Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina
Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José- que “en estas cartas laten vivencias compartidas, reflexiones personales y diálogos con diáconos, presbíteros y laicos”.
Cuando nos sentamos a dialogar
Querido hermano:
Ya tenía el listado de las tareas pastorales para el diácono. En verdad, eran muchas… Demasiadas, quizás…
Había resuelto: Conservo para mí la dirección general de todo, las celebraciones de la Eucaristía, de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos. Me quedo con la presidencia de los consejos parroquiales; hago un poco de despacho y, si puede, le delego todo lo demás…
Esa noche me hiciste saber la responsabilidad sobre tu familia, sobre tu trabajo civil durante la semana y la necesidad de contar con un momento de descanso. “¡Vaya entrega a la Parroquia!”, dije para mis adentros, “este es un ministro de tiempo parcial”.
¡No!, no es así. Tu ministerio como el mío es de tiempo completo y tiene varios ámbitos. Ejerces el ministerio diaconal porque eres ministro.
Lo eres cuando estás en la iglesia doméstica siendo, junto a tu esposa, ministro del amor y la fecundidad, de la educación y la evangelización, del crecimiento y la santidad conyugal; cuando para ella y tus hijos no sólo eres signo e instrumento del Autor de toda paternidad y sacramento de Cristo Esposo, sino, también, de este mismo Cristo que es Diácono.
Lo eres cuando, desde tu secularidad propia, estás llamado a construir el Reino en las tareas cotidianas, siendo un clérigo muy particular: testigo y animador de la diaconía de Cristo que estimula y anima la diaconía común de los fieles en medio del mundo. Tu caridad diaconal llega hasta las fibras más íntimas del mundo.
Y lo eres cuando estás en la comunidad parroquial ejerciendo, en comunión, la triple diaconía de la Palabra, la liturgia y la caridad.
¡Gracias! Por hacerme comprender que cuando no estás aquí es porque Jesucristo Diácono se está haciendo presente, por tu ministerio, en algún lugar de este mundo que tanto ama Dios y no deja de darle a su Hijo.
Tu hermano párroco