María Calero, viuda del diácono permanente Fabián García, Medalla Pro Ecclesia Malacitana en España

María Calero era la esposa del diácono permanente Fabián García, que falleció hace poco más de 2 años. Ambos eran naturales de Pozo Blanco (Córdoba) pero por cuestiones de trabajo llegaron a Málaga: «Llegamos antes que la parroquia», recuerda María Calero, y siempre formaron parte de ella. En la reciente Visita Pastoral a la parroquia María Madre de Dios, el Sr. Obispo le hizo entrega de la Medalla Pro Ecclesia Malacitana junto a otros dos feligreses de la comunidad parroquial: Antonia Orta y Antonio Burgos

«Estoy muy agradecida a todos los párrocos que han pasado por aquí, quiero mucho a mis curas»

¿Cuándo llegaron a Málaga?

Somos de Pozo Blanco, en Córdoba y toda nuestra familia se encuentra allí. Llegamos a Málaga hace 51 años, en 1967. Mi esposo Fabián se presentó a unas oposiciones de Correos cuyo primer destino fue Barcelona y después Torremolinos. Nos vinimos a vivir a la barriada de Belén, porque ya vivían aquí unos paisanos nuestros. Aquí hemos vivido con nuestro cinco hijos, ocho nietos y hasta un biznieto.

¿Y cuándo se integraron en la parroquia?

Pues es curioso pero llegamos antes que la parroquia. El primer templo lo hicieron justo en el bajo de nuestro bloque y después se unieron las dos parroquias de la zona en la actual María Madre de Dios. Recuerdo que llegamos a celebrar la Misa en la calle, antes de terminar las obras y que, cuando aún no teníamos luz, enchufábamos la luz del salón de mi casa. Fueron unos años preciosos de construcción de la comunidad parroquial.

¿Cuál era su misión en la parroquia?

Sobre todo la liturgia y el arreglo del templo. Hasta blanqueábamos la fachada del templo para que estuviera bonita para las fiestas. Pero estábamos disponibles para todo lo que nos encomendaran. Muchas veces decíamos, para qué nos vestiremos de bonito, si terminamos siempre con la escoba en la mano (se ríe).

¿Cómo fue que su esposo recibió la ordenación como diácono permanente?

Pues resulta que, en una ocasión que se estaba construyendo un salón para los jóvenes, fue al Obispado, con otro grupo de hombres de la parroquia, a pedir dinero para la construcción y el obispo de entonces, D. Ramón Buxarrais le preguntó directamente que si no se había planteado ser diácono permanente, que lo haría muy bien. Y se lo planteó, comenzó a estudiar y recibió la ordenación en 1981, en la parroquia de la Natividad, porque la nuestra era muy pequeña.

¿Cómo ha llevado lo de ser la esposa de un diácono permanente?

La verdad es que muy bien. Siempre lo he acompañado a todos los lugares que he podido, aunque nunca dijera quién era. Para nosotros ha sido un servicio a la Iglesia, sin dejar nunca de lado a nuestra familia. Ha sido un fabuloso padre y abuelo. Nunca se cansaba y nunca se quejaba.

¿Cómo fue el momento en que recibió la Medalla?

Una sorpresa inmensa, pues no tenía ni idea. Mi hija llevaba toda la semana diciéndome que tenía que ir a la peluquería (se ríe). Lo agradezco muchísimo, pero no me siento merecedora, hay mucha gente que ha hecho mucho más que yo. Estoy muy agradecida a todos los párrocos que han pasado por aquí, quiero mucho a mis curas. Siempre nos han dejado trabajar y han valorado lo que hacemos, todos y cada uno de ellos, y eso es de agradecer. Al recibir la Medalla me acordé de forma especial de mi Fabián. Con el humor que le caracterizaba, me hubiera llamado la niña de la medalla (se ríe). Me acuerdo a todas horas de él y no salgo un día a la calle que no me encuentre a alguien que me hable de lo bueno que hizo Fabián.

Fuente: https://www.diocesismalaga.es

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