Dos tipos de diáconos

 

Diác. Miguel Ángel Herrera Parra

Referente Nacional del CIDAL en Chile

Santiago, Chile, 1º de diciembre de 2010

miguelangel.herreraparra@gmail.com

 

Juguemos al “cara o sello” en cuanto a qué “tipo de diácono” nos consideramos hoy, o qué diácono queremos ser, o cómo nos ven las demás personas, en el ejercicio de nuestro ministerio diaconal.  La palabra “chanta” se utiliza -en algunos países del Cono Sur ano- para decir “mentiroso”, “chabacano”, “estafador” o “tramposo”. ¿Cómo somos nosotros? Reflexionemos con estos dos poemas. ¡Es un juego solamente!

 

Un diácono “chanta”

Un diácono chanta, espanta,

es el que se cree cura,

es el que grita y no encanta,

y tiene cabeza dura.

Un diácono chanta, arrasa,

se olvida de su señora,

de sus hijos, de su casa,

es sacristán, toda hora.

Un diácono chanta, aleja,

a la gente de la Iglesia,

se refugia en toda queja,

se considera realeza.

Un diácono chanta, calla,

ya no quiere ser profeta,

aparenta ser sin fallas,

y no recuerda su meta.

Un diácono chanta, estima,

que ya lo ha aprendido todo,

que ya ha llegado a la cima,

que ya está limpio del lodo.

Un diácono chanta, espera,

que condecoren su pecho,

con una cruz, por bandera,

por todo el bien que él ha hecho.

Un diácono chanta, rehuye,

compartir con sus hermanos,

se queda solo y concluye,

que lo mejor va en sus manos.

Un diácono chanta, mira,

desprecia su diaconía,

se siente poco y su ira,

amarga con su ironía.

Un diácono verdadero

 

Un diácono vero, encanta,

pues nunca se siente cura,

y su semilla la planta,

en su familia, y perdura.

Un diácono, es buen esposo,

comparte, fiel, con su esposa,

con sus hijos, amoroso,

en su casa, siempre goza.

Un diácono vero, atrae,

y fortalece a la Iglesia,

y así, feliz, no decae,

y no habla palabra necia.

Un diácono, sí predica,

con su silencio y su vida,

con su trabajo y dedica,

a la oración, su comida.

Un diácono vero, aprende,

valora su formación,

humildemente, comprende,

y cumple bien su misión.

Un diácono vero, sabe,

que Jesús es el Señor,

y le pide que lo lave,

que Él purifique su amor.

Un vero diácono, ama,

vivir en comunidad,

de diáconos, pide y clama,

y crece en fraternidad.

Un diácono vero, quiere,

que otros oigan el llamado,

del Padre, que nos requiere,

y, a servir, nos ha enseñado.

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