Experiencia de un diácono chileno en el Jubileo del CID.

Enviado por el diácono Miguel Angel Herrera
Entre el 19 y el 26 de octubre, fui invitado a participar en el Encuentro de celebración por los 50 años de la restauración del diaconado permanente y de la creación del Centro Internacional del Diaconado, CID, al final del Concilio Vaticano II.  Este Encuentro se efectuó en la Casa 00“Fraterna Domus”, en Roma y en la ciudad de Asís.
En la Fraterna Domus, me correspondió alojar en la Casa Tabor, la que permitió un descanso reparador, luego de las múltiples actividades desarrolladas durante este Encuentro Jubilar.
En el Encuentro participaron más de 600 personas, de 35 países del mundo.  Los idiomas oficiales del Encuentro fueron el alemán, el inglés y el español.
En cuanto a los contenidos el Encuentro buscaba que todos los participantes pudiésemos reflexionar y orar en torno al pasado, al presente y al futuro del diaconado permanente, en toda nuestra Iglesia, que está inserta y actuando en todos los continentes.
En cuanto al pasado del diaconado, pudimos visitar la Iglesia de San Lorenzo diácono y San Esteban diácono, ambos valientes mártires de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, en los primeros siglos del cristianismo. También pudimos empaparnos de la vida y de la espiritualidad de San Francisco de Asís, diácono, que amó a la pobreza, imitando el camino de Jesús, el Buen Pastor, que vino a servir y no a ser servido. Este contacto con el pasado nos ayudó a valorar los dones de servicio y de predilección a los más pobres, que el Espíritu Santo suscitó en los inicios de nuestra fe cristiana y que supo enfrentar al poderoso imperio de esa época, que tanto persiguió a los que profesaban su fe en Cristo Jesús.
En relación al presente del diaconado, pudimos compartir en grupos, por idiomas oficiales, nuestra mirada sobre las fortalezas y debilidades, de los avances y de las dificultades, que experimentamos los diáconos, en nuestras respectivas realidades.  En el grupo de idioma español, en que participamos más de veinte personas, de Colombia, Costa Rica, Españña, 0Venezuela, Chile, Argentina, Bolivia, Brasil y de Roma, como conclusión señalamos que es muy importante potenciar una formación permanente, para obispos, presbíteros y diáconos, de acuerdo a una eclesialidad, el modelo de iglesia de comunión y de servicio, de participación y de ministerios, que nos ha indicado el Concilio Vaticano II, para poder evangelizar y para servir en el mundo de hoy.
El hecho de interactuar, todo el día, en celebraciones litúrgicas, en laudes, vísperas y en la Eucaristía, con hermanos diáconos y sus esposas, con obispos y sacerdotes, provenientes de países como  Zimbawue, Hong Kong, Taiwán, Lituania, Letonia, Alemania, Francia, España, Brasil, Colombia, Costa Rica, México, República Checa, Italia, Holanda, Estados Unidos, Australia, Canadá, India, Cuba, Argentina, Bolivia y de otras nacionalidades,  constituyó una lección de universalidad y de fraterno diálogo, de apoyo, de conocimiento, de humor, de cantos  y de esperanza, que nos ayudó a cargar las baterías, para continuar sirviendo en nuestras respectivas unidades pastorales, parroquias, colegios, universidades, en terreno, y en las diversas fronteras de los países y diócesis, en que nos encontramos incardinados, insertos y comprometidos.   La premiación –que hizo el CID- de varios proyectos en los que los diáconos permanentes y sus familias prestan un valioso servicio y ayuda fraterna, para la promoción de los más pobres, también nos ayudó a  pensar en desarrollar proyectos nuevos, para tiempos nuevos.  La convivencia cotidiana nos ayudó a valorar el presente y a pensar juntos, en nuevos horizontes y posibilidades.
La cotidianidad plural de solidaridad y de afecto, de alegría y de paz, fue un verdadero bálsamo para el alma.  Nos pudimos entender, y animar, más allá de las palabras y del idioma, y eso es maravilloso.
En cuanto al futuro del diaconado, nos ayudaron mucho las exposiciones y conferencias de expertos en el diaconado en distintas latitudes y los testimonios de hombres y mujeres, pastores, incluso pastoras de otras iglesias cristianas, que nos hicieron pensar que el diaconado no puede quedarse encerrado en los templos, sino que (en palabras del Papa Francisco) los diáconos somos “embajadores de Cristo”, encarnados, misioneros en el mundo. O que el diaconado permanente, que está orientado al servicio, no al sacerdocio, también podría ser dirigido a las mujeres, ya que ellas -muchas veces-  están más comprometidas que los varones, en diversas labores de  servicio y en misiones difíciles- que desarrolla nuestra Iglesia. Dios nos ayude en este camino, de ser puentes, entre la Iglesia y nuestras sociedades, entre el Evangelio y la cultura secularizada y pluralista de la modernidad contemporánea.
También tuvimos el tiempo para participar en la Audiencia General con el Papa Francisco, en la Plaza del San Pedro, en el Vaticano, tiempo para conocer y reconocer la ciudad de Roma y para visitar la Basílica de San Pablo Extramuros, en la que dos matrimonios diaconales, de Colombia y de Hong Kong, pudieron compartir sus historias y testimonios de amor en Cristo, sus problemas y dificultades,  y de compromiso con la evangelización y el servicio que efectúan en sus respectivos países.
Agradezco a Dios y al CID esta posibilidad de haber participado en este Encuentro internacional de diáconos permanentes, que fue una verdadera celebración, una Fiesta, en la oración y en la convivencia humana, con hermanos y hermanas provenientes de todos los continentes del mundo. Que Dios bendiga a todos los miembros de la directiva del CID, que trabajan y que  luchan, día a día, para que los diáconos seamos lo que debemos ser y hacer en el mundo y para que estemos cada vez más unidos, sin temores, con mucha alegría y esperanza, ya que el Espíritu Santo (que anima a toda la Iglesia) hace nuevas todas las cosas.
Siendo el único diácono permanente de Chile, que pudo asistir a este Encuentro, me siento humilde y feliz de haber representado -de alguna manera- a los más de 1.100 diáconos permanentes de todas las diócesis de mi país.

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