qué ya nadie se quema, por la auténtica justicia,
por qué callar es el lema, frente a esa vasta inmundicia?

¿Por qué la esperanza muere, y la caridad se espanta,
y el fiel amor se demuele, y de paz ya no se canta?
¿Por qué nadie reconoce, su no verdad, encubierta,
y al cobarde que conoce, aquella denuncia cierta?

¿Por qué se espera la muerte, mientras andamos la vida,
y la gente se queda inerte, en esta espantosa huida?
¿Por qué se engaña a los niños, con una fábula falsa,
con pervertidos cariños, con la ilusión que se cansa?

En el preciso momento

En el preciso momento, que dejaron de sentirse,
parte del mismo lamento, del Pueblo de Dios, hoy triste.
En el momento preciso, que ellos se declararon,
“ovejitas” de otro piso, y, orgullosas, se desviaron.
Y el olor de ser ovejas, lo escondieron con incienso,
ya no escucharon las quejas, por aquel abuso inmenso.
Y balconearon la vida, se elevaron de esta tierra,
y provocaron la huida, ante esta terrible guerra.
Y callaron, silenciaron, de su pueblo, los dolores
y evitaron, y desviaron, denuncias de malos olores.
Cuando se sintieron “santos”, se olvidaron de la gente,
y abusaron a unos cuantos, con su poder indolente.
Y ahora, miran a Cristo, el Pastor del gran rebaño,
ahora se acuerdan de Cristo, y ahuyentaron su rebaño.
Las ovejas que abusaron, de sus hermanas pequeñas,
ya que no las respetaron, y se creyeron sus dueñas,
de ser “Pueblo” se olvidaron, las marginaron en peñas,
con discursos, alabaron, las quemaron, con sus leñas.
En el preciso momento, que se vieron “superiores”,
provocaron gran tormento, en hermanas “inferiores”,
en el trágico momento, que olvidaron sus labores,
de no ser sólo “un lamento”,
de ser los buenos pastores.

Nuestra Iglesia implora conversión

Nuestra Iglesia hoy implora, una honda conversión,
nuestra oración, ya lo grita, ¡volver a nuestra misión!.
Cambios profundos y nuevos, y clara reorientación,
confiar en prontos renuevos, para la evangelización.
Cambiar líderes cansados, por pastores, en misión,
y a jerarcas agotados, por laicos, con vocación.
Cambiar el gris, día a día, por carnaval de emoción,
más música de alegría, y salmos de animación.
Renovar secretarías, catequistas transformados,
más jóvenes, con energía, y agentes resucitados.
Menos clericalistas, y menos autoritarios,
menos materialistas, y, mucho más, solidarios.
Menos burocracia y menos mal trato,
que abunde la gracia, y fraterno buen trato.
Menos secretismo, y más amistad,
sin individualismo, y más comunidad.
Más párrocos que conversen, que conozcan a la gente,
que, en sus prédicas conversen, con la cultura emergente.
Menos gerentes y más pastores, entre indigentes, menos patrones,
más apóstoles y profetas, más testigos y santas metas.
Nuestra oración ya lo grita, frente a tanta confusión,
nuestra Iglesia necesita,
una honda conversión.

Una Iglesia herida

Una Iglesia que está herida, por los miles de pecados,
de todos los bautizados, que le aminoran su vida.
Una Iglesia que está herida, por ministros imperfectos,
que le torcieron la vida, a niñas y a niños rectos.
Una Iglesia que está herida, del lado de los sufrientes,
de víctimas inocentes, que no hallaron su acogida.
Una Iglesia que está herida, quiere verdad y justicia,
reparación convenida, y lavar toda inmundicia.
Una Iglesia que está herida, por férreo clericalismo,
que no encentra la salida, al nefasto secretismo.
Una Iglesia que está herida, atrapada en el error,
de los que ocultan la herida, y no sienten el hedor.
Una Iglesia que está herida, tiene la oportunidad,
de salir fortalecida, con más credibilidad.
Una Iglesia que está herida, pues no puede ser neutral,
entre la muerte y la Vida, ya que ama el bien, y no el mal.
Una Iglesia que está herida, por ese abuso brutal,
que la dejó adormecida, y que hoy quiere despertar.
Una Iglesia que está herida, que necesita sanar,
en Jesús, su Pan de Vida, hoy puede resucitar.
Una Iglesia que está herida,
puede mejor comprender,
a la herida y marginada,
humanidad y ¡atender!

El Cuerpo de Cristo y su regeneración

El Cuerpo de Cristo ansía,
pronta regeneración,
nuestra alma y su melodía,
¡queremos su salvación!.
Nuevos rostros, rostros nuevos, y su santa bendición,
con fieles brotes de olivos, sus frutos de redención.
Renovar brazos cansados, por brazos, de su Pasión,
corazones trasplantados, del Sagrado Corazón.
Trocar la odiosa ironía,
por fuego y predicación,
por palabras de alegría,
y salmos de conversión.

Menos fariseos y más pastores,
más diligentes, menos ladrones,
más discípulos profetas,
más testimonios, más conversiones.

Nuestro espíritu lo grita,
en urgente bendición,
el Cuerpo de Cristo invita,
a una santa conversión.

El perspicaz y el suspicaz

El perspicaz

Es una persona que observa,
con muchas habilidades,
que profundiza y conserva,
la ética, en sus modales.
Mira con buena intención,
tiene un múltiple enfoque,
del pensamiento, en la acción,
siempre amplía su horizonte.

No es ingenuo de lo humano,
no se engaña en su visión,
desentraña, con su mano,
con creativa pasión.
Sus ojos van por el mundo,
abriendo otras perspectivas,
tiene un ingenio profundo,
no tiene ideas cautivas.

Es muy agudo y sagaz,
es listo y muy diligente,
es muy despierto y capaz,
clarividente, ocurrente.
Ingenioso, descollante,
es un lince y avispado,
es bien lúcido y brillante,
inteligente, cultivado.

Y por eso, tiene humor,
comparando situaciones,
por la ciencia tiene amor,
no se queda en ilusiones.

El suspicaz

Es persona desconfiada,
el miedo es su argumento,
con su negro pesimismo,
critica en todo momento.
Incurre en destructivismo,
que sospecha de los otros,
enredando el realismo,
ve la amenaza en los otros.

Desconfía de lo humano,
pensar mal es su misión,
malinterpreta la mano,
que le ofrece donación.
Siempre mira muy debajo,
del agua que está estancada,
sospechar es su trabajo,
su creencia es limitada.

Receloso el suspicaz,
es malpensado y rapaz,
malicioso e incapaz,
de irse a dormir en paz.
Es muy astuto y taimado,
como un zorro temeroso,
es celoso y desconfiado,
“todo el mundo es sospechoso”.

Le cuesta mucho el humor,
no se ríe de sí mismo,
desconfía de su amor,
“todo es un espejismo”.

Los estoicos y los epicúreos

Los estoicos son personas,
cuya vida es su misión,
que superan grandes olas,
con lucha y abnegación.
Un gran proyecto persiguen,
que les da un sentido pleno,
y aunque difícil, consiguen,
sentir su corazón lleno.

Sufren en nombre de algo,
con un sentido moral,
de su amor se hacen cargo,
construyen, hasta el final.
Se juegan el todo o nada,
no son mediocres, ni tibios,
luchan contra la manada,
con sus estilos sencillos.

Buscan siempre el Paraíso,
aunque fracasen millones,
su vida es un compromiso,
pese a mil desilusiones.
Son mártires, son testigos,
no abandonan la batalla,
y ofrecen sus buenos trigos,
su dedicación no falla.

Son creyentes, aunque sufran,
catástrofes, terremotos,
sus dolores purifican,
aunque les traten de locos.
“Los últimos son los primeros”,
son héroes, en extinción,
luchadores, verdaderos,
por su clara vocación.

Estoicos del mundo, uníos,
por la santa redención,
con renovados bríos,
por nuestra liberación.

Los epicúreos son sujetos,
gozadores de la vida,
son vivos, y no están muertos,
buscan la pronta salida.
Esta vida es muy precaria,
se fijan pequeñas metas,
tienen alma libertaria,
y no ofrecen sus recetas.

Como la existencia es corta,
buscan el placer ahora,
la crítica no le importa,
ser felices, hora a hora.
Su persona es su universo,
su palabra es su demanda,
le gusta el concreto verso,
y el dinero, hoy, le encanta.

No vive de largos plazos,
va cambiando a cada paso,
no le importan los retazos,
ve siempre vacío el vaso.
Es pacífico y sereno,
casi siempre va sonriente,
no quiere ser mensajero,
ni morir de “combatiente”.

Son buscadores eternos,
se cuidan bien, cada día,
son liberales, muy tiernos,
que priorizan su alegría.
Desprecian a la política,
no se “amargan” la cabeza,
son más de la metafísica,
que les borre la tristeza.

Epicúreos, al carrete,
“que después, no hay otra vida”,
ante el dolor, que arremete,
el goce es nuestra salida.

El viaje

Fuimos hasta el Taj Mahal,
a Bombay y a Calcuta,
y por tren a Pakistán,
en politeísta ruta.
Caminando a Compostela, por la gallega hermosura,
su Catedral, me desvela, a Santiago, con su hondura.
A la bellísima Praga, ciudad mil veces amada,
cualquier camino que haga, nos seduce y anonada.
Por el mítico Beijing, con sus ácidos olores,
la Gran Muralla, hasta el fin, me extasió de sus valores.
Por la indomable Australia,
por Sidney y por Canberra,
y el corazón que me estalla,
por su naturaleza en guerra.
Por la India y por España,
por la China y entre checos,
y Oceanía no me engaña,
descubrí sus recovecos.

Un muy increíble viaje, feliz,
yo lo tuve antenoche,
pues, sin llevar equipaje,
soñé, sin ningún derroche.

El párroco

Pastor fiel, enamorado,
de Jesús, el Buen Maestro,
hombre, por siempre llamado,
a compartir el Pan Nuestro.
Amado, que sabe amar, perdonado, perdonar,
levantado, levantar, liberado, liberar.
Carisma de un ser valiente, que es puente que lleva a Dios,
a una enormidad de gente, que quiere volver a Dios.
No es perfecto, sino amigo,
no patrón, es servidor,
de la maleza, saca buen trigo,
es peregrino y buen cantor.
Es un hombre muy sencillo,
vive en casa de Belén,
y salmodia el estribillo,
camina a Jerusalén.

Conoce a cada persona,
de su gran comunidad,
su vida entera la dona,
por construir la unidad.
Es Pastor, que se ha entregado,
es Jesús, el Buen Maestro.

El joven no lo sabía

Y él mismo no lo sabía, no lo tenía en su mente,
sin sarcasmo, ni ironía, sólo que, era “diferente”.
Entraba en todas las casas, por sus muros y ventanas,
tomaba todas las plazas, no se quedaba en las ganas.
Todo era para él, y nada se le negaba,
aunque pareciera cruel, de todo, él se adueñaba.
Nunca saludaba a nadie, tampoco se despedía,
era un fantasma de talle, el que hurtaba y el que hería.
En su familia de origen, nunca un “No” le dijeron,
no le retaron, ni exigen, que respete; le maldijeron.
No le taparon la boca, ni corrigieron su error,
celebraron su “alma loca”, no le hablaron del amor.
Todo lo que él hace es “justo”, lo que quiere es su “pasión”,
en todo hay que darle el gusto, se enoja si hay corrección.
Nunca ha pagado en las micros, se salta todo el control,
ni cumple sociales ritos, ni con luna, ni con sol.
Nunca ha cedido su asiento, nunca dice “por favor”,
nunca dice “lo lamento”, le gusta causar pavor.
Por eso, se va burlando, de los tontos y serviles,
que siempre están laborando, perdiendo en todas las lides.
No le da miedo asaltar, ni se asusta al disparar,
no reconoce el robar, ni se arrepiente de odiar.
Y él mismo no lo sabía, no lo tenía en su mente,
sin sarcasmo, ni ironía, que era un joven delincuente.

La pena de muerte

Veo “la pena de muerte”, vociferando en las calles,
se ofrece, como la suerte, se grita, con mil detalles.
Cuando no te respetan, y cuando te zamarrean,
cuando, feroces te retan, o cuando te ningunean.
Cuando no te dan la mano, cuando dañan a tu hermano,
cuando cometen delito, cuando la ley es un mito.
Al hombre por ser “machista”, por ser un fiero asesino,
al vecino, por “racista”, al patrón, por ser “mezquino”.
A la mujer, por “inepta”, por no defender sus hijos,
y al “arrastrado”, que repta, que esconde mil acertijos.
Al joven, por “delincuente”, por robar tantos bienes,
de consumo, negligente, que nos revientan las sienes.
Al ratero y al milico, al político y al reo, al violador y al rico,
al pobre y al terrorista, al que maltrató a su hijo, al que golpeó a su mujer,
al médico tan costoso, al ladrón de hoy y de ayer.
La pena de muerte gana, todas las conversaciones,
y es argumento que allana, acuerdos de ejecuciones,
“que lo maten”, “que lo maten”, dice tanto y dice poco,
tanto por el miedo vivo, y poco, por su evasión,
Desde la cuna, hasta grande, te acompaña esta intención,
de matar pronto al culpable, pues “no tiene redención”.
No existe ya la inocencia, no existe ya la justicia,
no hay rehabilitación, y “no debe haber perdón”.
“La pena de muerte” ha ganado, ¡ya no tenemos misión!

El niño pide perdón

Se fue a veranear el niño, a casa de familiares,
que le brindaron cariño, y estímulos, a raudales.

Y vio la enorme vertiente, la higuera más olorosa,
el tranque del agua ardiente, y perales en la rosa.

La casa hundida en el cerro, ciruelas secando al sol,
y el techo ardiente de fierro, y belleza de arrebol.

El niño se fue alejando, hacia la cumbre del cerro,
entre espinos, fue observando, a gorriones en su vuelo.

Después de mirar los grillos, pudo, feliz, descubrir,
un nido con pajarillos, y a uno de ellos, quiso abrir.

Quería indagar su cuerpo, su latiente corazón,
hizo la autopsia del muerto, sin darle una explicación.

Quería saber, quiso investigar,
niño citadino, viajó a curiosear.

Perdón, perdón pajarillo, no sabía qué es matar,
no quiso apagar tu brillo, ni acallar tu fiel trinar.

Diáconos olvidados

Medio siglo, restaurados,
para caminar, sirviendo,
misioneros renovados,
que trabajan, compartiendo.
En parroquias y colegios, en fronteras y hospitales,
entre penas y destellos, se enfrentan a muchos males.
No aquilatan su misión, confunden su ordenación,
no conocen su canción, e ignoran su profesión.
Se enferman, y no jubilan,
Bautizan, hasta el final,
cansados, no se retiran,
su dedicación es total.
Apoyan santa liturgia,
a Jesús, siempre proclaman,
celebran la fe y la vida,
del Pueblo de Dios que aman.
Su caridad llega lejos,
a los múltiples sectores,
y animan a muchos ciegos,
y forman nuevos pastores.
A veces, no son mirados,
no siempre se les escucha,
los diáconos olvidados,
con su tristeza, que es mucha.

Un indigente

Él se ha puesto libremente,
bajo el techo del cielo,
y camina, entre la gente,
entre el hielo y el deshielo.
Indigente, es personaje,
luciendo bolsas y harapos,
y está en la mitad del viaje,
todo cubierto de trapos.
No tiene nada de nada,
ni una cama, ni alimento,
vive a fondo una jornada,
con hambre y sed, de tormento.
No se jactará ante nadie,
de lo que tiene o no tiene,
de lo que sabe o no sabe,
de lo que él es o no es.
En un rincón de su mente,
él sabe que es muy valioso,
y canta su salmo urgente,
al que lo mira, amoroso.
Indigente, es indulgente,
de los pecados del mundo,
es distinto, y contingente,
en este hastío profundo.

Kodokushi ( “muerte solitaria”)

En el hermoso Japón,
tan moderno, y del renuevo,
se vive un cruel apagón,
del olvido del longevo.
Se sienten tan solitarios, miles de adultos mayores,
quienes fueron solidarios, hoy no reciben amores.
Algunos hasta delinquen, para estar en la prisión,
y hablar con esos que fingen, compartiendo su aflicción.
Algunos mueren muy solos, en su cuarto, abandonados,
luego de días, muy solos, sus cuerpos son encontrados.
La familia se ha marchado,
ya no existen los abrazos,
de los hijos, de los nietos,
ya no hay besos, ya no hay lazos.
Por ese “honor” ancestral,
no quieren ser ayudados,
y prefieren el ritual,
de la muerte, visitados.

Kodokushi, muere solo,
anciano, “viejo olvidado”,
Kodokushi, muere solo,
del bienestar olvidado.

Mayo del 68 y la “familia burguesa”

La Guerra Mundial Segunda, produjo un gran crecimiento,
de economía fecunda, que superó el sufrimiento.
Y así Europa se alzó, para dar días mejores,
y todo lo transformó, por sus hijos regalones.
Y se acumuló riqueza, pero no se transmitió,
de la vida, su belleza, y el sentido se perdió.
La juventud insatisfecha, con la sociedad que le acuna,
salió a cambiar toda brecha, de la tierra hasta la luna.
El hombre para el trabajo, la mujer para su casa,
la protección y el relajo, la familia se desplaza.
Mayo del sesenta y ocho, quiso romper muchos moldes,
destruyendo el fiel bizcocho, la fidelidad sin acordes.
Hombres liberados, de toda atadura, que rompen felices, esa dictadura,
“revolución sexual”, a su altura, rompiendo de raíz, la vieja cultura.
El feminismo que nace, rompe con la mujer como madre,
lo sexual que te complace, se separó de un deber.
Aborto, anticoncepción, es su genial solución,
para la separación, de sexo y procreación.
Promiscuidad y egoísmo, generan la cruel ausencia,
de vínculos y machismo, pierde la mujer su esencia.
El modelo masculino, del explorador sexual, se ha infectado al feminismo,
que ha borrado su misión, en la guerra cultural, desviando su esencialismo.
¡¡Mayo del sesenta y ocho, ganaron los padres, perdieron sus hijos!!

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