Juan Carlos Mateos: “Los datos dicen que el diaconado es una vocación emergente”

  • El secretario del Comité Nacional para el Diaconado permanente subraya que diáconos y sacerdotes no son “excluyentes”, sino complementarios
  • “La historia de la Iglesia lo que subraya es lo ‘diaconal’ como estilo de vida, propio de hombres y mujeres”, apunta

En nuestro país había, en 2017, 447 diáconos permanentes. Una realidad vocacional sobre la que se ha reflexionado ampliamente en el I Encuentro de delegados de diáconos celebrado ayer, 14 de noviembre, en Madrid. En la reunión se intercambiaron experiencias acerca de la admisión y formación de los candidatos y, según explica a Vida Nueva Juan Carlos Mateos, secretario del Comité Nacional para el Diaconado Permanente, ha señalado “qué es un diácono permanente hoy, cuáles son sus señas de identidad, cómo quiere la Iglesia formar y acompañar esta vocación y cómo se está haciendo esta tarea  en varias diócesis españolas, donde algunas ya llevan un recorrido de muchos años, como Barcelona o Madrid, mientras que otras están empezando este camino, como Orense y Toledo”.

PREGUNTA.- Teniendo en cuenta la situación de las vocaciones ahora mismo, ¿cuál es el papel del diaconado? ¿Está afectando también a este tipo de consagración?

RESPUESTA.- El diaconado es una vocación de servicio, como la de todos, pero ellos -por vocación- ponen más de manifiesto esta dimensión de Jesucristo, Siervo y Servidor de los hombres. Los datos dicen que es una “vocación emergente”. Cada vez son más los diáconos permanentes en nuestras diócesis, y eso siempre es señal de cómo Dios sigue llamando -por diferentes caminos y vocaciones- a su seguimiento. De todas maneras, nunca las cifras son el único criterio a la hora de medir “la vocación”, que siempre será misterio de Dios que llama y elige.

P.- Habitualmente se dice que los diáconos son un “parche” ante la falta de sacerdotes, ¿se puede desmentir esta afirmación?

R.- Para nada. Ese viene a ser como un ‘slogan’ que a fuerza de repetir se quiere hacer pasar por verdad. Ellos no son ‘los suplentes’ entre los clérigos ordenados. El diaconado es una vocación que tiene sentido por sí mismo, forma parte de la estructura jerárquica de la Iglesia (LG 29) y ha sido una vocación que ha coexistido -si bien es verdad que en los primeros siglos de la Iglesia- con obispos y presbíteros en comunión afectiva y efectiva. Actualmente, en la Iglesia local donde hay muchas vocaciones al presbiterado, Dios suele bendecir con muchas vocaciones al diaconado, aunque siempre puede haber alguna excepción. No son dos vocaciones excluyentes, sino complementarias. En la Iglesia no suplen, suman.

P.- Con el pontificado de Francisco se ha abierto nuevamente el debate sobre el diaconado femenino, ¿qué opinión tiene al respecto?

R.- El papa ha creado una comisión de estudio, donde historiadores y teólogos (hombres y mujeres) tratarán de señalar qué papel ocuparon las diaconisas en la Iglesia antigua. Sobre ese tema tenemos bastante conocimiento a día de hoy. Cuando el bautismo se solía recibir en una edad adulta (cosa habitual en el catecumenado primitivo) y era por inmersión, el obispo elegía a una mujer y, mediante bendición -nunca ordenación, ni siquiera consagración- la instituía diaconisa para la ‘unción corporal del bautismo’ y para ‘la inmersión en el agua bautismal’. Además tenían otras misiones eclesiales encomendadas: enseñar a las neófitas, visitar a las enfermas, ayudar a las viudas… Cuando se generalizó el bautismo de los niños en edad muy temprana y se extendió el monacato femenino como forma de vida consagrada dejaron de existir. Y esas tareas ‘diaconales’ las asumieron pronto las diferentes órdenes femeninas que servían con la caridad de Cristo a los enfermos, a los pobres, a los niños… y así hasta el día de hoy. La historia de la Iglesia lo que subraya es lo ‘diaconal’ como estilo de vida, propio de hombres y mujeres.

Elena Magariños

Fuente: https://www.vidanuevadigital.com

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