Conociendo una Escuela diaconal: Instituto de Liderazgo Pastoral de la Arquidiócesis de Chicago

El Instituto de Liderazgo Pastoral (http://www.institutodeliderazgopastoral.org/) es un instrumento de formación para la comunidad Hispana de la Arquidiócesis de Chicago desde 1984. Depende de la University of Saint Mary of the Lake. Durante sus inicios  la prioridad del Instituto de Liderazgo Pastoral (ILP) ha sido el proveer a los participantes una experiencia formativa que abarque todos los aspectos del desarrollo de la persona humana desde la fe y la misión.

Desde el ILP se ofrece un programa formativo  para el Diaconado Permanente,  un proceso de discernimiento y preparación para aquellos hombres que sientan el llamado a servir como diáconos permanentes en la Iglesia. Junto a este programa existe otro para el  Ministerio Pastoral Laico y otro de  Formación Continua.

Programa en Experimento

Entre los años 1978 y 1982, la arquidiócesis crea un programa de formación pastoral para personas de habla inglesa bajo la dirección de la hermana Joanne Seizer.

En 1982, el Padre Lorenzo Maddock, párroco de la parroquia Maternidad BVM, junto con el Caucus hispano de la Asociación de Sacerdotes en Chicago y unos líderes de esa parroquia, participantes del anterior programa, iniciaron unos cursos en español para la población latina de la Arquidiócesis. El primer director de este programa fue el Padre Lorenzo Maddock, y estuvieron colaborando en la facultad los padres Donaldo Headley, Ted O’Keefe, Mike Boehm, Tim McCormick, Juan Huitrado, Jack Hurley y Arturo Pérez. El currículum estaba compuesto por Habilidades Humanas, Sagradas Escrituras, Justicia Social de la Iglesia, Formación de Comunidades y Devociones Populares. La totalidad del programa era de dos años.

El programa de formación para laicos hispanos se inspiró en un proyecto anterior liderado por el comité del cardenal para los de habla hispana durante los años 1956-1968, en el cual participaron Leo Mahon, Bert Carrol, Don Headley y los hermanos de la Familia de Dios. El proyecto formativo giraba alrededor de tres ejes fundamentales: la cultura, la experiencia personal y la fe. La dinámica de las clases incluía: presentación académica, diálogo con preguntas de profundización, y una proyección y relación de lo aprendido con la vida y las exigencias pastorales del momento. La oficina principal estuvo ubicada inicialmente en la parroquia de Maternidad BVM, y posteriormente pasó a la parroquia San Giles, en Oak Park.

Inicio como Instituto

Después de casi dos años como programa experimental se crea el Instituto de Liderazgo Pastoral en 1984, siendo nombrada directora asociada la señora Teresa Pérez, trabajando en su cargo hasta 1988. Al mismo tiempo, en 1984 se nombró al diácono Enrique Alonso como director asociado coordinando el programa del diaconado junto con el P. Juan Huitrado; este programa, junto con el Ministerio Laico y el Diaconado en inglés, estuvo bajo la coordinación del departamento de formación ministerial de la Arquidiócesis. En 1988 Carolina Bentley remplaza a Teresa; mas adelante se unieron Álvaro Dávila y Ana Rivas en calidad de directores asociados.

Consolidación

A finales de los años 80, el diácono Enrique Alonso fue nombrado director del Instituto; las oficinas de estos programas en inglés y en español continuaron en Oak Park hasta el año 2000, año en el cual el Cardenal Francis George trasladó las oficinas a Mundelein bajo la tutela de la University Saint Mary of the Lake/Mundelein Seminary.

El Dr. Jaime Bascuñán fue el director del Instituto desde el año 2003 hasta el 2011, llevando a cabo las directrices básicas del Instituto, con la visión de los fundadores y bajo los estándares de formación ministerial de los obispos de los Estados Unidos.

Actualmente el Instituto cuenta con cinco centros de formación ubicados en diferentes puntos de la arquidiócesis, y es dirigido por su directora Nelly Lorenzo, quien comenzó a servir en el Instituto en el mes de Julio del 2011. En la actualidad contamos con más de 1000 graduados del I.L.P., más de 150 diáconos permanentes, y alrededor de 250 personas participan anualmente de nuestro programa de formación continua.

Programa formativo del Diaconado Permanente

El Instituto de Liderazgo Pastoral tiene como uno de sus objetivos el formar adecuadamente a los futuros diáconos permanentes de nuestra Iglesia. Para este fin, nuestro Instituto cuenta con el Programa de Formación para el Diaconado Permanente, que consta básicamente de dos grandes partes: el período de aspirantado y el de la candidatura.

Partimos en este proceso con el presupuesto de que quien busca el diaconado ha cursado y terminado satisfactoriamente el Programa de Ministerio Laico (dos años de estudios pastorales básicos), o bien ha terminado ya sus estudios teológicos en alguna otra institución, previa validación por parte del Instituto.

Cuatro son las dimensiones o áreas en las que se centra la formación durante estos dos períodos: humana, espiritual, intelectual y pastoral.

Dimensión Humana

“La formación para el ministerio comienza con la formación y el desarrollo humano. Los participantes deben, por lo tanto, cultivar una serie de cualidades humanas, no solamente para su desarrollo y autorrealización, sino también con miras a su ministerio.” (Directorio Nacional para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes, Núm. 106). Las metas de esta dimensión durante la formación del candidato incluyen lo siguiente:

  • Ser capaz de compartir sus experiencias y sus actitudes con los demás según lo verificado en la comunidad formativa, grupo de mentores, colocación en el ministerio pastoral, y autoevaluación.
  • Llegar a ser tanto líder como seguidor.
  • Usar su conocimiento para animar a los demás a reflexionar y compartir sus experiencias en el diálogo y la acción.
  • Demostrar la utilización de recursos adecuados para su desarrollo físico, emocional y espiritual.
  • Tener la iniciativa de estudiar por sí solo y cumplir con las tareas asignadas.
  • Saber escuchar, respetar a todas las personas y ser aceptado como participante de confianza que sabe guardar confidencias.
  • Poder estar abierto al cambio mediante el crecimiento reflexivo en la comprensión.
  • Poder expresar su posición en forma franca al compartir el diálogo y el estudio sin sentirse intimidado ni intimidar a los demás.
  • Integrar y fijar prioridades en sus límites personales en relación con la familia, diversiones, trabajo, ministerio y tiempo a solas.
  • Contribuir a un sistema de apoyo entre ellos.

Dimensión Espiritual

Esta dimensión es el corazón y centro unificador de toda formación cristiana. Siendo siempre dinámica, su fin es promover el desarrollo de la nueva vida recibida en el Bautismo, estableciendo y alimentando actitudes, hábitos y prácticas que fijarán la base de toda una vida de continua vida en el Espíritu.(Cfr. Directorio Nacional para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes, Núm. 110). Como metas, esta dimensión buscará:

  • Ayudar a cada candidato a crecer en santidad, profundizando y cultivando su compromiso con Cristo y con la Iglesia.
  • Ayudar al candidato a discernir si tiene vocación para el diaconado.
  • Ayudar a profundizar su vida de oración personal, familiar, comunitaria y litúrgica, e infundir en el candidato un compromiso de oración diaria por la Iglesia, especialmente mediante la liturgia de las horas.
  • Fortalecer los carismas que ya ha demostrado en su vida.
  • Ayudar a integrar su nuevo compromiso de prepararse para el diaconado con los compromisos previos con su familia y con su empleo profesional.
  • Estar familiarizado con la relación entre espiritualidad y su compromiso con el ministerio de la caridad y de la justicia de la Iglesia.
  • Estar familiarizado con los escritos clásicos y contemporáneos sobre espiritualidad y el testimonio de los santos.
  • Estar preparado para los desafíos del liderazgo espiritual que su ministerio implica.
  • Estar familiarizado con la formación doctrinal.

Dimensión Intelectual

Una sociedad e Iglesia cada vez más educada y las nuevas responsabilidades de liderazgo en el ministerio diaconal, requieren que el diácono sea un testigo instruido y confiable de su fe y un vocero de las enseñanzas de la Iglesia. Por esto, esta dimensión debe comunicar un conocimiento de la fe y de la tradición de la Iglesia que sea “amplio y profundo”, de modo que el participante esté preparado para cumplir su vital ministerio.

La formación intelectual es un precioso instrumento para un discernimiento y ministerio efectivos. (Directorio Nacional para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes, Núm. 118). Como metas, esta dimensión buscará incluir en la formación:

  • Conocer las enseñanzas principales de la Iglesia y dialogar sobre temas de actualidad a la luz de esas enseñanzas.
  • Poder hablar de manera informal acerca de las vocaciones cristianas y del ministerio ordenado, particularmente sobre la Orden de los Diáconos y su triple ministerio de palabra, liturgia y caridad y poder relacionar este conocimiento con su discernimiento vocacional personal y comunal.
  • Participar activamente en la Eucaristía como lector o como ministro extraordinario de la Eucaristía, y en el ministerio con los enfermos.
  • Poder experimentar e invitar a los demás a experimentar profundas expresiones de oración y formas de espiritualidad cristiana.
  • Pueda remitir a otros a los recursos pastorales apropiados, según las necesidades de la comunidad.

Dimensión Pastoral

El propósito de esta dimensión es mucho más que familiarizar al participante con algunas técnicas pastorales: se trata de iniciar al aspirante y candidato en la sensibilidad de lo que significa ser un discípulo de Jesús, que vino a servir, no a ser servido. (Directorio Nacional para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes, Núm. 126). Esta dimensión es la integradora del proceso de formación, forjando un lazo estrecho entre las otras tres dimensiones, e incluye como metas:

  • Poder nombrar los recursos teológicos apropiados que sean útiles para el estudio y servicio ministerial.
  • Poder comunicarse eficazmente en forma oral y escrita.
  • Utilizar eficazmente diversos patrones de comunicación cultural según sea el caso, y usar recursos multiculturales apropiados y dirigir a los demás hacia éstos.
  • Discernir la manera en que Dios lo llama al ministerio y, en reflexión, relacionar su experiencia pastoral y personal con la teología, captando la presencia de Dios al interesarse por las necesidades de pobres o de los más necesitados.

Participación de la Esposa

“La familia es la comunidad primaria que acompaña al candidato en su jornada de formación. A los candidatos casados, la comunión de vida y amor establecida por la alianza matrimonial y consagrada por el Sacramento del Matrimonio, ofrece una ayuda singular en el proceso de formación. La familia del candidato soltero también contribuye a su formación…” (Directorio Nacional para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes, Núm. 212).

Durante el tiempo del Aspirantado, es requisito que la esposa del aspirante acompañe a su esposo a todos y cada uno de los eventos programados. Con esto se busca que la esposa conozca y entienda bien lo que es el diaconado y las responsabilidades y el estilo de vida que éste demanda, de modo que ella sea plenamente consciente de ello antes de otorgar su permiso.

Durante los años de Candidatura, las esposas tienen la opción de una participación completa o parcial en el programa. Esto significa que, aunque las esposas no están obligadas a participar en los cursos para diáconos, ellas podrán participar en los cursos si así lo desean. Las esposas que se comprometan a acompañar a sus esposos deberán participar de todas las clases y actividades que requiera el programa; las esposas que decidan no acompañar a sus esposos en los cursos, deberán entonces acompañarán a sus esposos en todos los días de formación, talleres, reuniones de evaluación y retiros.

Acompañante Espiritual

La Dirección Espiritual es parte integral del proceso de formación de toda persona que se prepara para el ministerio pastoral. Es el acompañamiento en el camino espiritual de una persona para ayudarle a discernir lo que El Espíritu Santo le está motivando sobre los designios y la voluntad de Dios en su vida. Es la formación individual de una persona que busca con sinceridad el crecimiento personal hacia la santidad en esta vida. Generalmente la dirección espiritual es entre dos personas: el/la director(a)/acompañante y el/la dirigido/a.

Proceso de Elección del Director/Acompañante Espiritual

Cada formando deberá tener un director espiritual. Estos encuentros con una persona conocedora y experimentada en los procesos de crecimiento espiritual le permitirán a los/as formandos poder comprender y asumir la propia experiencia de su historia personal a la luz de la Palabra de Dios. Los Directores Espirituales acompañan a sus dirigidos en el proceso de discernir las experiencias y etapas de su propio camino espiritual.

  • El director espiritual deberá ser elegido de la lista de directores aprobada por el Cardenal (ver Manual de Formación Espiritual). También el formando puede proponer a una persona de su propio conocimiento. En ese caso, necesita contar con la aprobación del cardenal, que será solicitada por el ILP.
  • Para director espiritual no deberá ser elegido el propio párroco, dado que él será parte del fuero externo en el proceso de evaluación de los aspirantes y candidatos.
  • El formando tiene la responsabilidad de ponerse en contacto con su director espiritual y de informar al equipo de formación del ILP sobre la regularidad de sus encuentros. El formando debe tener su director espiritual normalmente a más tardar el 1 de diciembre del año en que inicia su aspirantado.
  • Si fuese necesario, se podrá cambiar de director espiritual. En ese caso, deberá notificar a los directores del ILP sobre dicho cambio.
  • Se espera un encuentro del formando con su director/a espiritual una vez cada seis semanas como mínimo.

Se recomienda que también las esposas de los Aspirantes y Candidatos tengan un director espiritual.

Las conversaciones con el director espiritual son de carácter confidencial, por los que los directores no podrán compartir el contenido de estas con los formadores, a menos que tengan el consentimiento del dirigido. En este sentido, lo único que el ILP puede preguntar a los directores espirituales es sobre la regularidad de las entrevistas que tuvieron con los/as formandos.

Supervisor

Cada Candidato deberá tener un Supervisor. Esta persona será por regular el párroco u otra persona asignada por el Párroco. El Supervisor y Candidato se reunirán mensualmente para compartir como va su proceso de formación y su crecimiento en relación a su servicio pastoral. Al mismo tiempo, el Supervisor ayudará al candidato a tener una mayor integración al trabajo ministerial de la parroquia, cuidando que se dé prioridad a la formación y al estudio. El candidato tiene el deber de tener al tanto a su supervisor de lo que está ocurriendo en el proceso de la Candidatura. El Supervisor deberá enviar una evaluación escrita al final de cada trimestre.

Evaluaciones

Tanto los Supervisores como el Equipo de Formación harán evaluaciones escritas trimestralmente sobre el proceso del candidato y su esposa; del mismo modo, el candidato y su esposa presentarán una auto-evaluación de su proceso. Las evaluaciones servirán al Equipo de Formación como una guía para ver dónde los participantes necesitan más ayuda, como también para ir descubriendo los signos positivos del llamado diaconal. “Toda evaluación, [por tanto], tiene un doble propósito. Afirma la identificación del participante de sus dones y capacidades, exhibe áreas de mayor crecimiento y desarrollo, e indica sus limitaciones” (DNMVDP, Núm. 156).

Entrevista/evaluación anual

Al final de cada año habrá una reunión entre el candidato y su esposa, el supervisor/párroco, y el equipo de formación. Esta reunión tiene como objetivo facilitar un diálogo para evaluar el proceso de formación del candidato. El candidato presentará una reflexión de su proceso, así como el equipo de formación harán sus comentarios y observaciones del proceso. Se pondrá atención en los logros y retos en cada una de las áreas de crecimiento: personal, espiritual, intelectual y pastoral (Ver anexo, 4-way meeting).

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