Cartas de un Párroco a su hermano diácono IV

Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina

Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José-: “agradezco a Mons. Cándido Rubiolo, el obispo que me ordenó diácono y presbítero; quien, en vida, desde mi último año del Seminario me impulsó, me animó y acompañó en el estudio del diaconado y los ministerios confiados a los fieles laicos. A Mons. José María Arancibia por haberme confiado durante cinco años la dirección de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios y el acompañamiento de los diáconos permanentes; y por permitirme realizar este magnífico camino de ser párroco con la colaboración de diáconos, acólitos y lectores instituidos”.

En el camino de la unidad

Querido hermano:
La noche del primer encuentro casi no pude dormir. Pensaba, rezaba… y volvía sobre nuestro diálogo. “¿Cómo va a hacer este pobre hombre para cumplir con todo?… ¡Lo vamos a estar tironeando de todos lados como soga que se estira pero al final se corta! ¿Y si ocurre eso?… Pero, ¿y qué hago yo con todas las urgencias pastorales? La gente de la parroquia necesita pastores, animadores, asesores…”.
En un momento, mientras oraba el Padrenuestro, al llegar a las palabras “Hágase tu voluntad”, se encendió una luz.
Jesucristo vio las necesidades. Todo un día estuvo curando enfermos. Se conmovió ante la multitud necesitada de pastor. Pero su móvil principal no fue la satisfacción de las urgencias, sino la realización de la voluntad del Padre.
Por eso “está” y “se retira”, “sale al encuentro” y “se va a otra parte”, “cura, sana, predica” y “comparte en casa de sus amigos”, con entera libertad. Como todo ministro ordenado, también “mi” diácono está llamado a adquirir y cultivar esta integración armónica desde, con y como Jesús, siendo dócil al Espíritu de la misión.
Jesucristo, Diácono y Pastor, “ora y trabaja”, “se fatiga y descansa”, “va a todos y pone límites a su geografía misionera”. Nada de esto disminuye su total generosidad –hasta cuando dice no- porque todo lo hace para el servicio con la caridad que “da la vida”.
Fue así como aprendí… teniendo un ámbito común conmigo, estás llamado a realizar la voluntad del Padre, siguiendo a Jesucristo Diácono, en ámbitos comunes y diversos de los míos.
Que la caridad diaconal del pastor, la valoración del otro, el respeto mutuo, la oración común y personal de intercesión, el diálogo permanente y la conciencia de nuestros propios límites nos ayuden a alcanzar la tan ansiada unidad de vida; sin exigirnos el uno al otro más allá de cuanto la voluntad del Padre nos pide a cada uno.
Hermano. Amar es dar la vida de modo humano y heroico. Dios no nos pide que nos hagamos el mal por hacer el bien a los demás. Ayudémonos mutuamente en esto.

Tu hermano párroco

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