Conferencia-Peregrinación Asociación de Diáconos Hispanos de Estados Unidos en Guatemala

“Valores, perspectivas y futuro del diaconado”
Antigua Guatemala del 9 al 12 de julio del 2015.
ANDH
 
Con regocijo y dentro de las actividades de celebración de los 100 años del Venerable Padre Ottorino Guatemala vivió la alegría del Diaconado Permanente con la presencia de 60 diáconos casados y sus esposas de Estados Unidos de Norteamérica de visita en la tierra de la Eterna Primavera.  Los diáconos llegaron a Antigua Guatemala y fueron recibidos por el Nuncio Apostólico Monseñor Nicolás Henry Marie Denis Thevenin en Santa Misa en San Francisco el Grande.
Los Diáconos realizaron su Conferencia sobre el tema: “Valores, perspectivas y futuro del Diaconado” con el propósito de promover el tema entre los Obispos y Religiosos de Guatemala.  El encuentro reunió a los Obispos y especialistas sobre el tema entre ellos: Monseñor Oscar Julio Vian Morales (diócesis de Guatemala), Monseñor Alvaro Ramazzini (diócesis de Huehuetenango) Monseñor Vittorino Girardi (diócesis de Tillarán-Liberia, Costa Rica), Fray José Gabriel Mesa (Encargado del Diaconado  en Colombia) y al Historiador y Sacerdote Jesuita Ricardo Bendaña Perdomo.
Ellos propusieron 3 reflexiones importantes:

  • hablar del Diaconado desde la perspectiva de la  mentalidad y el sentir del pueblo  que  siempre acude al sacerdote para todo o en aquellos momentos que tienen que ver con la vida eclesial. Desde los tiempos de la Colonia, cuando los misioneros nos trajeron la fe cristiana, los sacerdotes fueron indispensables, muy estimados y respetados en nuestras comunidades.

 

  • También propusieron reflexionar sobre lo que la comunidad puede pensar sobre los ministros  llamamos “diáconos” viviendo con sus esposas y sus hijos en una casa  al lado de las Iglesias. Viendo esta clase de vida clerical a la que no estamos acostumbrados a la luz de nuestras tradiciones y nuestros modos de ser y vivir.

 

  • El diaconado en la Iglesia como factor un factor  de renovación fue la tercera reflexión. Para esta renovación tiene una importancia decisiva la gracia del diaconado: la de orientar el camino renovador en la dirección auténtica de una Iglesia familia, sierva y pobre.

Los diáconos estuvieron siempre en el servicio asignado a sus comunidades cristianas locales y en estrecha relación con los Obispos, y muy a tono con la intención y el espíritu de Cristo el Señor, “el primer diácono”: “que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida para la redención de muchos” (Mt 20, 20-28).
 
El ejemplo que mejor refleja la actitud de servicio a lo divino es aquel de la Última Cena, en la que Cristo lava los pies a sus discípulos.
El espíritu de servicio es tan esencial al diácono, que sus ministerios de la Palabra y de la Liturgia se empobrecerían si no se viven unidos al ministerio de la caridad. Esta idea la expresó Juan Pablo II cuando hablando a los diáconos de Detroit, Michigan, el 27 de septiembre de 1987, les dijo:
 “la diaconía es común a toda la Iglesia, y no exclusiva del ministerio diaconal. El diaconado renovado, deriva por tanto de la naturaleza de la Iglesia”
 Lo admirable e interesante es que en el diaconado permanente hay dos sacramentos en acción: el Matrimonio y el Orden, puesto que “podrá ser conferido a varones de edad madura, aunque están casados, y también jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse la ley del celibato” (LG 29).
 El Orden sagrado marca para siempre, configura a la persona con Cristo el Siervo, sostenido por la gracia sacramental en el ministerio de la Liturgia, de la Palabra y de la Caridad, para el servicio del Pueblo de Dios, en comunión con el Obispo y sus Sacerdotes.
 El diácono permanente no es un mini sacerdote, ni un súper seglar. Su vocación y misión están bien determinadas por la Iglesia.
 El diácono casado vive con su familia y de su trabajo, pero consagrado sacramentalmente al servicio de la Iglesia, actuando en su nombre, las obras de caridad como fuerza de apoyo para su hogar y de su superación para otros hogares. Los dos sacramentos se entretejen: el matrimonio, con la fecundidad humana, ayuda a la dimensión pastoral mostrando valores humanos, como la responsabilidad y la fidelidad; y produce también fecundidad espiritual propia de quien es elegido por Dios para su servicio, por el sacramento del Orden.
 Debemos tomar en cuenta las diferentes funciones, que la Iglesia les ha ido encomendado a través del tiempo y que ya enumera la Lumen Gentium: “administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar a pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de funerales y la sepultura” (LG 29).
Gracias al Concilio Vaticano II que facilitó la reaparición del diaconado   en la vida de la Iglesia a partir de 1967 con el mandato del Papa Pablo VI, se habla ya de la Diaconía de la Justicia, de la Reconciliación, del Perdón, de la Enseñanza, de la Consejería espiritual, Psicológica y de las Adicciones según la experiencia de ANDH .
 El signo externo de los diáconos en las celebraciones es la estola, que sale del hombro izquierdo y se une en la cintura pasando por el pecho; además es propio del diácono revestirse de la dalmática en las solemnidades.
 Según ANDH la tendencia de crecimiento de las vocaciones al Diaconado de los Casados en Estados Unidos de Norteamérica ha permitido que existan Diócesis como al de Chicago donde existen más de 700.   Un artículo reciente e interesante de la revista bimestral Deacon Digest, muestra una disminución de vocaciones sacerdotales y un aumento en el número de diáconos: en 1965, había 58,632 sacerdotes en los Estados Unidos; en el 2006 bajaron a 41,765. La revista hace este comentario: “según esta tendencia, en 2025 se tendrá el mismo (o aproximado) número de diáconos y sacerdotes. La mitad del clero serán diáconos”.
¿Cuáles serán las implicaciones? Para reafirmar, quizá la opinión de que habrá más diáconos que sacerdotes en el 2025, basta ofrecer datos muy recientes: La Arquidiócesis de Houston ordenó el año pasado, más de 60 diáconos; la de Los Ángeles, acaba de ordenar este año, otros 60. El Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México ordenó 300 diáconos indígenas y apenas 40 sacerdotes, en sus 40 años como Obispo diocesano.
El diaconado es un «signo de esperanza» para la Iglesia y para la humanidad.
La gracia del diaconado debe valorarse para la edificación de una Iglesia- familia; sierva, pobre y misionera que con coherencia «anuncie el Reino y a los pobres la buena nueva» y sea fermento profético de una sociedad más fraterna y justa. Para ello es preciso que este don del Espíritu encuentre un terreno favorable  a su fecundidad y desarrollo.
Este terreno favorable debe estar dado por una impostación pastoral de renovación y nueva evangelización , en la cual las ordenaciones diaconales sean el fruto de una llamada que realiza la comunidad, unida en nombre del Señor, presentando sus candidatos al Obispo de acuerdo con las exigencias concretas que surgen para la realización del enfoque pastoral previamente elegido.
El diaconado renace en la Iglesia como factor de renovación. Para esta renovación tiene una importancia decisiva la gracia del diaconado: la de orientar el camino renovador en la dirección auténtica de una Iglesia familia, sierva y pobre.

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