Diáconos permanentes: testigos de Cristo en el matrimonio y en el ministerio

El día del diaconado permanente se celebra el 10 de agosto, día de san Lorenzo, su patrono. En esta oportunidad, el matrimonio director de la Comisión Nacional para el Diaconado Permanente de la CECh, envió un mensaje a sus hermanos en el ministerio.
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Los diáconos permanentes son, por lo general, hombres casados, que reciben este ministerio para colaborar con el obispo en el quehacer pastoral y de evangelización de la Iglesia. Este ministerio, si bien tiene su origen en los primeros siglos de la Iglesia, fue restablecido en el Concilio Vaticano II (1962-1965), como un grado estable de la jerarquía eclesiástica, y la Conferencia Episcopal de Chile fue una de las primeras del mundo en restaurarlo.
Colaboran con la Iglesia en su tarea de llevar la Buena Noticia a todos los ambientes y su servicio está enfocado en tres aspectos fundamentales: Servicio autorizado de la Palabra de Dios, ejercicio de la caridad y ministerio litúrgico.
En su día, el diácono Enrique Palet y su esposa Eliana Araneda, matrimonio director de la Comisión Nacional para el Diaconado Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, enviaron un saludo a estos laicos consagrados y sus esposas:
A nuestros hermanos diáconos con sus esposas y familias:
En este día de san Lorenzo, tan significativo para el Ordo Diaconal, permítannos hacerles llegar a todos ustedes un saludo fraterno y solidario, junto a un par de pequeñas reflexiones acerca del privilegio de nuestro ministerio como diáconos y como esposos.
Por regalo del Señor, los diáconos hemos recibido el sacramento del Orden para ejercerlo en la triple dimension del ministerio de la Palabra, de la Liturgia y de la Caridad, de acuerdo a nuestra realidad. Y si bien nuestras esposas no reciben directamente este sacramento, por la unidad que implica el sacramento del Matrimonio, también las alcanza indirectamente a ellas.
En un día como este, les proponemos que reflexionemos una vez más sobre qué significa esto en la práctica en el hoy de nuestra Iglesia, llamada a ser discípula misionera del evangelio de Cristo en nuestra sociedad actual.
Evidentemente, no todos estamos insertos en las mismas circunstancias, de modo que cada uno puede hacerlo, si quiere, según su propia realidad, pero lo importante es que no nos quedemos pegados en lo mismo de siempre solo porque así estamos acostumbrados. Si seguimos haciendo lo mismo, de la misma manera, que sea porque esa es realmente la voluntad del Señor y de nuestros pastores y no solo la fuerza de la costumbre o, peor aún, la comodidad.
Aunque con no pocos de ustedes hemos hablado de esto en algunos retiros, permítannos reiterar algunos conceptos que nos ayuden a orientar (o mejor, a reorientar) nuestro servicio pastoral. Trataremos de hacerlo muy someramente, sin explayarnos, sino solo como enunciados.
El ministerio de la Palabra no nos parece que consista solamente en proclamar y comentar las lecturas bíblicas en las celebraciones litúrgicas, sino que va mucho más allá. Se trata de ser educadores de la fe y de la vida de todos, sin distinciones, buscando las maneras apropiadas para enseñar a todos a ser hijos de Dios y discípulos de Jesucristo.
El ministerio litúrgico, en lo que nos corresponde a nosotros, pensamos que va mucho más allá de celebrar formalmente las diversas manifestaciones de la Sagrada Liturgia. Se trata esencialmente de ser mediadores entre las personas y Dios, o entre Dios y las personas, lo que hacemos en la Liturgia, pero -y tal vez actualmente es muy importante-, también lo hacemos cada vez que acompañamos espiritualmente a alguien, sobre todo en sus búsquedas o en sus dolores, etc., presentando oportuna y adecuadamente al Padre de Misericordia, al Señor de la Vida y a Su Madre. Y esto, sin duda, podemos hacerlo tanto el diácono como su esposa, o juntos. Aunque, por las circunstancias, sea solo testimonialmente. Más vale esto que nada.
Y el ministerio de la Caridad, que es el fundante y el más apropiado del diaconado, creemos que no solo lo ejercemos cuando servimos en las acciones asistenciales o solidarias de nuestras parroquias o comunidades –que nos parece muy propio del diácono— sino también –y en el presente es muy importante—cuando damos testimonio y motivamos el amor solidario no solo en nuestra comunidad eclesial sino en las realidades de la sociedad en que vivimos, insertándonos y comprometiéndonos en ellas dando así testimonio de la presencia de Cristo en el mundo con nuestra vida. Creemos que es un modo muy apropiado de ser matrimonios de diáconos discípulos misioneros de Cristo.
El testimonio de San Lorenzo nos enseña que ser testigos del evangelio de Cristo no siempre es fácil, grato, cómodo, automático, ritual. Requiere muy a menudo de sacrificios y a veces también dolores. Pero la satisfacción de ser fieles a la invitación del Señor en la Iglesia nos ofrece un gozo verdadero que es infinitamente superior. Los invitamos a releer en este día la historia de nuestro Patrono. Es estimulante.
Con la alegría del regalo del ministerio, alimentados por la enseñanza del Pan de Vida que estamos meditando estos domingos y que nos muestran que en la Palabra del Señor encontramos el sentido y la orientación para nuestra vida y para nuestro servicio como matrimonios diaconales, les hacemos llegar un muy cordial y fraterno saludo lleno de gratitud, de esperanza y de alegría.
Enrique Palet, diác. y Eliana Araneda
Matrimonio Director
Comisión Nacional para el Diaconado Permanente
Conferencia Episcopal de Chile
Fuente: Área Agentes Evangelizadores CECh
Santiago, 09/08/2015

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