''El evangelizador debe llevar a Cristo a los demás con eficacia''

 

Meditación papal en el Ángelus sobre el protomártir san Esteban


Benedicto XVI (Agencia ZENIT)

Ciudad del Vaticano, 26 de diciembre de 2012

 

Hoy, el santo padre Benedicto XVI se asomó al mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el tradicional Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Estas fueron las palabras del papa al introducir la oración mariana.

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Todos los años, el día después de Navidad, la liturgia celebra la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir. El libro de los Hechos de los Apóstoles lo presenta como un hombre lleno de gracia y de Espíritu Santo (cf. Hch. 6,8-10; 7,55); en él se cumple plenamente la promesa de Jesús anunciada en el texto evangélico de hoy, a saber, que los creyentes llamados a dar testimonio en circunstancias difíciles y peligrosas, no serán abandonados ni estarán indefensos: el Espíritu de Dios hablará a través de ellos (cf. Mt. 10,20).

 

El diácono Esteban, de hecho, obró, habló y murió animado por el Espíritu Santo, dando testimonio del amor de Cristo hasta el sacrificio extremo. Al primer mártir se le describe, en su sufrimiento, como perfecta imitación de Cristo, cuya pasión la replica hasta en los detalles. La vida de san Esteban está totalmente determinada por Dios, conformada a Cristo, cuya pasión se repite en él; en el momento final de la muerte, de rodillas, hace suya la oración de Jesús en la cruz, confiándose en el Señor (cf. Hch. 7,59) y perdonando a sus enemigos: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (v. 60). Lleno del Espíritu Santo, mientras sus ojos estaban por extinguirse, fijó su mirada en «Jesús de pie a la diestra de Dios» (v. 55), Señor de todo y que todo lo atrae a Sí.

 

En el día de san Esteban, también nosotros estamos llamados a fijar la mirada en el Hijo de Dios, que en la atmósfera alegre de la Navidad contemplamos en el misterio de su Encarnación. Con el Bautismo y la Confirmación, con el don precioso de la fe alimentada por los sacramentos, especialmente de la Eucaristía, Jesucristo nos ha unido a Él y quiere continuar en nosotros, con la acción del Espíritu Santo, su obra de salvación que redime todo, mejora, eleva y conduce al cumplimiento. Dejarse ganar por Cristo, como lo hizo san Esteban, es abrir la propia vida a la luz que la convoca, la dirige y la hace caminar por la senda del bien, el camino de una humanidad según el diseño del amor de Dios.

 

Finalmente, san Esteban es un modelo para todos los que quieren servir a la nueva evangelización. Él demuestra que la novedad del anuncio no consiste ante todo en el uso de métodos o técnicas originales, que por cierto tienen su utilidad, sino en el estar llenos del Espíritu Santo y dejarse guiar por Él. La novedad del anuncio está en la profundidad de la inmersión en el misterio de Cristo, en la asimilación de su palabra y de su presencia en la Eucaristía, de tal modo que Él mismo, Jesús vivo, pueda hablar y actuar a través de su enviado. En esencia, el evangelizador se vuelve capaz de llevar a Cristo a los demás con eficacia cuando vive de Cristo, cuando la novedad del Evangelio se manifiesta en su propia vida.

 

Pidamos a la Virgen María, para que la Iglesia, en este Año de la Fe, vea cómo se multiplican los hombres y mujeres que, como san Esteban, saben dar un testimonio valiente y convencido del Señor Jesús.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *