Homilía de monseñor Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto (Argentina), en la ordenación diaconal de Javier Rinaldi

Enviado por: José Espinós

Parroquia Santa Catalina de Siena

Queridos hermanos:

Estamos celebrando la Eucaristía en la cual Javier, miembro de esta comunidad de Santa Catalina, será ordenado diácono permanente, iniciando así un ministerio particular en el Pueblo de Dios.
El diácono está ligado al obispo y a su disposición. Las tres funciones esenciales que ha de ejercer son: el servicio litúrgico, el servicio de predicar el Evangelio y el servicio de caridad, en especial con los más pobres.

El texto de Isaías que escuchamos en la primera lectura, tal como nos lo narra el evangelista Lucas, es asumido por Jesús para marcar el comienzo de su misión en la sinagoga de Nazaret: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vender los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor…”

Este texto, con el cual Cristo inaugura su ministerio, nos ilumina a la hora de pensar la misión primordial del diácono permanente: “ha de llevar la buena noticia a los pobres”. Es un servicio hacia los predilectos de Jesús.

Por esta razón Javier, cuando bendigas, prediques la Palabra, distribuyas la Eucaristía, administres los bautismos, celebres los matrimonios y sirvas con amor a los pobres, los hombres tendrán que percibir que eres un auténtico “servidor de Cristo y un administrador de los misterios de Dios”…

Todo esto es un regalo del Señor quien te eligió y te llamó. De este don tendrás que tomar una conciencia creciente cada día para evitar así la tentación del orgullo. Tu misión de acompañar al obispo y al sacerdote, la de ser un referente de la comunidad no debe llevarte nunca a buscar “distinguirte” de los demás dado que todo lo has recibido gratuitamente, por puro don del amor misericordioso de Dios.
Qué las palabras de Jesús a Pedro y los Doce en la noche de la Última Cena se te graben a fuego en la memoria y en el corazón a fin de que puedas hacerlas vida: “Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros”.

Lavar los pies significa ejercer un servicio humilde pero también disponibilidad. Has de estar disponible para tu familia, que es a la primera que debes acompañar, y disponible para la comunidad, sirviendo con alegría en las variadas actividades que la pastoral parroquial exige y demanda.

Querido Javier: rezo a fin de que los hombres puedan descubrir en vos alguien que, a través del ejercicio gozoso de su ministerio diaconal, haga presente entre ellos a Cristo Resucitado.

Qué la Virgen Madre, la “humilde servidora del Señor”, te proteja, acompañe y haga fecundo tu ministerio.

Mons. Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto

 

Noticia tomada de: http://diocesisriocuarto.org.ar/

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