La existencia del derecho a la vida

 

Exhortación de un diácono permanente ante una ley favorable al aborto

 

Diác. Alberto Álvarez Pérez

Referente Diocesano del CIDAL en Sevilla, España

Sevilla, 30 de diciembre de 2009

 

El derecho español, al igual que el derecho canónico, considera aborto la muerte del feto mediante su destrucción o expulsión en cualquier momento de su vida intrauterino. El Gobierno ya ha declarado su voluntad expresa de imponer el aborto libre en España y por supuesto ignorando la reacción de la opinión pública que en su gran mayoría está en contra. De esta manera ha cumplido una promesa que constantemente ha estado haciendo: confeccionar la ley de aborto más “mortífera” de toda Europa, de una apariencia de consenso científico, al tiempo que hurta a la sociedad del debate sobre una reforma tan trascendental para la vida humana. 

Personalmente, desde una visión humana, cristiana y con mi compromiso de ser Diácono permanente, me opongo a esa ley, a su legalización abierta, por la misma razón que me opongo a todo atentado a la vida, a la pena de muerte, tortura, hambre, guerras. El aborto elimina el principio de los derechos individuales. El ser humano empieza tras la fecundación, el derecho a la vida surge en ese mismo punto. El aborto, sin más paliativo, es un odioso acto de violencia realizado contra los no nacidos y contra las madres; el vientre de éstas es el lugar que la naturaleza ha hecho que sea el lugar más protegido de la criatura. A menudo se alega que el aborto es una cuestión subjetiva y que corresponde a la madre tomar una decisión de acuerdo con su propio criterio. Pero todo esto es un grave sinsentido. La ciencia no es subjetiva, como no puede serlo el concepto de persona. ¿Acaso es subjetivo el derecho a la vida? ¿Acaso el homicidio puede ser objeto de elección? Recogiendo este planteamiento de falsa subjetividad, el Estado hace uso de una falsa neutralidad con respecto al aborto. ¿El  Estado es neutral ante un secuestro o un atentado por el hecho de no financiarlo? No, el Estado toma partido en contra de estos actos, sancionando a quienes los cometen. Según los científicos, el feto no es parte del cuerpo de la madre, es un ser humano distinto e independiente y como tal tiene sus derechos, tanto como los ancianos o cualquier otra persona. Con la aprobación de la ley del aborto, dijo el presidente del foro de la Familia, Benigno Blanco "van a ofender a una inmensa mayoría de ciudadanos y provocar mucho dolor". 

Para cualquiera que tenga un poco de sensibilidad humana, sabemos que una de las plagas más desastrosa de nuestra sociedad actual es el aborto. La Iglesia católica condena radicalmente la eliminación de seres humanos. San Basilio, en el siglo IV, no solo llamaba asesina a la mujer que abortaba, sino a quienes proporcionaban lo necesario para abortar, lo cual seria aplicable a quienes fabrican  o prescriben la píldora abortiva.

La Iglesia ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de los peores crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice a este respecto:

 

"Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const. "Gaudium et Spes").  

Pero el gigante de la muerte, llamado Estado,  tiene los pies de barro y desde luego el tiempo pondrá a todos en su sitio; habrá un día en que la sociedad española madurará y abrirá un debate serio sobre el aborto, donde una gran mayoría de los ciudadanos  se posicionarán a favor de la vida y en contra de la muerte.

Precisamente es esa la misión que todos debemos asumir y que tendríamos que ser consciente y coherente con nuestras ideas cristianas. Que conste que estas letras no van pintadas de odio ni rencor, simplemente repleta de una clara toma de conciencia sobre algo que desde una visión cristiana, nos está afectando. Debemos, con todos los medios al alcance, de dar a conocer a la sociedad la dura realidad del aborto. También debemos Intentar llegar a todos los rincones de nuestra ciudad y de nuestro país para que la gente abra los ojos y, al pensar sobre el aborto, dé un paso al frente en contra del proyecto abortista.

Nuestra esperanza debe ser la de que todos estemos a favor de la vida y que todas las campañas de comunicación y movilización convenzan al Gobierno para que retire esta ley, o a modificarla sustancialmente. Mucho me temo que todo está ya montado y que el argumento que posicionan es que el aborto es una demanda social. Recuerdo que en cierta ocasión escuché decir en una emisora, por parte de Aído, que si una mujer de 16 años es mayor para casarse y tener hijos, también lo es para abortar sin consultar con sus padres; se le olvidó decir que las menores de 16 años no pueden votar, ni beber alcohol, ni conducir…

Aquellos que se sientan cristianos deben realizar y desarrollar una acción decidida contra este hecho real del aborto, combatiendo las causas, ayudando a las familias que estén pasando por este mal trance. Es un campo inmenso de trabajo y de humanidad cristiana, en el que todos deben multiplicar esfuerzo.  

En definitiva, todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a la santidad, y a contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la tierra llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro responsable de una sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de defender la vida y la dignidad humanas, por muchas más razones todos los cristianos, y los llamados de un modo especial por vocación al mundo diaconal, hemos de asumir esta tarea.

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