El lavatorio de los pies, ¿sacramento diaconal?

Autor: Diácono  Alberto Jáimez (Bilbao, España)

 

El sacramento como presencia de Cristo
La existencia histórica de Cristo en la tierra estuvo limitada en el tiempo. Jesús se va bendiciendo (Lc 24,50) y su bendición permanece, pues sus manos quedan extendidas sobre el mundo –así dice ss. Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret-. Es decir, hay una relación duradera en el tiempo entre Jesús y sus discípulos que se expresa en sus manos que bendicen. A esto podemos añadir que estará con nosotros hasta la consumación del mundo (Mt 28,20). Nos podemos preguntar, entonces, cómo es esta presencia, cómo explicar esa figura de Cristo aquí y ahora, que vivió entre nosotros, y que ahora es de otro tipo, digamos… una presencia resucitada.

Creemos en la presencia real de Cristo, somos cristianos y vivimos de esta presencia. La vida del resucitado es una vida que actúa siempre en las vidas de los que le confiesan como Hijo de Dios, y se hace presente de muchos modos, sobre todo por la Palabra y por los sacramentos, que son lo que era su corporalidad, mediante la cual actuaba Dios entre nosotros. En la vida terrena de Jesús se hacía presente Dios en su acción y su palabra, y ahora, por los signos sacramentales, se hace presente esa misma acción y esa misma palabra. Recordemos a la hemorroisa tocando un fleco del manto de Jesús, eso es el sacramento, tocar hoy también un fleco del manto de Jesús.

La Constitución Sacrosantum Concilium en su nº7 expresa que Cristo está siempre presente en su Iglesia en los sacramentos, está presente en el sacrificio de la Misa, en el bautismo es Cristo quien bautiza. Está presente en la Palabra proclamada. Podemos decir que la Iglesia es la continuación en cada momento de la acción salvífica de Cristo, siendo Jesús contemporáneo de todas las épocas. Los sacramentos son así, signos externos en la Iglesia por los que Cristo sigue actuando entre la humanidad. Me pregunto si el Lavatorio de pies puede ser uno de estos signos. Y por lo tanto -y siempre de forma especulativa- si podríamos pensar en este acto de vida de Jesús como un sacramento donde Cristo sigue actuando entre nosotros.

Lavatorio de pies

Este testimonio de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia ha sido adoptado como signo de servicio por muchos diáconos. De hecho, me llama mucho la atención como ss. Francisco durante la liturgia de Jueves Santo, se pone su estola a modo diaconal para efectuar esta parte de la celebración. Repasemos. Antes de comenzar la cena Jesús tomó una toalla, se la ciñó, luego echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies a sus discípulos. En sí mismo es un acto que pone del revés toda la religiosidad humana. El maestro se pone al servicio de sus discípulos. En Jesús es Dios mismo quien nos recuerda que la grandeza no consiste en el poder sino en la capacidad de servir. Es en este servicio cuando se da gloria a Dios. Este hecho es algo que aprendemos todos los días en nuestros actos cotidianos, o en nuestros proyectos, donde continuamente tenemos que recordar que -como diáconos- nuestra grandeza no consiste en el poder ni en ser más que otros, sino todo lo contrario.

Pero esto no acaba aquí, Jesús nos dice que esto es un ejemplo para que también nosotros lo hagamos así. Por lo tanto, no solo los diáconos, sino todos los creyentes estamos llamados a servir, a ponernos a los pies del prójimo, a considerar primero lo último. Hay un gran número de obstáculos que nos impiden servir de manera ágil y ligera. Para servir hay que vaciarse, desposeerse, porque la riqueza no es cuestión de bienes materiales, no es cuestión de cultura. Ser rico es tener poder, y el poder nos impide ceñirnos el delantal y agacharnos a los pies de las personas. Es muy difícil rechazar el poder. Los pobres a quienes lavamos los pies no son hermanos a los que hay que amar por ser hermanos, sino por ser señores. Es raro, pero en el lavatorio de los pies, es el mismo Dios quien se agacha ante su propia imagen, y en Jueves Santo, es ni más ni menos, el encuentro entre un diácono, icono de Cristo servidor, y el mismo Cristo –pensemos en la parábola del Juicio en Mateo-.

Ejemplos como el de santa Teresa de Calcuta o el del beato Oscar Romero, nos tienen que hacer pensar que la fe cristiana no nos separa del mundo, sino que nos sumerge en él, nos pone a los pies de un mundo en ocasiones sin Dios. Y precisamente ahí debemos buscar a Dios, y aunque ese es otro tema, aquel a quien lavamos los pies siempre tiene algo que ofrecernos, nos ayuda a entender nuestro cristianismo. El diácono se relaciona con el pobre dejando lugar a Cristo, aunque a veces la misma pobreza pueda ser repulsiva -lo que yo llamo el beso al leproso- es ahí donde se nos hace patente la necesidad de bajar la cabeza, ceñirnos el delantal, y ponernos a los pies de la presencia real de Cristo. El “beso al leproso” nos enseña cuál es la verdad del Evangelio. En la cultura de Jesús, los pies representan el extremo de la impureza, pensemos que los pies es lo que más se mancha cuando andamos y pisamos la tierra. Lavar los pies era una acción que solo podían realizar los esclavos. Pedro se escandaliza porque Jesús “besa al leproso”, y eso le repugna a Pedro, que no acaba de entender qué está pasando.

Eucaristía y Lavatorio

Siempre de manera especulativa –como ya he dicho antes- se puede establecer un paralelo entre el Lavatorio de pies y la Eucaristía, haciendo del Lavatorio un signo diaconal a imagen de la Eucaristía como signo sacerdotal.

Hay muchas alusiones a la promesa de Cristo sobre la Eucaristía: “Yo soy el pan vivo bajado del Cielo. El que coma este pan vivirá para siempre. El pan que Yo daré es mi carne , y la daré para la vida del mundo”. (Jn. 6, 51) (Jn. 6, 54) (Jn. 6, 55-58). Hay muchas, como digo. Hay también alusiones al hecho de que quien sirve a un ser humano está sirviendo a Cristo, el pasaje más explícito es la parábola del Juicio en el Evangelio de Mateo. En la Eucaristía hay también una serie de gestos y de signos. Jesús toma pan, lo bendice, lo parte y lo da diciendo que ese es su cuerpo, lo mismo hace con el vino. En ambos casos Jesús dice que se haga eso en memoria suya.

En el Lavatorio de pies también hay un mandato, una llamada. “Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos” (Jn 13,8). El signo del agua, -“Después echó agua en una palangana”- y unido al gesto de lavar -“y comenzó a lavar los pies de los discípulos” (Jn 13,5)- comportan un signo de servicio, lo convierten en un ejemplo que Cristo nos da para que nosotros hagamos como él ha hecho con nosotros. “Si yo que soy el maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros” (Jn 13,14-15) Es decir, cada vez que se realiza este gesto en la liturgia del Jueves Santo estamos haciendo memoria del gesto que Jesús hizo en su vida terrena. Un signo, en todo caso, que nos invita a tomarnos en serio el servicio como signo de la presencia de Cristo, una invitación a todos los creyentes a participar de esta manera en la naturaleza divina. Es un gesto que va en una doble dirección, se trata de hacerse siervos del prójimo por amor, pero también saber acoger con gratitud los servicios que otros hacen por nosotros.

Me atrevo a especular incluso con el gesto de Jesús al “revestirse”: “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura”, haciendo de una toalla a modo de delantal, una vestidura sagrada. Desconozco el porqué la estola del diácono se viste de forma cruzada, quizá los diáconos de rito oriental tengan una respuesta, pero cuando ss Francisco transforma su estola presbiteral en diaconal, da la impresión para el profano de que se aparta la tela de la estola presbiteral, la echa a un lado, para que no estorbe en el servicio, o incluso, y aquí mi imaginación se desborda, convierte la estola presbiteral en una toalla anudada a un lado, como anudan una pequeña toalla aquellos que han de secarse las manos continuamente durante su trabajo. ¿Es la estola diaconal un icono de ese delantal o toalla que se ciñó Jesús en el Lavatorio de pies? Se da también la circunstancia de que el Lavatorio ocupa en el Evangelio de Juan el espacio de la Institución de la Eucaristía, y que ambos son la antesala de la Pasión.

Como la Eucaristía, que actualizándose en la Misa, se hace universal con la vida del cristiano, también el Lavatorio de los pies, actualizándose en la liturgia del Jueves Santo, se hace universal con el servicio que el cristiano presta. Decíamos arriba que cuando la Iglesia bautiza es Cristo quien bautiza, también cuando alguien sirve es Cristo el que sirve, pero también el que es servido. La continuación en la Iglesia del servicio en nombre de Cristo, es la actualización de la acción salvífica de Cristo en el Lavatorio de Pies. Jesús se hace contemporáneo y está presente realmente. En el servicio inspirado en el Lavatorio de pies es el mismo Jesús quien actúa sirviendo en las vidas de los que son servidos. Su corporalidad se hace presente mediante la corporalidad del servidor, y también del que es servido.

Pero es que si queremos profundizar aún más, el lavatorio de los pies encierra un profundo significado eucarístico, el de una vida que se entrega en sacrificio redentor. Este gesto de Jesús tiene lugar poco antes de la Cruz, y ambos hechos, lavatorio y Cruz, encierran juntos la manifestación de amor más grande de Dios hacia nosotros. El lavatorio, unido a la Cruz, es el servicio supremo, un gesto de amor simbolizado en el hecho de quitarse la túnica y ponerse un delantal. ¿No nos suena a la oración de Filipenses? “Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo”. ¿No aparece ante nosotros el Buen Pastor que sirve al rebaño dando la vida por él? Incluso, en el gesto de quitarse el manto y anudarse el delantal, es decir despojarse de un vestido y tomar otro ¿No nos hace pensar en la muerte y resurrección?

Así, aunque el Lavatorio de pies no sea un sacramento en sí mismo dentro de la Iglesia Católica, sí debemos darle la debida sacramentalidad al acto del servicio, porque es un acto externo por el que Cristo sigue actuando en medio de nosotros.

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