Nuevo libro "Diaconía en las parras de Chile", del diácono Miguel Ángel Herrera Parra II

¿Cómo lo malo se trasforma en bueno?

Lo malo, se hace común,
lo común, se hace frecuente,
lo frecuente, se hace legal,
y lo legal se hace bueno.

Consumir drogas, es común,
drogarse, se ha hecho frecuente,
ese consumo, se declara legal:
drogarse es normal, y es bueno.

Divorciarse, es algo común,
el divorcio, se hizo más frecuente,
y el divorcio, se definió legal:
divorciarse, es normal, y es bueno.

Abortar hijos, se hace común,
el aborto, se hace frecuente,
el aborto, se hace legal:
matar hijos es normal, y es bueno.

La corrupción, es común,
ser corruptos, se hace más frecuente,
la corrupción, paga por ser legal:
y al fin, la corrupción es normal, y es buena.

El narcotráfico,
se hace común,
ese “modo de vida”,
se hace más frecuente,
el narcotráfico,
financia a lo legal:
y al amparo de lo legal,
se torna normal, y bueno.

Lo malo se hace común,
lo común se hace frecuente,
lo frecuente se hace legal,
y lo legal se hace bueno.

Francisco, de la sencilla pobreza

“Francisco, Francisco, ven a construir mi Iglesia,
Francisco, Francisco, ven a renovar mi Iglesia”.

De mi desnuda confianza,
hoy, canta mi corazón,
la esperanza no se cansa,
y Dios tiene la razón.

El Espíritu Santo ha dado,
un Papa para su Iglesia,
que alegre se ha presentado,
de América, sin amnesia.

Francisco se llama, austero, pidiendo que lo bendigan,
mirando hacia el mundo entero, “recen por mí”: ya repican.
Es jesuita, misionero, discípulo del Señor,
es pastor, no es extranjero, habla del Padre de Amor.

Con su blanca vestidura,
y su evangélica pobreza,
su acción es de envergadura,
su cercanía y presteza.

Jesucristo le acompaña,
en la fiel barca, navega,
y su gozo, no se empaña,
y su mano no le niega.

Es hombre contemporáneo,
que mira al Reino de Dios,
su alma, su cuerpo y su cráneo,
consagrados para Dios.

Para unir a las culturas,
y evangelizar, sin temor,
sirviendo, sin ataduras,
a la humanidad, con calor.

Desde la austral Argentina, de Buenos Aires, llegó,
a anunciar con alegría, que Jesús resucitó.
Misericordia en los ojos, y perdón, en el interior,
a los ciegos y a los cojos, les abraza, en su dolor.
Con ciencia y sabiduría, la Iglesia, va a renovar,
con sus dones y energía, y nuestro constante remar.

“Francisco, Francisco, ven a construir mi Iglesia,
Francisco, Francisco, ven a renovar mi Iglesia”

No te olvides de los pobres

No olvides a quienes te piden pan,
ni a aquellos, que ya no lo piden,
no olvides a los encarcelados,
ni a los que cumplen condenas.

No olvides a los indígenas,
ni a quienes rescatan su cultura,
no olvides a las mujeres abandonadas,
ni a los huérfanos, en vida dura.

No olvides a los campesinos sin tierra,
ni a sus líderes, tan amenazados,
no olvides a las víctimas de la guerra,
ni a los emigrantes desplazados.

No olvides a los niños de la calle,
ni a los cartoneros, tan explotados,
no olvides a las mujeres de la calle,
ni a los travestis, tan vilipendiados.

No olvides a los enfermos postrados,
ni a los trabajadores expoliados,
no olvides a los jóvenes vulnerados,
ni a los drogadictos, desahuciados.

No olvides que tu poder,
es el servirlos a todos,
recuerda que tu poder,
es de guiarnos a todos.

Porque si los olvidas,
te olvidas del gran amor,
porque si los olvidas,
te olvidas de tu Señor.

Hermana muerte

Camina conmigo hermana,
totalmente dominada,
por la luz de esa mañana,
tú quedaste destrozada.

Solamente eres puerta,
para vida verdadera,
siempre acompañas atenta,
tu guadaña es de madera.

Desde siglos, la humanidad,
te ha temido y se ha aterrado,
te han visto con crueldad,
tu presencia ha molestado.

No hablan de ti, porque creen,
que al hacerlo, te están llamando,
y en tu rostro, siempre leen,
que les están castigando.

Eres tabú y eres lema,
de banderas antivida,
te pintan huesos, sin tema,
como tumba, sin salida.

Con cada persona vas,
por el camino infinito,
y tú bailas, al compás,
del corazón más contrito.

Hermana muerte, hazte ver,
como cercana y visible,
que te dejen de temer,
y, aceptada, seas querible.

No al terror de tu presencia,
no al comercio lucrativo,
no al culto, contra tu esencia,
no es tu rostro vengativo.

Si él no resucitó

Si el no resucitó,
ya nada tiene sentido,
si él no resucitó,
nuestra fe es para el olvido.

Si él no resucitó,
el amor no es importante,
todo empieza y todo acaba,
es la nada, en todo instante.

Si él no resucitó, ya no existe la esperanza,
todo el bien, agota y cansa, y es muy tonta la confianza.

Si él no resucitó,
el mal vence en todo instante,
el pecado es el gran rey,
y el demonio, el comandante.

Si él no resucitó,
no hay iglesia, ni hay pastores,
no hay opciones, ni misiones,
ni santos, ni vocaciones.

Si él no resucitó,
somos los más desgraciados,
somos tristes y amargados,
y jamás resucitados.

Si él no resucitó,
no existe la conversión,
ya no hay reconciliación,
y es tonta la confesión.

Si él no resucitó,
la fidelidad, es un estorbo,
la enfermedad, es un castigo,
y la muerte es nuestro fin.

“¡Soy diácono!”

Como un grito desde el alma,
¡soy diácono!, yo exclamé,
y no quemarme en la llama,
y mi senda continué.

Como defensa, y escudo,
como protección, con fe,
superar el mal, se pudo,
agua que apaga mi sed.

Hay una consagración,
para servir a esta Iglesia,
permanente sanación,
por amor, a nuestra Iglesia.

Jaculatoria profunda,
ayúdame, por favor,
si el pecado sobreabunda,
salva Jesús, con Amor.

Se retiran los demonios,
se alejan las tentaciones,
florecen los matrimonios,
se agradecen vocaciones.

¡Soy diácono de Jesús!
soy un servidor del bien,
quiero estar cerca, en su luz,
y el mal, me aleja del bien.

¡Soy diácono de Jesús!
¡soy diácono de su Iglesia!
no quiero agravar mi cruz,
ni instalarme en esa amnesia.

¡Soy diácono de Jesús!
no seré falso profeta,
quiero llegar a mi meta,
muera yo, viva Jesús.

Diáconos, misioneros en sus familias

La misión está en el centro,
de nuestras propias familias,
y hay que ir, por tierra adentro,
en unas largas vigilias.

En la vida, tan compleja,
moderna y globalizada,
en que ese hijo, se aleja,
en la cultura marcada.

Un hijo es como África,
salvaje y misterioso,
y otro, como Oceanía,
exótico y silencioso,
y, otro es Asia, en armonía,
luciendo su tercer ojo.

Extraños, como extranjeros,
distantes y universales,
con sus credos pasajeros,
y sus modas bifocales.

A estos hijos “continentes”,
tan grandes y sorprendentes,
anunciamos los torrentes,
de agua viva, consecuentes.

Que el amor, es don divino,
que todos somos hermanos,
que somos parte de un Pueblo,
que servimos con las manos.

Aprendemos las culturas,
y los crípticos lenguajes,
viviendo, sin armaduras,
con amor, en nuestros viajes.

En Roma

Peregrinando, fui sintiendo,
que la sorpresiva lluvia,
de Roma, me fue hiriendo,
como un bautismo de furia.

Si las ovejas ignoran,
la voz de su fiel pastor,
no lo siguen, ya no oran,
se irán lejos de su amor.

Sentimientos, sensaciones,
cansancios y rebeliones,
Vaticano, no es museos,
ni jardines, ni mansiones.

Es el obispo de Roma,
que me recibe, contento,
en su casa, que es mi casa,
fe y belleza, un firmamento.

Turistas buscan el arte,
y lo admiran, fascinados,
peregrinos vivencian la fe,
expresada, admirados.

Tanta historia de conquistas,
de los imperios humanos,
destrucciones, reconquistas,
y semillas de cristianos.

Iglesias y monumentos,
callejuelas y cien plazas,
compartiendo mil momentos,
contemplando, sin mordazas.

Esta es la ciudad eterna,
esta es mi buena ciudad,
predomina gente tierna,
siempre vence la bondad.

En Tierra Santa

Cumpliendo un sueño inconsciente, camino por santas rutas,
por las huellas del valiente, Jesús del pueblo y alturas.

Miro a esta Jerusalén, por la que Jesús lloró,
quiso llevar paz y bien, y se le desconoció.

En la piedra de la agonía, donde hoy existe una iglesia,
oró, por lo que venía, y dio su preciosa vida.

Ciudad blanca, ciudad blanca, de la cúpula cobriza,
no escuchaste a esa palabra, de amor, que te diviniza.

En la tumba de David, me dan ganas de bailar,
por ese pastor y rey, convertido al salmodiar.

El Muro de Los Lamentos, donde fui a ofrecer mi mano,
dando la paz de los vientos, soy extraño, no un hermano.

Esta Vía Dolorosa, no sintonizó conmigo,
nuestra oración clamorosa, se perdió, como castigo.

Cuánto caminó María, al visitar a Isabel,
le llevó santa alegría,

Transfigurados, dichosos, desde este Monte Tabor,
bajamos muy animosos, a concluir la labor.

Este Mar de Galilea, por todo su alrededor,
es mensaje, a quien lo lea, de Jesús el Redentor.

Sus bienaventuranzas felices, multiplica peces y el pan,
sanando las cicatrices, por la fe que a él le dan.

El mejor regalo

Hoy día, he recibido, feliz, el mejor regalo,
la alegría me ha invadido, me ha transformado en un faro.

En mi bolsillo, oh sorpresa, de mi chaqueta, olvidada,
he encontrado una belleza, una carta de mi hija amada.

En ella me escribe un texto, que me ha hecho emocionar,
pues relata un fiel contexto, desde niña, y su mirar.

Me dice que soy buen hombre, muy sensible y muy paciente,
solidario con el pobre, muy creyente y muy valiente.

Me dice que soy maestro, que yo le supe enseñar,
que en su familia, lo nuestro, fue cariño y dialogar.

Me dice que soy buen padre, que me agradece los cuentos,
que le conté, con su madre, con fantasías e inventos.

Me dice que me agradece, porque fui su apoderado,
en el colegio, y parece, que nada se le ha olvidado.

Me dice que me ha admirado, por querer servir y amar,
en tiempos del mal estado, de muertes y del odiar.

Me dice que ha aprendido, de mí, a pensar y a expresar,
su corazón, creativo, no siempre supo mostrar.

Me agradece aquellos viajes, los cortos y los distantes,
por amar a una familia, tan extensa y tan diversa.

Me dice que ella ha sufrido, cuando algo me pasó,
cuando yo estuve enfermo, y que mucho me extrañó.

Me dice que su mirada, siempre, siempre, me apoyó,
me comunicó su calma, y también, por mí, oró.

Nunca me había escrito, y era como un misterio,
su cariño, es como un grito, me lo ha dicho muy en serio.

Cuando yo la vi

Cuando yo la vi,
un veintitrés de marzo,
al instante, descubrí,
que el tiempo, ya no es de cuarzo.

Cuando yo la vi,
quedé electrificado,
muy atraído y feliz,
por habernos presentado.

Cuando yo la vi,
ella animaba, enseñaba,
con alegría, de liz,
contenta, evangelizaba.

Cuando yo la vi,
pensé, cual profecía,
que era mujer para mí,
la que, a Dios, siempre pedía.

Cuando yo la vi,
en la parroquia bendita,
una canción para mí,
escuchó mi alma, que grita.

Cuando yo la vi,
la fe, el amor, la esperanza,
se unieron dentro de mí,
con su potente confianza.

Cuando, hoy, la miro yo,
dinámica y persistente,
y el amor, siempre es presente,
como, cuando yo la vi.

“¿Quién se podría llamar católico?”

¿Quién es el católico?,
¿el que siempre va a Misa?,
¿el que aún se confiesa?,
¿el que está confirmado?,
¿el que está bautizado?.

¿El que quiere a la Iglesia?, ¿el que cree a Jesús?,
¿el que sufre la amnesia?, ¿el que busca la luz?.

¿El que nunca ha matado?,
¿el que nunca ha robado?,
¿el que nunca ha mentido?,
¿el que nunca ha fallado?

¿El que es santo y perfecto?,
¿el que es sano correcto?;
¿el que busca lo recto?,
¿el que golpea su pecho?

¿El que se sabe pecador?,
¿el que pide perdón?,
¿el que cree que Dios es Amor?,
¿quién reparte su don?

¿El que no juzga a los demás?,
¿el que es inclusivo?,
¿quién se siente incapaz?,
¿el que no es abusivo?

¿El que busca integrar?,
¿ o el que busca excluir?,
¿el que se considera bueno?
¿quién no quiere sufrir?

¿El que es blanco o es negro?,
¿el de aquí o el de allá?,
¿el aislado o el líder?,
¿el que ama feliz?

“Lo tiene todo”

No tiene hambre de justicia,
porque no conoce a pobres,
y ya no cree en la primicia,
ni sabe que hay dolores.

Y nadie significativo,
se le ha muerto jamás,
cree en un dios vengativo,
que nadie podrá calmar.

Nunca ha llorado por nadie,
y nunca ha hecho sufrir,
n quiere cambiar por nadie,
lo que más quiere es surgir.

No tiene misericordia,
y no ha luchado por nadie,
tiene energía y concordia,
y su fe está olvidada.

Sabe que todos son malos,
su familia y sus vecinos,
que tiene al mundo en sus manos,
pues ya compró los caminos.

No trabaja por la paz,
porque es modelo perfecto,
en este mundo incapaz,
lo que opine es lo correcto.

Ha ganado todo el oro,
posesiones y riquezas,
acumuló un gran tesoro,
sin dudas y sin perezas.

Lo tiene todo, ha logrado,
no sentir necesidad,
lo que quiere, lo ha alcanzado,
y Dios es la necedad.

¿Dónde debo trabajar?

Si estoy bien aquí, o estoy bien allá,
si aquí soy feliz, o aún más, allá,
¿dónde debo trabajar?

Si es por más dinero, debo ir allá,
a ese futuro incierto y salvaje,
si es por la paz , es mejor aquí,
que ya me respetan, mi talla y mi traje.

¿Busco paz o dinero?, ¿o sólo quiero lo nuevo?
¿busco aportar, o surgir?, ¿busco mandar, o servir?
¿dónde debo trabajar?

Si es por el proyecto, debe ser aquí,
partiendo de cero, mucho por hacer.
Si es por un llamado, debe ser aquí,
sencillo evangelio, nacer, renacer.

Si es por hambre interna, ya debo partir,
que el Espíritu sopla, por toda la tierra.
Si es por la locura, de la libertad,
debo partir pronto, mucho más allá.

¿Busco paz o dinero?, ¿o sólo quiero lo nuevo?
¿busco aportar o surgir?, ¿busco mandar, o servir?
dime, ¿dónde debo trabajar?

Dios que sabe, puede, siempre opinar,
sobre este dilema, ¿partir o quedar?
Dios que sabe, puede, siempre susurrar,
sobre esta pregunta, ¿andar o volar?.

Si estoy bien aquí, o estoy bien allá,
si aquí soy feliz, o aún más, allá,
¿dónde debo trabajar?

Con Cristo flagelado

Azotado, por mí mismo,
disciplinado y atado,
escupido y pellizcado,
fustigado con sadismo.

Golpeado y sacudido,
zurrado y recriminado,
vituperado y herido,
por mi porfiado pecado

Acusado y criticado,
censurado, recriminado,
entrampado y complicado,
por la aguja del pecado.

Las llagas que las ofrezco,
por mi conversión sincera,
ya ni mirarle merezco,
quiero vida verdadera.

Petición de sanación,
por mi pronta redención,
añoro su curación,
su manto de protección.

Atado con las cadenas,
al pilar de los tormentos,
crucificado en mis penas,
por perder llanos momentos.

Esperanza, entre dolores,
entre quemados y ardores,
que me sanen los amores,
cual milagros salvadores.

Se me ha pegado la piel,
ya no puedo caminar,
mi alma quiere ser fiel,
y andar, y poder amar.

“¿Por qué te he olvidado?”

Dios mío, Dios mío,
¿por qué te he abandonado?,
Dios mío, Dios mío,
dime, ¿por qué te he olvidado?

En la noche y la mañana, ya no me acuerdo de ti,
de día y de madrugada, ya muy poco pienso en ti.

Si trabajo, lo hago solo, y mis logros, son mis logros,
ni me encomiendo a tu nombre, y ando solo, entre los solos.

En mi vivencia hay amnesia, a tu persona y poder,
si ya voy poco a la iglesia, ¿por qué te debo temer?

Mi cultura secular, postmoderna y antihumana,
ve a mi fe como un collar, de una esclavitud lejana.

En mi salud y en mi vida, me olvidé de tu cuidado,
en mi encuentro y en mi huida, ¿ya me has dejado de lado?

En mi paz y en mi tormento, no veo signos de tus huellas,
en mis gozos y lamentos, solo veo a las estrellas.

En esta carrera loca, yo me he tapado la boca,
y mi ingratitud emboca, con mi tristeza de foca.

Si no me has maltratado, si tú nunca te has marchado,
ya que siempre me has amado, dime, ¿por qué te he olvidado?

Si al universo lo cuidas, si tú -todo- me lo das,
si mi libertad respetas, si tú amas mi identidad.

Dios mío, Dios mío,
¿por qué te he abandonado?,
Dios mío, Dios mío,
dime, ¿por qué te he olvidado?

“Pasa el olor a marihuana”

Pasa el olor a marihuana,
pasa por la calle, sin temor,
pasa, por mi lado, en la mañana,
en día frío, o con calor.

Siente, el olor a marihuana,
Siente, a un incienso secular,
siéntelo, en la junta muy cercana,
como un fiel medio para volar.

Grita el olor a marihuana,
grita, en su moderno carnaval,
grita, en la revista que hoy gana,
adictos, con su línea editorial.

Queda el olor a marihuana,
queda, en los jóvenes violados,
queda, en la migrante marginada,
y en ese grupo de volados.

Marcha el olor a marihuana,
por las avenidas liberales,
del ciudadano que reclama,
por sus medicinas ancestrales.

Duele el olor a marihuana,
duele en esas embarazadas,
en las personas, sin mañana,
y en las miserias olvidadas.

Lucran con la mala marihuana,
lucran con aquella superior,
con la colombiana o boliviana,
en su mercadeo del horror.

Pasan, sienten, gritan, quedan,
marchan, duelen, y hasta lucran,
con la marihuana, que veneran,
como a diosa, que -ellos dicen- aman.

No tengo derecho

Si bien, es cierto que yo tengo derecho a ser feliz, a mi manera,
no tengo el derecho de imponer mi forma de ser feliz a otros,
si bien, tengo el derecho de sufrir por buscar el bien de los que yo amo,
no tengo el derecho de hacer sufrir a las personas que amo.

Si bien, tengo el derecho de comprender y perdonar a otras personas,
no tengo el derecho de exigir a nadie que me comprenda y que me perdone,
si bien, tengo el de derecho de compartir y de ser solidario con los demás,
no tengo el derecho de obligar a nadie que comparta
y sea solidario conmigo.

Si bien, tengo el derecho a esperar el fruto de las semillas que he sembrado,
no tengo el derecho a exigir frutos de las semillas que otros han sembrado,
si bien, tengo el derecho de reír y de gozar con las cosas lindas de la vida,
no tengo el derecho de exigir la risa y el gozo de las demás personas.

Si bien, yo tengo el derecho de superar el brutal asesinato de mi padre,
no tengo el derecho a hacer que todos perdonen
a los asesinos de sus padres,
Si bien, tengo el derecho de tomar decisiones importantes de mi propia vida,
no tengo el derecho a eliminar mi vida,
pues así romperé mis otras decisiones.

Si bien, yo tengo el derecho de sentirme orgulloso de mi equipo y de mi fe,
no tengo el derecho a creer que todos deban ser de mi equipo y de mi fe,
ni menos, tengo el derecho de descalificar a nadie.

Yo tengo el derecho a vivir,
y no tengo el derecho a matar.
Yo tengo el derecho a construir,
y no tengo el derecho a destruir.

Si yo soy,
un legítimo “otro”,
los demás,
mis hermanos,
también lo son.

“El aviso legal”

Por razones de la empresa,
se ha prescindido de usted,
del servicio y gentileza,
que ha prestado en nuestra red.

No tenemos reemplazante,
tómelo con mucha calma,
su puesto estará vacante,
que no le afecte a su alma.

Tiene un tiempo limitado, para cerrar sus circuitos,
gracias por lo que ha entregado,
entre la paz y los hitos.

No se quede en la tristeza,
que Dios le estará esperando,
con una ventana abierta,
y una misión marchando.

Los tiempos están cambiando,
y las empresas lo sufren,
el capital va escaseando,
y las finanzas no suben.

No lo tome tan a pecho, que todo será mejor,
ya que nadie sube al techo, para mirar el dolor.

Se ha prescindido de usted,
seguiremos caminando,
vaya a buscar otra red,
que, es cierto, le está esperando.

Sin comentarios

Sé más humilde, deja de hablar,
con palabras huecas,
de teorías y conceptos,
pero, lejos del amor.
Escucha el doble, o mucho más,
disfruta oyendo a los demás.
Pide perdón al único que puede
comprender tu gran debilidad
que finalmente, es falta de SER
y es frágil vulnerabilidad.
Escribe, escribe, a ver si puedes,
con dos mil letras, humillarte de verdad.
Quien pone su pie, en ese camino,
difícil le será retroceder,
quien se adentra en ese mar, le será complejo, poder regresar.
Pero, él sabe, que tu soberbia, se puso el traje de la humildad,
siempre lo supo, que tu arrogancia, es tu desnuda y cruel verdad.
Para que no te vayas,
con falsas aureolas de santidad,
que no te vayas de aquí,
más engañado con tu “bondad”,
ha permitido tu paso en falso,
para que palpes tu realidad.

Perdona Jesús

Por tenerte, Jesús, olvidado,
por las burlas que se hacen de ti,
que estas compras no son para ti,
tu cumpleaños ya se ha trastocado.
Por este materialismo imperante,
con su hedonismo y vanidades,
pues ya no enseñamos a los niños,
poco a poco, se apartan de ti.
Ya, en los pobres, no te vemos, ni te vamos a ver a un penal,
y negamos el bien que tenemos, te olvidamos en ese hospital.
Hacemos nuestras propias fiestas,
en las que no hay lugar para ti,
y hacemos nuestras propias gestas,
en las que no te invitamos a ir.
Perdona nuestra enorme impiedad,
la injusticia social es grandiosa,
y el pesebre de tu navidad,
es lo más cerca que estás, me destroza.
Perdona mi tonta ceguera, porque no he aprendido de ti,
y así vago, por toda la tierra, me consumo, y no seré un ser feliz.
Perdona mi indiferencia, invítame a descubrir tu señal,
en la estrella que te anuncia, en mi vida y mi panal.
¡Perdóname Jesús, convierte mi corazón!

En medio del gran incendio

Chileno, moreno, dime,
eres pardo o estás bronceado,
el cielo oscuro que gime,
me dice que estás tostado,
atezado, vas dorado,
irritado, estás quemado.

Tu terreno está agostado, luce seco y abrasado,
está mustio, está marchito, chuchurrido, achicharrado.
Tu hogar se tornó un desierto, se ve árido y arrebatado,
tu pariente va enfadado, mosqueado y descontento,
el incendio cunde rápido, y los bomberos son lentos.

En sus rostros tan cabreados,
de políticos molestos,
están hartos y acongojados,
con los miles de siniestros.

Hasta la coronilla, asfixiados,
hasta la nariz, cual muertos,
todo negro en estos lados,
incendiados y golpeados.

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