La teóloga argentina Virginia Azcuy afirma que el “diaconado de las mujeres es de justicia”

Virginia Azcuy: «El Obispo de Roma abre caminos, pero no todos los demás obispos hacen lo mismo»

En el último Sínodo, el arzobispo canadiense Paul-André Durocher propuso la ordenación de diaconisas, que es algo que, con otro nombre, ya existe en muchas comunidades eclesiales de base, donde hay muchas animadoras de comunidad, ministras de la Palabra, ministras de la Eucaristía… que realmente se convierten en protagonistas de la comunidad, conduciéndola en el día a día. ¿Por qué eso no es reconocido, por qué eso siempre queda en los bastidores?
Es un tema de justicia el diaconado de las mujeres. Se tiende a una separación, que es artificial, entre carismas y ministerios. Los ministerios corresponden a los presbíteros y se identifican con los ministerios ordenados y el laicado y la vida consagrada son parte de la dimensión carismática de la Iglesia. Pero eso es una división artificial.
Es importante que a nivel de estructura de la Iglesia sean reconocidos y tengan un lugar de visibilidad los ministerios laicales y los carismas de la vida consagrada, de la profecía, de la diversidad laical, que los carismas de los varones, de las mujeres puedan tener su lugar. Ese no reconocimiento también significa un bloqueo o cerrazón a una mayor pluralidad y diversidad dentro del Pueblo de Dios y de la estructura institucional de la Iglesia.
Es muy importante que se dé ese paso, no sólo que de hecho se hagan los servicios y ministerios, sino que haya un reconocimiento institucional de los mismos, porque eso significa que no sólo se hagan, sino que por voluntad y decisión de la institución sean reconocidos, no queden confinados al margen o a la invisibilidad, o la mera gratuidad, que es una cosa que está bien, pero que coloca estos ministerios en un nivel inferior, si falta el paso del reconocimiento.
Que sea una opción eclesial y no sólo respuesta a una necesidad.
Exacto. Que no sea sólo lo gratuito, que sea un don de la Iglesia, reconocido y apoyado por la Iglesia. Un ministerio y un envío suponen una bendición, un don de gracia que es aceptado, apreciado, valorado y promovido. Todo eso nos está faltando.
Pero de hecho esta es una cosa que existe en algunas diócesis, donde los obispos envían ministras de la Palabra, de la Eucaristía, mediante un rito de envío, que es un reconocimiento eclesial.
Eso es importante, pero no está generalizado. Eso debe ser tomado en cuenta con más profundidad. Aquí aparece nuevamente el miedo, al decir que al dar ministerios a los laicos, se les clericaliza, lo que no es verdad, pues ministerio significa servicio, función y hay que reconocer esa diversidad. Si no, tendemos a una Iglesia que sigue siendo muy jerárquica y que no es capaz de abrirse a esa diversidad y pluralidad.
Es muy difícil predicar la igualdad de los bautizados si no llegamos a un reconocimiento de esa diversidad ministerial. Y esto lo digo desde mi ministerio como teóloga. Yo no tengo ninguna pretensión al ministerio ordenado a nivel personal, ni pretendo ser ordenada diaconisa. No es mi persona la que está en juego en este tema. Simplemente veo que hay diversidad de ministerios laicales y de las mujeres que no tienen un reconocimiento, y que de hecho están siendo ejercidos dentro de la Iglesia.
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