Entrevista al diácono Guido Goossens

Guido Goossens

Guido es un diácono célibe belga que reside en Chile desde marzo de 1974. Nació en un pueblo rural, Zoersel, cerca de la ciudad de Amberes, el 4 de abril de 1948 y fue ordenado como diácono por don Carlos González, el 6 de Junio del año 1976. Actualmente vive en la Villa San Antonio, ejerce su ministerio en la Parroquia San Sebastián, colabora en la Pastoral Penitenciaria de Talca y participa en una gran diversidad de actividades que buscan el reconocimiento y la promoción de la dignidad humana. Ha sido descrito como un “hombre simple, profundo, carismático y transparente” quien está dedicado “a predicar el evangelio, especialmente en los sectores más necesitados; “representa los valores de solidaridad, humildad, compromiso y consecuencia con los más desposeídos.” Es conocido cariñosamente como el hombre de la bicicleta.

Nos reunimos con Guido en su casa  en la Villa San Antonio.

Jim: Gracias por recibirnos en tu casa para conversar sobre la relación entre tu experiencia de fe cristiana y compromiso social.

Guido: He pensado que en vez de hablar de mi persona puedo darles unas pistas de otras personas, especialmente laicos, a quienes se puede entrevistar sobre el tema de la investigación.

Jim: Podemos hacer las dos cosas, primero conversar sobre tu propia experiencia y después ponernos en contacto con las personas que nos recomienda. Si estás de acuerdo podemos comenzar considerando cómo la familia influyó sobre tu formación en la fe.

Guido: Antes, en mi casa en Bélgica, desde mi infancia, vi cómo la fe y la acción social iban juntas. Mis hermanas mayores, por ejemplo, desde su fe animaban un grupo de scout de jóvenes discapacitados y organizaban paseos, campamentos, peregrinaciones con ellos, donde el servicio al prójimo y la expresión religiosa formaban un conjunto e involucraban también a toda nuestra familia en sus iniciativas.

Howard: ¿Nos puedes contar sobre tu primer encuentro con el evangelio?

Guido: Fue en el colegio a partir de las clases de religión, porque en la casa se practicaba la religiosidad popular, como por ejemplo rezar el rosario con mis papás y hermanos, visitar ciertos santuarios. Claro, antes de ir a Humanidades había escuchado leer el evangelio los días domingo cuando íbamos a misa como familia. Pero se leía en latín  y casi siempre los mismos textos, ya que en ese tiempo la selección de los textos era de acuerdo al santoral y no era una lectura centrada en la vida de Jesús como la hacemos ahora. Cuando me puse a leer el evangelio como tal, esto fue en la enseñanza media.

Howard: ¿Cuándo decidiste seguir a Cristo?

Guido: Como a los trece años. Al inicio de mi enseñanza media afloró este deseo. Por supuesto hubo  altos y bajos, pero Jesucristo y el misterio de Dios  me cautivaban y aparecieron como algo que podía llenar mi vida definitivamente. Me acuerdo cómo la mirada de Jesús desde la inmensa cruz que había en la Iglesia parroquial, me tocaba de una manera especial, no me dejaba indiferente, suscitaba momentos de emoción y también de alabanza.

Jim: ¿Recuerdas unos primeros momentos en que el Evangelio te habló claramente a tu experiencia de la fe?

Guido: Los pasajes del Evangelio  que me impactaron particularmente eran los textos relacionados con la Semana Santa, como el lavado de los pies, el anuncio del mandamiento nuevo del amor, la oración de Jesús por la unidad, la oración sacerdotal y la pasión. Éstos han sido pasajes importantes así como el final del evangelio de San Mateo en el envío de los discípulos a todos los pueblos de la tierra y la promesa que estaría con ellos hasta el fin del mundo. Son textos que me conmovieron profundamente. Son palabras que me llevaron a experimentar la radicalidad, la grandeza, la supremacía de Jesús y que yo sentía que Él las dirigía a mí.

Howard: ¿Cuál es la fuente u origen de tu compromiso?

Guido: Es la acción misteriosa del Espíritu Santo que despertó en mí la admiración por mis familiares creyentes y por sacerdotes misioneros que visitaban la casa y el Espíritu que produjo una sintonía con este estilo de vida.  A través de ellos llegué al Evangelio  y me conecté con la belleza y lo atrayente de la vida y del mensaje de Jesucristo y comenzó a aflorar  el deseo de seguirlo. Después fui descubriendo lo importante del hecho que Jesús asume las condiciones de los pobres para llevarles la buena noticia del Reino. Un Reino en el cual tendrán un papel protagónico y el cual abarca todas las dimensiones de la vida social, política y económica.

Jim: O sea, con el correr de los años tu fe creció, en su dimensión social y en otras dimensiones.

Guido: Después de la enseñanza media entré en el seminario diocesano y de allí nos mandaron a la Universidad de Lovaina para ampliar nuestro conocimiento en otras materias antes de estudiar Teología. Yo elegí estudiar sociología de la religión. Estos años coincidieron justo con el despertar del movimiento estudiantil que reclamaba cambios profundos. Se cuestionaba el verticalismo o autoritarismo plasmado en las distintas instituciones que conforman la sociedad, como la política, la economía, la Iglesia, el matrimonio y por su puesto también la universidad.

Hubo un enorme grito por más libertad, participación, equidad e iniciar nuevas formas de ser universidad, de ser iglesia, de hacer política, de ser pareja, etc. y también nuevas relaciones comerciales y culturales con el tercer mundo.

Pertenezco a esta generación llamada de “mayo del 68”, cuando los estudiantes en Francia, Bélgica, Alemania se tomaron las calles, universidades, hacían alianzas con sindicatos y trabajadores para lograr una sociedad más justa y centrada en otros valores.

Fui descubriendo que mi fe se relacionaba íntimamente con esta  necesidad de transformar la sociedad. En la parroquia universitaria donde participaba,  iban muy ligados el movimiento estudiantil, los puntos de interés del movimiento estudiantil y las liturgias que hacíamos. Dentro de este proceso tomé contacto con las noticias que venían de América Latina, donde se veía una Iglesia bastante comprometida con este proceso de transformación a favor de los pobres y oprimidos;  había un episcopado que  optó decididamente por más  justicia social y una transformación seria de la economía capitalista. Ver y escuchar a un obispo como Don Helder Camara, del Nordeste de Brasil, en su visita a Lovaina, era algo inédito y conmovedor; era estar en presencia de un verdadero profeta.

Howard: ¿Esto te motivó a venir a Chile?

Guido: Si, tenía interés en aprender, conocer y cooperar en este proceso que también en 1968 encontró su expresión emblemática en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Medellín. Después de terminar mis estudios en sociología hice dos años de teología y en este lapso, conocí al sacerdote Belga, José Comblin, quien había llegado en 1972 a Talca. Él, todos los años, en el mes de octubre, realizaba un curso de misiología en Lovaina. Yo fui a este curso, motivado también por mi hermana Anita que ya trabajaba en Chile como misionera laica, y  quedé cautivado por sus planteamientos . Al final del curso compartí con él mi inquietud de partir a América Latina para participar en esa Iglesia más comprometida con la suerte de los más postergados. Comblin consultó a don Carlos González, el Obispo de Talca de ese entonces, quien en mayo de 1973 me envió una carta diciendo  que me esperaba para colaborar con la Iglesia de Talca. Entonces me matriculé en un instituto de Lovaina que se llamaba Copal (Colegio pro América Latina), donde se preparaban, durante cuatro meses,  consagrados y laicos de distintos países de Europa que iban a trabajar en América Latina en diversos países y proyectos.

En septiembre de ese año don Carlos iba a pasar por Bélgica para concretar con el Obispo de Amberes mi traslado como seminarista a la Diócesis de Talca, y resulta que el día de su llegada el calendario marcaba 11 de septiembre, y don Carlos vio la Moneda en llamas en el televisor de mi casa. Fue el día  del golpe militar en Chile.  A pesar de aquello, yo ya había decidido compartir la suerte de la Iglesia en América Latina y el traspaso se hizo.

Pocas semanas después comenzaron a llegar los primeros exiliados y así nos  enteramos de lo que estaba sucediendo en Chile de primera fuente.

Cuando llegué en 1974 a Talca, se había instalado un régimen militar que fue descabezando todo el movimiento social. Toda la proyección social de nuestra fe había que comentarla en voz baja y entre cuatro paredes. En los primeros años el Obispo me asignó a trabajar con el padre Chito Espinoza y Agustín Vial en la Juventud Estudiantil Católica  (JEC) y la Asociación de Universitarios Católicos (AUC), donde estuve hasta 1978 cuando fui a Santiago hasta 1981 para complementar mis estudios en teología en la Universidad Católica. Allí fui a vivir en la población La Bandera con 2 sacerdotes canadienses y 2 jóvenes obreros, posteriormente en una comunidad de los Sagrados Corazones en la Población Yungay con los Padres Pablo Fontaine, Ronaldo Muñoz, y Gerardo Johannon  grandes maestros y profetas. Yo hacía un trabajo pastoral en la población La Bandera. En este tiempo tomé contacto con el movimiento estudiantil, el movimiento obrero, el movimiento de pobladores que comenzaban a reorganizarse y también de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, quienes en este año de 1978 organizaron su primera gran huelga de hambre. Poco después en La Bandera se produce la primera toma de terreno bajo dictadura y también se dan las primeras huelgas de los trabajadores. Incluso en la misma Universidad Católica que estaba intervenida, los estudiantes de la facultad de Teología, apoyados por otros,  organizan  un paro de 48 horas, solidarizando con algunos compañeros que fueron detenidos durante la marcha del 1 de mayo.

Jim: ¿Qué animaba tu participación en estas actividades?

Guido: Detrás de esta participación está la convicción y el sentimiento de solidaridad con el sufrimiento del otro, está la indignación ante los atropellos que se cometen y el apoyo a las personas y organizaciones que se atreven a reclamar que sus derechos y dignidad  fueran respetados. Esto implicaba  cuestionar el régimen socio-político, que en ese momento se había implementando y junto con la gente comprometida que vivía en estas poblaciones, influyeron también las obras de maestros-teólogos como la Teología de Liberación de Gustavo Gutiérrez y La práctica de Jesús de Hugo Echegaray así como Leonardo Boff y Jose Comblin, que nos ayudaron a hacer  el puente  entre estos movimientos y la interpretación que uno hace del Evangelio.

Howard: ¿Esto fue una participación junto con no-cristianos?

Guido:   En este contexto había mucho acercamiento entre cristianos y no-cristianos y fueron especialmente estos no-cristianos que fueron descubriendo un rostro de la Iglesia y de la fe que desconocían. Muchos quedaron realmente sorprendidos porque nunca pensaron que la Iglesia iba a proteger a sus familiares de la persecución y ayudarles a salir del país, incentivar sus organizaciones. Y los cristianos se dieron cuenta que muchos no-cristianos socialistas, miristas, comunistas tenían muchos valores en común y entre ellos había muchas personas muy íntegras.

Jim: Entonces en los años de estudio en Santiago lo que se destaca es una formación pastoral mediante su participación en la acción solidaria de la Iglesia. Cuéntanos algo de tus estudios en teología durante este tiempo.

Guido: A pesar de que la Universidad estaba intervenida y que el rector era un almirante, dentro de la facultad de Teología había espacios para una reflexión más crítica y más abierta. Tuve maestros muy sólidos como los padres Sergio Silva, Beltrán Villegas, Fernando Montes, Sergio Zañartu, Jorge Medina y Pedro de la Noi y los laicos Antonio Bentué, Juan Noemi, Waldo Romo, hasta donde me acuerdo. Los mismos profesores tenían que cuidarse y algunos nos animaron a leer autores de los cuales no podían hablar en voz alta, bajo pena de ser sancionado o expulsado de la Universidad, como le pasó al padre Ronaldo Muñoz. Así formamos un pequeño grupo de estudio complementario de teología latinoamericana. Durante el año 1982, terminé mi memoria en la Facultad de Teología sobre la evolución en el pensamiento cristológico de Leonardo Boff. Mi profesor guía era el padre Juan Ochagavía, sj

Howard: Cuéntanos de que se trata tu tesis sobre Boff.  

Guido: Leyendo los distintos escritos de Leonardo fui descubriendo que su Cristología fue evolucionando y hasta los años 80 se podría distinguir nítidamente  tres periodos. Está su etapa europea, cuando está muy influenciado por Pierre Teilhard de Chardin, y presenta a un Cristo cósmico. Después,  al interiorizarse de la situación dictatorial en  Brasil, se puede distinguir una Cristología del exilio, de la cruz y del dolor. Después comienza la etapa de una Cristología en una perspectiva de liberación, en sintonía con otras Cristologías latinoamericanas, en las cuales aparece más decididamente el aspecto luchador de Cristo, su compromiso con los pobres y su victoria más allá de la cruz. Puse atención a la relación entre  los diferentes aspectos de su pensamiento cristológico y las diferentes situaciones socio-culturales y académicas en las cuales el autor estaba inserto; el impacto del “Sitz im Leben”, del contexto histórico sobre su modo de ver el Jesús histórico.

Howard: ¿Volviste a Talca después de terminar tus estudios?

Guido: Si, volví en el año 1982, ya que, como diácono estoy incardinado en la diócesis de Talca; me  siento mucho más a gusto también en una ciudad de provincia y  por lo demás ya había echado raíces en Talca: había una red de amigos  y sobre todo un grupo de sacerdotes con quienes me identificaba  fuertemente por su estilo de vida , de trabajo en equipo, su pastoral desde la inserción y quienes podrían ayudarme a seguir creciendo en la fidelidad al Evangelio y  en el compromiso con la gente sencilla. Eran los sacerdotes del Prado.

Howard: ¿nos puedes aclarar el sentido de la palabra “inserción”?                              

Guido: Por inserción entiendo tomar en serio la encarnación del Verbo de Dios: “y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, se hizo hombre común y corriente, un  vecino más, un artesano como tantos otros, compartiendo las condiciones de vida y la cultura de los pobres de la tierra. Insertarse es como in-corpo-rarse, formando  un solo cuerpo, con el mundo popular. Y de allí, conociendo sus grandezas y flaquezas, Jesús les preparó  para ser constructores del nuevo Pueblo de Dios.

Jim: Así que quedaste impresionado por el estilo de vida  e inserción de los sacerdotes del Prado.

Guido: Efectivamente. Dos de ellos eran sacerdotes obreros; o mejor dicho, Florentino era obrero-sacerdote; nunca  dejó de trabajar manualmente, tampoco cuando se preparó a sus 42 años  para el sacerdocio; era gásfiter; y P. Carlos, después de su formación en el seminario, opta  por ser camionero y así ayudar al P. Guido Lebret a mantener el Hogar del Despertar.  Los otros 3 sacerdotes eran de origen francés y bretón, pero súper bien  integrados  en la vida de la gente trabajadora  y grandes formadores de personas y comunidades.

Después descubrí que el Fundador del Prado, el P. Antonio Chevrier había sido precursor en eso de la inserción del sacerdote diocesano. Por  amor a Jesucristo  y  por querer seguirlo lo más cerca posible, y por amor a los pobres que vivían  en las afueras de Lyon (Francia) en condiciones muy miserables  y quienes criticaban  duramente a un clero ambientado en la burguesía, deja la casa parroquial  y va a vivir en medio de ellos para anunciarles creíblemente la Buena Noticia del Reino. “Iré en medio de ellos y viviré su propia vida…y les daré la fe”; frase que hizo realidad cabalmente.

Fui a vivir con  el Padre Juan Ladán, en la población Brilla El Sol, un tanto famosa en ese tiempo. Mi trabajo pastoral implicó colaborar en una capilla, con la pastoral juvenil de la ciudad, con un grupo de alcohólicos rehabilitados que estaba comenzando y un grupo de la JOC, Juventud Obrera Cristiana.

Jim: ¿Sigue presente la JOC hoy en día?

Guido: Hoy en Talca quedan cuatro jóvenes que quedan vinculados con el equipo nacional  de Santiago y con otros jóvenes de Concepción y de Copiapó. Su asesor es el Padre Pierre Dubois. Es una instancia muy valiosa pero ha sido muy difícil sintonizarla con la mentalidad, el ritmo, los valores dominantes de los jóvenes de hoy. Después de un largo tiempo sin presencia en Talca hubo un grupo que funcionó durante unos 3 años (hasta el año 2006), pero la vida no deja de lanzar cambios, entonces, alguno de los integrantes partieron a trabajar o estudiar fuera de la ciudad, unos pololos terminaron su relación y quedó uno solo de los dos en el grupo, otro llegó a ser papá y a otros les costó un mundo compaginar sus horarios de trabajo para reservar un tiempo para reunirse. En los años 80 y a comienzo de los 90, de Talca salieron varios dirigentes nacionales y hubo incluso un talquino en el equipo continental en Ecuador. Hoy uno de ellos es dirigente sindical, otro dirigente poblacional y otro ministro en una comunidad cristiana. Sucede a veces que cuando los jóvenes se comprometen más con los cambios de la sociedad se desvinculan de la Iglesia.

Howard: ¿Nos puedes arrojar unas luces sobre el por qué de este fenómeno de desvinculación de la Iglesia de los jóvenes más comprometidos con los cambios?

Guido: A veces se producen porque el compromiso con otras organizaciones o actividades comienza a absorber a la persona de tal forma que no queda tiempo para participar en la Iglesia, otras veces, siente que la jerarquía de la Iglesia o la comunidad cristiana no presta atención a sus intereses y luchas y se produce un distanciamiento; no hay empatía en cuanto a inquietudes, lenguaje, preocupaciones y la persona también comienza a sentirse un extraño, más aún ha habido párrocos, consejos parroquiales que ven a esos jóvenes como un peligro o rivales, entonces para ellos no hay locales, tampoco hay espacio en las liturgias o las catequesis para sus planteamientos o su vida. Y por ende, hay jóvenes que se desvinculan también de Dios y se concentran solamente en los esfuerzos humanos para cambiar las cosas. Otros, hacen la diferencia entre Dios, en quien siguen confiando, y la Iglesia, a la cual consideran un estorbo, más que un aliado o facilitador de los cambios sociales.

Howard: Volvamos a tu vida en las  poblaciones y cuéntanos algo sobre tu experiencia junto a los pobladores.

Guido: Lo fascinante de vivir en una población como diácono o religioso es poder ser beneficiario inmerecido de la confianza de la gente; ser testigo cómo abren la puerta de su casa y de su corazón, una vez que descubren que tu presencia es auténtica, que quieres ser su hermano de verdad, capaz de valorarles y entenderles. Es hacer la experiencia de que ellos me quieren y reconocen que yo les quiero o por lo menos que estoy haciendo el esfuerzo de servirles como lo merecen y eso  con todas  mis limitaciones y con mis defectos, que no son pocos.

En este contexto es clave la visita a la casa y facilitar que a uno lo visiten también a cualquier hora del día o de la noche. Es clave la cercanía en caso de enfermedad, encarcelamiento, fallecimiento de un integrante de la familia y qué decir en caso de incendio o inundación. Sobre todo en este ámbito, los pobladores humildes son grandes maestros en humanidad y solidaridad; también lo son por su capacidad de aguante y la naturalidad con que los papás, pero especialmente las mamás, sacrifican su vida para dar de comer y educar a sus hijos y a sus nietos, muchas veces.

Por ejemplo: nuestra vecina, aun enferma y ya de edad salía atrabajar de temporera para “parar la olla” y su hija a pesar de tener un esposo enfermo alcohólico, supo sacar adelante a sus 6 hijos y nunca perdió el optimismo, la chispa, la fe en Dios.

Por supuesto, también hubo conflictos, pugnas de poder en la comunidad, en las familias y peleas entre vecinos y los matrimonios, pero era otra oportunidad para vincularse más con las personas y ver si había posibilidad de acercarse nuevamente o por lo menos impedir que se siguieran dañando.

Es importante también valorar sus iniciativas colectivas y organizaciones, por ejemplo deportivas, vecinales y dar también a la gente una participación real en la marcha de la comunidad cristiana: catequesis, liturgia, consejo, etc. Viviendo en la Brilla El Sol empecé a conocer familias de jóvenes que estaban en la cárcel. De a poco comencé a visitarles y al detectar que había privados de libertad que no recibían ninguna visita o muy a lo lejos,  empecé a compartir más especialmente con ellos, que eran en su mayoría santiaguinos

Jim: ¿Cuándo y cómo llegaste aquí en la Villa San Antonio?

Guido: Al comienzo del año 96, la Asociación del Prado me invita a participar en un año de formación en el carisma del Prado en la ciudad de Cali, Colombia. Don Carlos está de acuerdo que yo haga esta experiencia de una vida muy intensa en comunidad (éramos 5 de 4 países diferentes) y de una pastoral constantemente revisada.

Al volver en conversación con el equipo del Prado de Talca, consideramos que después de casi 15 años en un mismo lugar, es importante un cambio sobre todo cuando la ciudad se está expandiendo por otros lados donde se está requiriendo más personal consagrado. Y como había más cercanía con el párroco de San Sebastián, el padre Florentino, pedí integrarme en ese equipo pastoral. En el mes de abril del 97, el nuevo obispo de Talca, Don Horacio, me envía a ese sector más conocido como la Carlos Trupp y a esta “villa” que en ese entonces se llamaba cooperativa San Antonio. Nombre que me gusta mucho más porque expresa mejor su origen y el tipo de vida de los vecinos.

Jim: ¿Cuál es tu apreciación de la realidad que viven las personas de este sector?

Guido: A pesar de ser un sector popular,  las distintas poblaciones que lo conforman tienen cierta identidad particular. Se trata de unas 10 poblaciones que albergan a unas 50.000 personas

La diferencia en cuanto a años de existencia, estructura de las casas, superficie de los sitios y el correspondiente pago de dividendo o no, hacen que se produzca una cierta diferencia en la forma de vivir y convivir de la gente; no es lo mismo vivir en la San Miguel del Piduco o en la Villa Santa Marta. Además, no da lo mismo en qué pasaje vives, aunque sea de la misma población. En la gran mayoría de los pasajes hay tranquilidad pero hay algunos donde, especialmente durante el fin de semana, hay tomateras, se da el mini tráfico, el consumo en patota de drogas; hay partes donde los vecinos están peleados, no se hablan y se protegen con rejas muy altas y otras partes donde se da una gran  solidaridad y una comunicación muy fluida  o también sucede que reina la indiferencia, quizá más en las poblaciones más nuevas,  se da un mayor individualismo, ya que la gente aún no se conoce.

Un factor crucial en la vida de la gente es el trabajo y sus relaciones afectivas. Los que tienen un trabajo estable se sienten privilegiados y harán todo lo posible para no perderlo, aguantando a veces largas jornadas y condiciones laborales muy estresantes. De los varones muchos trabajan en la construcción en Talca (en alguna empresa o “pololeando”) o en el norte del país y comparten cada 15 días o una vez al mes la vida familiar. Muchas señoras trabajan como temporeras entre los meses de octubre a abril y otras tantas se dedican a vender ropa usada en los puestos frente al poli (“El trencito”, las cuales tienen hasta un sindicato) o en las veredas de la 31 oriente entre 12 y 14 sur todos los fines de semana. En general, las temporeras pueden reunir el dinero suficiente para poder hacer una compra significativa o mejorar sus condiciones de vida; las segundas, practican más bien una economía de sobrevivencia.

Es una realidad de mucha incertidumbre y harto sacrificio. Incertidumbre que a veces se transforma en una tremenda angustia por el endeudamiento en las grandes tiendas comerciales que no perdonan o ante el posible corte de luz o de agua. En este contexto aparecieron las máquinas tragamonedas, una horrible plaga. Varias dueñas de casa ya son verdaderas adictas, esclavas de ellas y a los almaceneros estas máquinas les dejan más ganancia que la venta de los productos tradicionales; así que algunos se han quedado con las puras máquinas .Fuera de ser una manera de buscar solución rápida y fácil a sus problemas económicos, es una señal también de una gran ausencia de espacios y de formas de una recreación sana, pero sobre todo señal de un Estado y una Ilustre Municipalidad que permiten esta droga dañina, aunque combaten otras que quizá no lo son tanto. Hay señoras que han perdido miles y miles de pesos, perjudicando alimentación  y otras necesidades básicas, pero sobre todo la convivencia familiar.

Jim: ¿Y la cesantía de los jóvenes?

Guido: Aunque no tengo las cifras al día, los niveles son altos. Los jóvenes son los más afectados por la cesantía y es como dijo nuestro obispo don Horacio: “una persona sin trabajo pierde el sentido de la vida”. Desde esta frustración al consumo de droga, por ejemplo, es un paso que se puede dar rápidamente y dos pasos más allá se arriesga el inicio de una conducta delictual. Sin embargo, lo que más llama la atención es la gran cantidad de jóvenes de nuestro sector que quieren mejorar su calidad de vida, matriculándose en un Instituto o Universidad, lo que significa otra carga más para los papás,  y al lado opuesto, está el otro grupo de adolescentes y jóvenes que desertan del sistema educacional formal. 

Jim: ¿Qué motiva la deserción?

Guido: Bueno, por las conversaciones que he tenido con algunos, da la impresión que lo que les enseñan no les interesa o no ven para qué sirve. Parece haber un problema en la malla curricular y el tipo de enseñanza que se les ofrece. También  influyen situaciones socio-económico y familiares, en la motivación de los jóvenes: la misma escasez en la casa y no poder conseguir los materiales necesarios,  las peleas entre los padres o los mismos hermanos, la separación del matrimonio o el cambio constante de pareja, repercuten sobre la motivación para estudiar. Entonces al tener más “peso” en la mochila,  les hace más difícil responder a las exigencias escolares. Entre los desertores, están los que consiguen trabajo en el supermercado y comienzan a tenerle cariño al dinero, y al final dejan el estudio de lado para salir a trabajar. Bueno, y después está el típico chiquillo que se involucra en el ambiente del alcohol y la droga y busca obtener dinero para comprarla.      

Jim: ¿Cómo ha visto la presencia de la droga en el sector?

Guido: Es una realidad muy presente,  y en cuanto al tipo de droga ha sido la marihuana que es más distribuida y consumida. Está también la pasta base y la coca, pero en nuestros sectores, por la misma pobreza, es más que nada el tema de la marihuana y su mini-tráfico. Hasta donde yo conozco, no tenemos estas bandas como en Santiago, sin embargo, de vez en cuando se producen enfrentamientos entre grupos que quieren asegurar sus territorios y clientela. Para muchas mamás y papás es un drama enorme tener hijos adictos que venden las cosas de la casa y viven constantemente con la incertidumbre que algo malo le puede pasar a su hijo.

Jim: ¿Cómo ves ahora la forma en que la Iglesia de Talca va asumiendo su compromiso social bajo las condiciones actuales?

Guido : Hasta donde yo me he dado cuenta, no hay un compromiso masivo y decidido con “la transformación de la sociedad” como lo plantea el Plan Pastoral. Existen más bien innumerables iniciativas que responden a distintas necesidades de la gente. Quizás  se pueden agrupar en distintos ámbitos.

· Está el trabajo que realiza la Fundación CRATE. Originalmente  orientada  a los campesinos y la mujer campesina, hoy en día realiza también una labor importante en el ámbito de los menores en riesgo social, menores recluidos y el tratamiento de la violencia intrafamiliar.                                    

· Está la PASTORAL SOCIAL DIOCESANA, es decir las distintas pastorales especializadas en torno a los enfermos, adultos mayores, encarcelados, enfermos alcohólicos y drogadictos, discapacitados. Aquí el trabajo es muy desigual según el lugar y las personas que componen el equipo  pastoral.

Después está la PASTORAL SOCIAL  PARROQUIAL. Son las iniciativas que se toman a nivel parroquial y son llevadas a cabo por gente de la parroquia, a veces con  recursos humanos y materiales de afuera: el trabajo de los comités de solidaridad, talleres de capacitación especialmente para mujeres (p.ej. repostería, moda), talleres de salud mental, comedores, etc. Está el trabajo de ciertas congregaciones religiosas dedicadas al cuidado de enfermos, ancianos, menores que están bajo medidas de protección. Y en esta línea  podríamos ubicar también las distintas obras dirigidas por el “Hogar de Cristo”  y  el trabajo de las tías del “Hogar Belén” que funciona en nuestro sector. Y una iniciativa muy interesante y en plena  expansión: los hogares universitarios, los cuales no sólo brindan techo y comida, sino contienen todo un plan  de autogestión y una  dinámica   que apunta a la formación de profesionales íntegros y solidarios. Y por ende están los cristianos que participan en iniciativas y organizaciones no-eclesiales y contribuyen desde allí a la promoción de las personas y la transformación de la sociedad hacia el Reino de Dios. Pienso en los cristianos que están en Juntas de Vecinos, Sindicatos, Gremios Profesionales, Partidos Políticos, Radios comunitarios ,Organizaciones de Derechos Humanos y Culturales, etc. 

Howard: ¿Qué son los comités de solidaridad?

Guido: En su mayoría son señoras que están pendientes de las situaciones más alarmantes de sus sectores. En este momento es un trabajo más bien asistencial. Hubo un momento en que este trabajo fue acompañado de talleres de formación. Lo que veo es que los comités de solidaridad, por una parte juntan recursos para poder ayudar a las familias con cesantes, donde hay enfermos y mucha pobreza. Al mismo tiempo, los días domingo sensibilizan a toda la comunidad: hacen una colecta de comida no perecible, realizan rifas y en unas parroquias organizan comedores u ollas comunes. Por comedor se entiende que la familia se sirve la comida allí mismo y con la ¿olla? común la gente va a buscar la comida con su propia olla, según el número de integrantes de la familia, se les dan el número de porciones que necesita, pero éstas se sirven en su casa. 

Jim: Cuéntanos más de tu experiencia con los familiares de detenidos desaparecidos.

Guido: Pocos meses después de haber comenzado mis estudios en Santiago, la Agrupación de los Familiares de los Detenidos Desaparecidos (AFFDD) inició una huelga de hambre masiva para exigir al gobierno una respuesta a su clamor: ¿dónde están? (mayo de 1978),  la huelga de hambre  duró diecisiete días y se realizó en distintas parroquias de la zona sur, zona norte y de la zona oeste de Santiago y en la sede de la CEPAL y de la Cruz Roja. La Iglesia de Santiago fue desafiada a tomar partido y demostrar cuán verdadera era su opción por la verdad y por los perseguidos, hubo vigilias y liturgias sumamente conmovedoras con signos y textos bíblicos “al callo”,  con testimonios de otros familiares y cantos de denuncia y esperanza.

De nuevo encontré esta Iglesia que marcha codo a codo a un pueblo luchador, recoge su sufrimiento y súplicas en sus asambleas litúrgicas y pastorales y busca colectivamente a la luz del evangelio y de la palabra de los profetas ¿qué mensaje anunciar?, ¿Qué acción emprender? Eran momentos que se asemejaban a lo que había vivido en Lovaina, donde confluían lucha estudiantil y oración; se complementaban y se interrogaban mutuamente las asambleas en los casinos de la Universidad y las asambleas en el Templo de la Parroquia Universitaria. Solamente que ahora nos encontramos debajo de un régimen militar que día a día detenía a gente, la torturaba, la hacía desaparecer o relegaba a otras provincias o exiliaba  a los que pensaban distinto y se oponían a sus órdenes.

Después de una larga, pero muy rica y profunda reflexión-debate los agentes pastorales de la zona sur, de acuerdo con su vicario, decidimos nosotros también hacer una huelga de hambre por tres días en una parroquia vecina, solidarizando así y demostrando la gravedad de la situación, en la zona oeste y zona norte algunos agentes pastorales se unieron más radicalmente al grupo de los familiares y optaron por una huelga de hambre indefinida.

Son experiencias de situaciones que te marcan a fuego, como tatuajes del espíritu, y en la liturgia final, don Enrique Alvear, Obispo auxiliar de la zona oeste, destacó uno de los grandes descubrimientos de aquellos años: de que no hay dos historias, una sagrada y otra profana, sino que hay una sola historia de salvación guiada por Jesucristo para liberar al hombre integralmente.

Este mismo año en diciembre son encontrados 15 cadáveres en una mina de cal abandonada cerca de Lonquén. El Instituto Médico Legal demoró varias semanas en identificar los cadáveres y afirmar que correspondían a 15 campesinos ejecutados en 1973 y que figuraban entre los detenidos desaparecidos. Miles de simpatizantes nos reunimos en la Iglesia más cercana al Instituto, el día en que se iban a entregar los cuerpos para celebrar la misa fúnebre. Después de horas  de espera se nos comunicó que los cuerpos habían sido llevados al cementerio por los mismos militares y tirados en una fosa común. Nunca en mi vida había sentido un dolor tan fuerte y agudo en mi corazón; nunca había compartido tan a fondo la indignación, rabia e impotencia de los familiares, ante la crueldad del régimen militar. En este momento me hice hermano y me comprometí para siempre con la Agrupación.

Howard: ¿Qué implica esto hoy?

Guido: Implica estar atento a lo que sigue sucediendo en este ámbito, compartir con ellos fechas y acontecimientos significativos como la liturgia del 31 de agosto, día internacional de los detenidos desaparecidos, y el aniversario de la proclamación de los Derechos Humanos el 10 de diciembre. De entre los grandes objetivos de la agrupación que son verdad, justicia y memoria, yo he asumido especialmente el tema de la memoria histórica. Y en este horizonte quiero asumir también mi compromiso con amigos sacerdotes mártires. En el año 2000, año del Jubileo, cuando mucha gente quería viajar a Tierra Santa me preguntaba hasta qué punto esas personas tenían conciencia de que también en su propio país hubo personas que igual como Jesús dieron su vida por la causa del Reino de Dios y fueron violentamente eliminados por los poderosos.  ¿qué hacer para que otros cristianos y sobre todo  jóvenes, descubran cómo Jesús de nuevo ha sido crucificado y ha resucitado en Santiago, en Paine, en Linares, en Copiapó? Entonces para ayudar a entender esto, a partir del año 2003, tenemos un grupo que llamamos los Peregrinos por los Derechos Humanos. Organizamos anualmente un viaje a Santiago con jóvenes para visitar los lugares emblemáticos del tiempo de la dictadura y donde se dieron grandes testimonios de fe y de amor al pueblo de los pobres. Visitamos  estos lugares y también escuchamos el testimonio de los sobrevivientes y de las personas que conocieron a estos testigos. Esto ha sido muy significativo y muy iluminador y humanizante para todos los participantes.

Howard: ¿Nos puedes decir cuáles son los lugares que visitan?

Guido: Por supuesto. Está la Villa Grimaldi, que ahora se llama el Parque por la Paz. Después el inmenso monumento que hay para los detenidos  desaparecidos y ejecutados políticos, que se encuentra en el Cementerio General. Está también el Puente Bulnes donde fue fusilado el Padre Juan Alsina. Ahí participamos en la Eucaristía al pie del memorial, en la cual participan una decena de sacerdotes y un centenar de laicos amigos de Juan y personas que no quieren que su sangre haya sido derramada en vano.

Howard: Recuerdo haber leído en una carta que hizo llegar el Padre Juan Alsina a la organización, después llamada Vicaría de la Solidaridad en la cual dice: “El Verbo se iba haciendo carne y eso no lo  aguantamos. Es el escándalo de la cruz. No lo hemos aguantado nunca”. 

Guido: Después vamos a la Población La Victoria a la casa donde mataron a André Jarlan y visitamos la pieza donde estaba orando cuando lo alcanzó una bala. Aun está la Biblia ensangrentada encima del escritorio.

Jim: ¿Cuándo y con cuántos jóvenes realizan este peregrinaje?

Guido: Lo hacemos coincidir con la misa para Juan Alsina, el primer domingo después del 19 de septiembre, día en que fue fusilado. Comenzamos con unos veinte cinco jóvenes y ahora participan hasta cuarenta. Un mes antes nos reunimos con los interesados para que vayan entendiendo el sentido y el objetivo de este viaje: no es un paseo o gira escolar, sino más bien una peregrinación. Vienen unos jóvenes de las parroquias, de los grupos de confirmación y otros son universitarios que invitan a sus compañeros.

Jim: Ahora, nos puede contar algo sobre tu experiencia pastoral en la cárcel.

Guido: El sistema de la cárcel no es una solución para la mayoría de los ilícitos que cometen los jóvenes. Pero por lo menos aquí en Talca es un castigo demasiado desproporcionado e ineficaz. Desde la óptica de unos penalistas el sentido del castigo es también la rehabilitación, pero en la realidad tiene más olor a venganza que a rehabilitación y a mayor destrucción todavía. Por esto considero que en más de la mitad de los casos es una pena injusta. Nuestra sociedad carece de imaginación para levantar otro tipo de sanción, otro tipo de reeducación para estos jóvenes. Cuando comenzamos en la pastoral penitenciaria en los años 90 había 300 reos. Ahora son 950.

Howard: ¿Cómo se explica esto? Porque en el mismo periodo, no se ha triplicado la población de la ciudad  de Talca.

Guido: En primer lugar esto tiene que ver con la Reforma Procesal Penal que fue mal diseñada y la implementación de la agenda corta  que va agregando delitos nuevos al catálogo penal de manera que tenemos muchas personas sometidas a un tiempo de investigación que se alarga por meses y meses donde originalmente se debía llegar a una conclusión después de 2 meses.

Tiene que ver también con el criterio o descriterio de algunos magistrados que optan por lo que ellos consideran lo más seguro: mandar a los acusados en prisión preventiva  sin considerar las medidas alternativas. Además, hay muchas situaciones que en otros tribunales del país no significan encierro y acá en Talca sí.

Y creo que hay actualmente más  rebeldía, más descontento, menos resignación de parte de los marginados y más incitación a la codicia o al consumo y a la violencia de parte de los medios de comunicación social y el comercio. En todo el país ha ido creciendo la desigualdad. Hay un grupo importante a los que no se les da la oportunidad de acceder a muchos productos de consumo, que según la propaganda son tan necesarios para ser alguien y ser feliz, entonces uno ve que existe  un problema educativo a nivel juvenil. Existen también cursos de capacitación pero no hay una formación cívica. Antes un grupo de jóvenes tenían la posibilidad de expresar organizadamente su descontento a través de un movimiento o partido. Hoy casi no existe. Los partidos, desde que asumieron el poder han dejado el trabajo con la base. Veo esto también como consecuencia del abandono de los jóvenes en cuanto a la formación y el acompañamiento, tanto del Estado como de sus familias. Muchos no cuentan con papás y mamás que les ayuden a entender su papel de ciudadano.

Jim: Entonces por lo que describes estamos frente una sociedad de consumo que tiende a abandonar su responsabilidad de orientación y formación.

Guido: Más bien es deformación porque lo que ven por la tele es una avalancha de productos e incentivos para consumir y mucho de los juegos electrónicos y películas acentúan la violencia. Además, aquí en Chile las leyes que protegen la propiedad privada son muy sagradas. Los mismos fiscales reconocen que por robar una gallina te pueden dar hasta el mismo castigo que por matar a una persona. El Código Penal está muy marcado por la propiedad privada. Es lo intocable.

Jim: ¿Cuántas personas conforman el grupo de la pastoral penitenciaria y en qué consiste la labor que realizan?

Guido: Somos unas doce personas, tres hombres, ocho mujeres y un sacerdote Padre Marcos Parada, quien celebra la misa y ayuda a unos reos a comercializar la artesanía de los internos. Cuando nos iniciamos en la pastoral penitenciaria en 1991 la idea era formar al interior de la cárcel una comunidad cristiana, de unir estos jóvenes en torno al Evangelio y promover la participación de parte de ellos. Más que crear  un lugar para escuchar una prédica, se buscó un intercambio sobre experiencias de fe y de dudas en relación con la palabra de Dios. Esto ha perdurado hasta ahora, pero hemos tenido que adaptarnos a las nuevas normas del sistema carcelario. Cuando iniciamos el trabajo no había segregación entre los internos. Todos podían acceder a la Escuela donde se realizaban los encuentros. Cuando se agregó una nueva ala y se reorganizó la cárcel en módulos, tuvimos que multiplicar nuestro trabajo para ir a cadamodulo aparte. Igual sigue siendo importante el encuentro semanal en torno al Evangelio, donde compartimos  la vida y la palabra de Dios.

Howard: ¿Cómo se organizan?

Guido: Son pequeños grupos de entre ocho a veinte internos y de esta forma nos reunimos con alrededor de setenta internos. Ahora junto con esto hay una catequesis más sistemática para los que quieren prepararse para la primera comunión o la confirmación. También asumimos en parte,  lo que se puede llamar ayuda social, que consiste en conseguir materiales para que puedan trabajar  con cuero, madera o vidrio. También está la provisión de útiles de aseo para los que no tienen visitas, sobre todo hoy en día, en que Gendarmería insiste mucho en que tienen que estar muy aseados. Después, está la parte judicial en que ellos o sus familiares necesitan ayuda en la realización de los trámites; a veces los familiares no se ubican mucho en el sistema judicial o procesal y en algunas oportunidades  los acompañamos el día del juicio oral. Después viene la sensibilización de la comunidad cristiana para que se preocupen por ellos. Finalmente está el tema de velar para que sus derechos sean respetados dentro la misma cárcel; nos ha tocado acompañarlos cuando han habido huelgas de hambre, velar a que sus peticiones sean justas e interceder cuando sabemos de abusos que se han dado en la cárcel. También he visitado a Talquinos que los han traslado a otras cárceles. 

Jim: Para concluir nos puedes contar más sobre “El privilegio de vivir en un barrio popular” como escribiste en un libro de homenaje al Padre Comblin.

Guido: Bueno, es hacer la experiencia de Jesús que dice: “Padre, te doy gracias por revelar estas cosas a los humildes y sencillos y esconderlas a los sabios”. Estar junto a la gente  del sector popular te permite estar más cerca del Evangelio y percibir más directamente las señales del Reino; te ayuda también a mantenerte abierto a una conversión permanente, a no instalarte, a escuchar el clamor  de tantos hermanos y hermanas nuestros que aún son privados de tantos derechos y a celebrar también con ellos los pequeños o grandes logros o las  bondades de la vida  cotidiana. Y sobre todo aprender  día a día de los grandes apóstoles y luchadores que viven y trabajan  anónimamente en medio de la gente sencilla.

Howard: Gracias Guido por haber compartido tu experiencias de fe en relación con cómo se ha manifestado la gracia de Dios en tu vida.

Tomado de: https://sites.google.com/site/catolicosocial/perfil/guido-goossens

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