El diaconado permanente, signo de una Iglesia renovada

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El diaconado permanente, signo de una Iglesia renovada

El diaconado permanente, signo de una Iglesia renovada “…A si como El hijo del Hombre no vino para que lo sirvieran, sino para servir y dar la vida por los hombres”. (Mc. 10,45)

EL DIACONADO PERMANENTE SIGNO DE UNA IGLESIA RENOVADA.

El Concilio Vaticano II restauró el ministerio del diaconado permanente al mismo tiempo que enseñaba que la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, instrumento de comunión y misión en el mundo, pero sobre todo signo de una comunidad humilde y servidora a imagen de Cristo servidor. Los diáconos son, por lo tanto, signo y expresión de una imagen renovada de la Iglesia. Si el Pueblo de Dios está presente en todo el mundo, en las familias, en la educación, en los trabajos profesionales, en las organizaciones populares, el diácono está también allí como agente de servicio y comunión.

Si está casado, tiene familia y ejerce una profesión civil, el diácono demuestra con su vida diaria, que la cotidianidad es un lugar privilegiado del encuentro con Dios. Si asume su vida familiar y profesional como parte de su ministerio, contribuye a la superación del abismo entre fe y vida, Iglesia y mundo. Él puede demostrar en persona propia que es la forma de vivir la existencia diaria, en la comunión y el servicio por amor, la que nos puede llevar o no a la vida del mundo que estamos esperando.

El diácono permanente ofrece de esta manera un ejemplo de vida para la Iglesia y para el mundo. Es representante, dentro del orden sagrado, de todo lo que se consideraba “profano”, y consagra al mismo tiempo por su presencia y por su misión todo lo que le toca vivir en el mundo aparentemente fuera de la Iglesia.

La restitución del diaconado permanente por el Concilio Vaticano II fue parte de un proceso de renovación de la Iglesia Católica. Los diáconos, por lo tanto, son testigos y agentes de una Iglesia renovada. El diaconado permanente es un ministerio que cada vez se va consolidando más en la Iglesia Católica. Los diáconos no son ni “minicuras” ni “supercuras”, ni laicos clericalizados, ni laicos premiados, sino bautizados evangelizados, que hacen una verdadera opción por Cristo servidor, para ser signos de una Iglesia renovada, al servicio del reino, al servicio del pueblo. La vida de fe y compromiso de los diáconos deben ser un ejemplo tanto para los laicos como para los religiosos y clérigos.
D.P.. Herney Martin Rengifo Mesías.

 

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