Bienaventuranzas del diácono permanente

Bienaventuranzas del diácono permanente

Desde  México el diácono Eduardo Bravo Fernández nos envía estas «Bienaventuranzas del diácono permanente». Su autor es Miguel Angel Mesa Bouzas (escritor, con varios libros publicados), las escribió  para la Celebración de Acción de gracias por los 25 años de haber recibido el sacramento del Orden los siete primeros diáconos  en la Arquidiócesis de México el 11 de octubre de 1987.

 

Bienaventuranzas del diácono permanente

– Felices quienes han recibido la llamada de servir a los demás y no han dudado en responder sinceramente: “Aquí estoy, Madre y Padre bueno, para hacer tu voluntad”.

– Felices quienes toman como modelo para llevar a cabo su ministerio a Jesús, el Cristo, y le siguen, en cada momento de su vida diaria, con fidelidad y llenos de gozo.

– Felices quienes en este seguimiento no dudan en abrazar la cruz de la entrega, se solidarizan con los crucificados de la historia y se desviven para bajarlos de sus cruces.

– Felices quienes tienen como misión sembrar la Palabra de la buena noticia para los empobrecidos y vulnerables, celebran con alegría la liturgia y los sacramentos de la vida, y cuya caridad y amor hacia los excluidos y marginados toman la forma concreta de la solidaridad, la paz y la justicia.

– Felices cuyas manos acogen y reparten, cuyo corazón rebosa ternura y cuidado, cuyos pies se dirigen siempre hacia la frontera, y su boca anuncia el mensaje de felicidad de las Bienaventuranzas del Evangelio.

– Felices quienes autentifican con su existencia la opción preferencial por los más pobres y vulnerables, haciendo visible una Iglesia servidora, humilde, libre y pobre.

– Felices quienes se dejan empapar por la compasión y el amor de Dios, contemplan la realidad que les rodea y salen al encuentro de los caídos en las cunetas de los caminos de su sociedad.

– Felices los diáconos cuyo servicio es permanente, quienes mantienen una creatividad pastoral permanente, quienes tienen como tarea la liberación integral de las personas, pues saben que, como su Maestro Jesús, no están llamados a obtener privilegios, ni a ser servidos, sino a servir para crear un mundo nuevo más fraterno, humano y justo.

 

( 12 agosto de 2012)

 

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