Evangelizar en tiempos de coronavirus, diácono Guido Jiménez, Madrid, España

Santa María Madre de la Iglesia: «No tenemos cuerpo ni para vacaciones»

Carabanchel Alto. A la sombra de la Quinta del Conde de Campo Alange, del Palacio de Godoy, sede ilustrada de la buena vida de la otrora nobleza madrileña, dentro de un inmensa finca, ciudad de María, en el flanco que mira cara a cara a la inmigración de los años sesenta, ahora latinoamericana y magrebí, se encuentra el edificio singular de la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia, Gómez de Arteche, 30, ahora convertida en el pulmón de la caridad de Carabanchel Alto, una parroquia, otra más, pura Cáritas. Por cierto que el templo es obra de la singular arquitectura de Luis Moya y expresa la teología litúrgica del Concilio Vaticano II.

Pero, por desgracia, no estamos para arquitecturas, ni para muchas teologías, o sí, mientras la crisis del Covid-19 arrecie. Ni para historias, aunque la de la presencia de los Marianistas daría mucho juego. Hoy son dos comunidades, la de Siquem y la de San Isidro, aneja a la parroquia. El P. Herminio Martínez Molina es el joven párroco, religioso marianista, todo bondad, todo entrega. Hacía tiempo que un texto no se escribía tan fácil gracias a los buenos oficios de este religioso, que está acompañado en la entrevista por Paqui Murillo, responsable de la Cáritas, y del diácono permanente, Guido Jiménez.

Los tres, casi al unísono, son capaces de hacer un retrato escalofriante de lo que ha tenido que hacer, y lo que sigue haciendo, la parroquia por estas fechas. La conversación se desarrolla en un pequeño despacho contiguo a varias salas llenas de paquetes de comida. Si me apuran diría que el suelo del templo acabará siendo también parte de este almacén improvisado. «La realidad es tan fuerte que no nos impide relejarnos», dice el P. Herminio. Añade Paqui: «Antes de la crisis atendíamos a cerca de una treintena de familias. Pero llevamos ya un par de meses con una media de ochenta y cinco familias que dependen de nuestra ayuda. Hemos tenido que aumentar los días de acogida, la atención a las familias y la distribución de alimentos».

Guido, que escucha e interviene con certera puntería argumental, insiste en que «ya no son solo los alimentos. Ahora son otro tipo de necesidades provocadas por la crisis, personas en paro, familias que viven en un cuarto y que, según las circunstancias, llegan a pagar incluso 400 euros al mes. Por un solo cuarto, derecho a cocina, baño compartido, niños pequeños». Los alimentos llegan de los fieles de la parroquia y de la comunidad del Colegio Hermanos Amorós, que se ha volcado.

«Pero no sabemos cuándo puede terminar esta situación y no podemos dejar tiradas a las personas», señala Paqui. Mientras hablan, en sus ojos se reflejan, como si fuera un espejo, los rostros de las mujeres, de los hombres, de los niños que esperan con paciencia su turno, con quienes comparten sus desvelos. A Paqui, con una espontaneidad que hay que agradecer, se le escapa: «No tenemos cuerpo ni para vacaciones. Este año vamos a seguir teniendo abierta la puerta de Cáritas, como para pensar en irnos a descansar».

Voluntarios
Es tanta la implicación personal de los voluntarios con las necesidades de las personas que han tenido que intensificar la dimensión espiritual y de ayuda psicológica. La creatividad de la caridad les ha llevado, por cierto, a abrir un pequeño despacho que ayuda para tramitar el Ingreso Mínimo Vital. Sí, la parroquia se especializa en burocracia. También tienen el Proyecto Satélite, que ayuda a las personas a formarse y a encontrar trabajo.

Cuando pasamos a ver el templo, el P. Herminio tiene el detalle de rezar por el periódico, los periodistas, las familias de los periodistas. Porque nada de lo anterior sería posible sin la espiritualidad que sintetiza bellamente la imagen de la Virgen María que acoge entre sus brazos a los 14.000 fieles de la parroquia. Una comunidad de fe que tiene como objetivo hacerse visible y accesible, que tiene como prioridad incorporar a los jóvenes, que cuenta con un grupo de Taizé que desde hace cuarenta años tiene su oración semanal, también con un grupo de Vida Ascendente, y con el espíritu presente en todas las acciones de la familia marianista. «Hay un deseo de Dios, hambre de Dios», dice el P. Herminio. Ese hambre, ese deseo, aquí se sacia.

Fuente: abc.es

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