Comisión para el Diaconado Femenino

Por Juan Goti Ordeñana, catedrático jubilado de derecho eclesiástico del Estado de la Universidad de Valladolid, España.

«Comisión para el Diaconado Femenino»

Continuando con el tema del diaconado de las mujeres en la Iglesia, la respuesta del papa Francisco a la superiora que le preguntaba, no fue algo improvisado, ni se le ocurrió ante la interpelación que se le hacía. La noticia ya había sido anunciada, aunque no de modo oficial, por el cardenal Lehmann, uno de los grandes cerebros de la Iglesia Católica, que aunque ya jubilado, tiene gran autoridad, y figura entre los que tiene en cuenta el papa Francisco.

Este cardenal, no hace mucho tiempo, había pedido que se concediera el diaconado a las mujeres, basando su petición en dos argumentos: primero, porque no es nada nuevo ni anómalo, ya que en la antigüedad había habido diaconisas en la Iglesia que habían ejercido funciones de servicio y aun acciones litúrgicas; y segundo, porque en los momentos actuales es necesario, para una atención adecuada en muchos lugares, la acción eclesial de la mujer, donde no puede llegar el sacerdote, o donde la acción de la mujer es más eficaz.

La respuesta del papa prometiendo, que sería bueno crear una comisión oficial para estudiar esta materia, y luego creando esta comisión, tiene gran interés desde el punto de vista bíblico e histórico, porque además de las funciones que enumera la constitución Lumen Gentium, puede abrir caminos para avanzar en la idea de dar importancia a la acción de la mujer en la Iglesia, y para que pueda llegar a ejercer funciones de representación en ella.

No fue una improvisación, con ello anunció a unas monjas la futura diaconía de las mujeres, porque, probablemente, ellas van a ser las primeras destinatarias del diaconado femenino, por dos motivos: porque muchas tienen una gran formación, y porque están actuando en zonas donde es necesario hacer presente la Iglesia y no llegan los sacerdotes.
Lo que esta comisión tendrá que estudiar y determinar son las funciones que van a realizar las futuras diaconisas, pues a las que dice la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, habrá que añadir otras que completen su acción, que ciertamente han de ser de servicio, que es lo que significa diaconía en griego. Las cuales han de constituir un paso para abrir el camino para funciones de mayor responsabilidad en la Iglesia.

Para realizar las actividades que se confían a los diáconos en la constitución citada, no necesita el papa crear una comisión para estudiar el tema, podría resolverlo con un simple decreto, mediante un Motu Proprio. Su expresión indica, más bien, que no quiere actuar por su autoridad, sino con previo estudio y participación de otros órganos de la Iglesia.

Como dije otro mes, es cierto que al menos hasta el siglo V, hubo diaconisas que actuaban no sólo en alguna ceremonias litúrgicas, como ayudando en el bautismo de las mujeres, sino también en otros trabajos de asistencia social, que eran importantes en la acción de la Iglesia. El motivo de apartar a las mujeres de estas funciones en la Iglesia fue, porque a partir del siglo IV, se revistió al clero en la Iglesia de una autoridad sagrada, y se reservó para los obispos y presbíteros la función sacramental, esto es, decir misa, administrar sacramentos, etc., y se definió lo que era el poder sagrado como algo reservado a los hombres que fueran ordenados, quedando fuera de esta ordenación la mujer, con lo que éstas fueron desapareciendo, porque por algunas ideas, principalmente, gnósticas se introdujo, entre los padres antiguos de la Iglesia, la idea de la impureza de la mujer, y que por ello no podían recibir la ordenación sagrada.

Con el paso del tiempo, esas obras sociales eclesiásticas que ejercía la mujer perdieron importancia, y la Iglesia se hizo clerical en sentido moderno, insistiendo y elevando la autoridad sagrada del obispo y la función sacramental de los presbíteros, consistente en decir misas, confesar, administrar los sacramentos…, que coparon casi todo el poder sagrado y social, marginando a las mujeres, de manera que en un momento dado dejó de haber diaconisas. Ese sentido de lo sagrado llevó también a suprimir de hecho las funciones del diaconado de los hombres, quedando sólo como un paso previo para llegar al sacerdocio, pero sin función alguna.

Es necesario reflexionar sobre la acción de las mujeres en la Iglesia, y que se desarrolle plenamente el principio de igualdad.

Tomado de: «Comunidad Parroquial Llaranes»- Parroquia de Santa Bárbara -2ª Época– Octubre 2016 – Número 158

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