La contribución silenciosa del diaconado en una Iglesia en cambio.

La contribución silenciosa del diaconado en una Iglesia en cambio.

El pasado día 9 el Papa Francisco pronunciaba un discurso –que recoge el Informativo, en el inicio del proceso sinodal en el que resaltaba las palabras clave del Sínodo: “comunión, participación y misión”. Las palabras del Papa, adaptadas a la situación del diaconado en varios países de Iberoamérica, me han sugerido la reflexión que a continuación ofrezco.

Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia asumió, bajo la inspiración del Espíritu su misión como Pueblo de Dios. Esta opción ayudo a muchos a evangelizar, pero otros, que se sentían instalados en los esquemas eclesiales previos al Concilio se vieron contrastados, principalmente por que se predicaba una cosa y se hacía otra. Esto sucede porque todos somos pecadores, humanos, frágiles y también hombres y mujeres «de poca fe». No faltaban tampoco quienes, situándose de forma inamovible en su espacio jerárquico, se mostraban como alter egos de Cristo mismo, y por lo tanto intocables y libres de toda crítica y acusación.

Hace unas semanas escuchábamos en la asamblea dominical las palabras de Jesús «el que quiera ser el primero que sea el último». Nuestro Papa Francisco llama habitualmente a los diáconos los “guardianes del servicio en la Iglesia”, una llamada a no entrar en disputas por el poder, por la codicia de tener, perseverando en el servicio a través de nuestro servicio en la Caridad, la Palabra y la Liturgia.

Esta reflexión no pretende crear polémica, comenzamos un proceso sinodal en el que todos tenemos voz para soñar la Iglesia del futuro, aprendiendo de los errores cometidos, cuando siguiendo supuestamente a la luz del Espíritu y de las enseñanzas de Jesús y de los Apóstoles, y siendo más papistas que el Papa, las obras de nuestra Iglesia no mostraban la fe que profesamos.

Poco a poco, tras el Concilio Vaticano II, la identidad del diaconado, así como su misión y lugar va aclarándose, lo que no conlleva que se vivan contradicciones pastorales, teológicas, litúrgicas, e incluso canónicas. En la Iglesia primitiva ya contemplamos la figura de diáconos y obispos, viviendo de forma complementaria en su actividad y misión. Tras la desaparición paulatina del ministerio diaconal a partir del siglo V, hoy asume tímidamente el lugar de una presencia que a veces no es deseada, pero sí envidiada, temida, tolerada, incomprendida y en ocasiones perseguida.

En este ambiente pre sinodal me pregunto ¿por qué a veces se da una aversión hacia el ministerio diaconal? ¿por qué no compartir la misión a la que hemos sido llamados desde los tiempos de Jesús? ¿no habrá miedo a perder el protagonismo, miedo a compartir el poder o miedo al cambio? Seguro que en el Sínodo no faltarán voces ultra conservadoras, queriendo que el tiempo se vuelva atrás, y reforzando el mal del “clericalismo” del que tantas veces habla el Papa.

El Sínodo puede ser un buen momento eclesial para dejar que el Espíritu ilumine a su Iglesia y preguntarnos bajo su inspiración, como lo hizo el Sínodo de la Amazonia, el lugar del diácono en este momento de la historia, pero también el lugar de las mujeres, de la vida religiosa… más cuando la disciplina actual de la Iglesia en muchas de sus acciones y servicios no responden a leyes divinas sino humanas, a veces diferentes de la situación de los tiempos apostólicos, y por lo tanto sujetas a posibles actualizaciones. Algunos reivindicarán el respeto a la Tradición, pero recordaremos que antes del Vaticano II, el diaconado no era un ministerio permanente, como si lo fue en la Iglesia primitiva, y que ese ministerio fue absorbido y asimilado tanto por los presbíteros, como por otros ministerios menores, como sigue sucediendo hoy en algunas iglesias particulares.

El Sínodo es un tiempo para hacer realidad la invitación de Jesucristo “a vino nuevo, odres nuevos”, y un tiempo para perder los miedos escuchando de nuevo sus palabras “no tengáis miedo”. Un tiempo para recuperar la condición de Pueblo de Dios, donde por ejemplo afirmaciones como “la Iglesia no muere mientras haya un obispo o un sacerdote” descubren su miopía evangélica.

Un tiempo para actualizar la identidad y el ministerio diaconal, preguntándonos por ejemplo ¿por qué siguen vigentes decretos en derecho canónico que llevan décadas desactualizados en relación con la realidad actual de los diáconos? Un tiempo para reconocer como Dios ha dado señales de que es necesario acelerar ciertas acciones: el diaconado que florece en todo el mundo; la mujer competente y capacitada con su naturaleza materna para liderar pueblos, comunidades y aldeas a través de la bondad; incluir a todos los bautizados en una Iglesia creciente y nueva, donde todos fraternalmente pueden ser partícipes y constructores de un mundo mejor.

Un tiempo de cambio, es un tiempo sin rivalidades, con humildad, para que hablemos sin miedo y sometimiento a la verdad que está en nuestra alma. Como diáconos sentimos los sufrimientos del pueblo, porque somos, y vivimos entre el pueblo, porque nuestro carisma nos ha moldeado así para ser levadura de una nueva forma de ser Iglesia. No va a faltar quienes critican e injurian contra el Papa y sus reformas, tampoco tensiones, y desafíos, pero no podemos renunciar a la libertad de los hijos de Dios”.

Es un tiempo para desapegarnos del poder, de la imagen grandilocuente, con falta de humildad. Un tiempo para que los diáconos vivamos nuestro servicio desde la bondad, la tolerancia, la compasión, como servidores de las personas más débiles e indefensas, para llevarles el consuelo, la presencia, el amor y el cariño del bello rostro de Dios que se manifiesta para todos.

Un tiempo, por último, de grandes pruebas, de grandes cambios internos y externos, en un nuevo ciclo, en una nueva dimensión en la que la humanidad necesita encontrarse y no diluirse en autodestrucción, y sin la llama del amor, cuando se pierda habrá perdido el sendero de humanización que nos señaló el resucitado.

Este mes de octubre recién terminado ha dado comienzo el proceso sinodal, el Papa Francisco dirigió con este motivo un momento de reflexión.

La Agenzia Fides, con motivo del día del DOMUND ha publicado las estadísticas de la Iglesia. Destaca el aumento en el número de diáconos en el mundo.

Desde Brasil, hemos conocido que la Comisión Nacional de los diáconos de Brasil (CND) se solidarizó con las palabras del arzobispo de Aparecida, monseñor Orlando Brandes, en nombre de la Conferencia Nacional de los obispos brasileños, con motivo de los ataques de odio hacia el Papa Francisco. Así mismo, se ha recibido la buena noticia de que la CND ha adquirido en Brasilia un local como sede de la misma. Por último, la CND ha realizado un interesante debate sobre la Pastoral Carcelaria.

En los Estados Unidos de América, en la de la diócesis de Fort Worth se ha nombrado como Director de la oficina del Ministerio Hispano al diácono Rigoberto Leyva.

En España se ha anunciado la realización del XXXVI Encuentro Nacional de Diaconado Permanente que tendrá lugar entre los días 4 y 8 de diciembre, en la Casa de Ejercicios San José (Escorial, Madrid). Hemos recibido también la noticia de la celebración del cuarenta aniversario de ordenación del diácono Aurelio Ortín, casado con Montserrat Martínez – miembro del Equipo de Redacción y Coordinación del Servicio en las periferias– un matrimonio muy comprometido y con grandes responsabilidades eclesiales a lo largo de estas cuatro décadas, Aurelio fue uno de los primeros ordenados tras el Concilio Vaticano II en aquel país.

En Portugal continúan presencialmente las conferencias mensuales en el marco de la formación permanente, abiertas al público pero dirigidas en particular al diaconado, este mes ha pronunciado un conferencia el obispo auxiliar emérito de Oporto D. António Taipa.

En el apartado de nuevos libros recogemos de nuevo la reseña del Libro de Montserrat Martínez. Y en el de artículos, nuestro corresponsal Joaquim Armindo publica dos artículos sobre el tema del Sínodo.

En este primer día de noviembre oramos para que los santos y santas de Dios intercedan por esta humanidad que camina en busca de la felicidad. Les deseamos que  la paz habite en cada hogar y more en sus corazones.

En nombre del Equipo Coordinador y Redactor, un abrazo fraterno.

 

Mario Henrique Pinto

2 thoughts on “La contribución silenciosa del diaconado en una Iglesia en cambio.

  1. Interesante articulo donde nos invita al diaconado a los Laicos.
    por favor YO QUIERO SER DIACONO PERMANENTE SOY UN LAICO COMPROMETIDO CON LA IGLESIA DE CRISTO SI ALGUIEN ME PUEDE AYUDAR DESDE YA LE AGRADEZCOI GRACIAS BENDICIONES.

    1. Muchas gracias.

      Le recomendamos que se ponga en contacto con el responsable del diaconado permanente de su diócesis, en caso de que no lo haya con el responsable del clero. Ahí le señalaran los pasos a dar para poder discernir su vocación. UN saludo cordial

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