Homenaje al “santo cura desconocido”

+ Domingo Salvador Castagna,

Arzobispo Emérito de Corrientes

Corrientes, Argentina, 10 de mayo de 2010 (AICA)

 

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, dedicó su reflexión sobre el Año Sacerdotal correspondiente al mes de mayo, al padre Alfonso Mariano Donnis, antiguo párroco de San Francisco Solano y canónigo de la catedral metropolitana de Buenos Aires, fallecido en la década del ’60.

 

El prelado se propuso ofrecer una semblanza del “santo sacerdote ‘desconocido’” para “reunir a tantos hombres santos que murieron silenciosamente en el ejercicio cotidiano del ministerio sacerdotal”, y eligió al padre Donnis por haber sido “un sacerdote de carne y hueso, que escribió su propia página en la historia de la Iglesia de Buenos Aires, que vivió oculto en una parroquia de la periferia y que murió hace cincuenta años en el silencio y la pobreza”.

 

“Fue mi párroco cuando yo era un niño -recuerda monseñor Castagna-; vio nacer y crecer mi vocación sacerdotal, la cuidó y me condujo al Seminario. Pudo verme ordenado sacerdote y asistió conmovido a mi primera misa”.

 

Al calificarlo como “profundamente piadoso”, subraya: “La mirada sencilla de aquel humilde cura contemplaba, como naturalmente, a Dios. Lo testimoniaba con simplicidad, especialmente al ejecutar algunas acciones de su ministerio. Recuerdo que su confesionario estaba asediado por penitentes de toda edad, particularmente por hombres adultos. Me asombraba la nutrida fila de señores que se arrodillaban por turno ante aquel hombre de Dios para confesarse y recibir el perdón. En la celebración de la Misa manifestaba un singular fervor; sus formas parecían desgarbadas, pero correctas y piadosas”.

 

Asimismo, destaca la humildad como “su virtud característica”, también “su trato bondadoso con todos, y su extraordinario afecto y delicadeza hacia los niños”.

 

De los últimos años del sacerdote, monseñor Castagna recuerda que “su salud, siempre muy frágil, motivó la renuncia a la querida parroquia de San Francisco Solano. Desde entonces, nombrado Canónigo, ascendía cotidianamente al tranvía que lo conducía a la Catedral. Esos viajes, me confesó, le permitían despejarse y aliviar sus frecuentes dolores de cabeza. Se alojaba en un pequeño departamento, atendido por su piadosa ama de llaves, doña Margarita. Pude visitarlo con bastante frecuencia. Me invitaba a tomar el té y a sostener largas conversaciones espirituales. Sabía dar lo que recibía de Dios en su admirable recogimiento y soledad”.


Exponente de otros santos desconocidos

 

Por último, presenta al padre Donnis como un “exponente de otros santos desconocidos”, y expresa: “¡Qué imagen simple e imborrable la de aquel humildísimo sacerdote! A partir de esa singular visión podríamos reconstruir otras imágenes sacerdotales, virtuosas y sembradoras de virtudes, sumergidas hoy en el olvido de una sociedad moralmente debilitada”. En ese sentido, subraya la necesidad de “recordar a esos hombres y destacar los frutos de su ministerio sacerdotal. Son quienes han conservado la fe y han preferido el anonimato, alentados por la esperanza de una recompensa superior a todo premio y homenaje”.

 

“El padre Donnis -asegura- es un exponente de ese ejército incontable; la antítesis de otros pocos malintencionadamente presentados por algunos medios como si no hubiera santos – los más – a quienes la Iglesia y el mundo deben el beneficio de la credibilidad de la palabra predicada y de la doctrina”.

 

Por ese motivo, tras afirmar que “la santidad es el testimonio que el mundo espera de los cristianos para creer” y “es capaz de vencer el hecho doloroso e inocultable del mal testimonio, sea cual fuere el responsable del mismo”, el arzobispo correntino termina: “Estamos concluyendo el Año Sacerdotal. Es honesto presentar a los incontables santos sacerdotes que atestiguan la eficacia de la gracia que hace santos a los humildes. El padre Donnis es uno de ellos a quien la gracia de Jesucristo hizo lo que fue, como a San Pablo”.

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