“El ministerio diaconal en la pastoral de conjunto”

Editorial
Diác. Gonzalo Eguía.
Coordinador de Servir en las periferias
Bilbao, España, 5 de enero de 2016

Estamos comenzando un nuevo año, una oportunidad para reactivar nuestro seguimiento del Señor, poniéndonos en actitud de servicio a su Evangelio. Con estas claves me disponía a leer el pasado mes de diciembre el nuevo Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española para el cuatrienio 2016-2020, titulado Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo. Pretendía conocer el Plan que nuestros obispos han diseñado, así como la misión que en el mismo se asigna al ministerio diaconal.

El Plan Pastoral se presenta como un instrumento pastoral interesante, señalando retos y mostrando oportunidades y acciones para la transmisión del Evangelio hoy en la realidad española.

El Plan expone en su primera parte un detallado análisis de la realidad de la Iglesia bajo el sugerente título de Una mirada compasiva a nuestro mundo. En la segunda parte el Plan desarrolla las propuestas pastorales divididas en cinco etapas, una por cada año del quinquenio. En el año 2016 se pretende hacer una reflexión sobre las exigencias de la evangelización hoy.  El año 2017 estará dedicado a la koinonía, a la dimensión de comunión y corresponsabilidad. El año 2018 se destinará al kerigma, al anuncio de la Palabra de Dios, revisando las actitudes, comportamientos y actividades de la Iglesia, ofreciendo propuestas adecuadas para la evangelización y el fortalecimiento de la fe. El año 2019 centrará su atención en la liturgia, la celebración del Misterio cristiano para promover una participación de los fieles cristianos en las celebraciones litúrgicas más auténtica, fructuosa y activa.  El Plan Pastoral concluye en 2020 con un año dedicado a la diaconía, la dimensión caritativa de la Iglesia para responder adecuadamente a las necesidades de los más pobres.

En la segunda parte, más operativa, el Plan detalla las acciones que se asignan a los obispos, los sacerdotes, los consagrados y al laicado. Ni una sola palabra en relación con el ministerio diaconal.  Cuando el Plan detalla los agentes a los que va dirigido puntualiza reiteradamente: “sacerdotes, consagrados y laicos”.  En solo una ocasión el Plan cita a los diáconos, cuando al final de los cinco años se convoca a un Congreso Nacional de Evangelización  “a todo el Pueblo de Dios: obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y laicos”.

En el apartado de la koinonía, en el que se detalla la vocación y la misión de los diferentes agentes pastorales, agradeciéndoles su entrega, los diáconos están ausentes, y cuando el Plan se pone como objetivo la animación de la pastoral vocacional, detalla la “vocación al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada y al laicado cristiano”.

Cuando el Plan detalla las acciones relacionadas con el kerigma, se cita explícitamente como una acción la “atención preferente a los agentes pastorales que están al servicio de la transmisión de la fe”, detallándose a todos los agentes de pastoral excepto a los diáconos, olvidándose de la peculiaridad de la vivencia de la doble sacramentalidad de éstos, y la riqueza que esta experiencia proporciona en el mundo de la vida matrimonial y familiar.   En este mismo apartado, cuando se habla de acompañar al clero en su identidad, vocación y misión, se reduce este acompañamiento al ministerio presbiteral.

Llama poderosamente la atención que en el apartado dedicado a la diaconía (a desarrollar en el año 2020), no haya mención alguna a la misión que le compete al ministerio diaconal, siendo este un subrayado especial que la Iglesia asigna al diaconado en sus funciones.

Los diáconos conocemos cuáles fueron la razones para la recuperación del ministerio diaconal  como ministerio permanente por parte del Concilio Vaticano II, ahora hace cincuenta años: “el deseo de enriquecer a la Iglesia con las funciones del ministerio diaconal, que de otro modo, en muchas regiones  difícilmente hubieran podido ser llevadas a cabo;  la intención de reforzar con la gracia de la ordenación diaconal a aquellos que ya ejercían de hecho funciones diaconales; y  la preocupación de aportar ministros sagrados a aquellas regiones que sufrían la escasez de clero” (Introducción a la Ratio y al Directorio para los diáconos permanentes de las Congregaciones para la Educación Católica y para el Clero -Nº 2-, Roma 22 de febrero de 1998).

Los diáconos sabemos también que el Concilio vinculó el ministerio diaconal con “la tríada: «ministerio (diaconía) de la liturgia, de la palabra y de la caridad» -Lumen Gentium, 29-. De este modo se expresa la participación diaconal en el único y triple munus de Cristo en el ministro ordenado. El diácono «es maestro, en cuanto proclama e ilustra la Palabra de Dios; es santificador, en cuanto administra el sacramento del Bautismo, de la Eucaristía y los sacramentales, participa en la celebración de la Santa Misa en calidad de «ministro de la sangre», conserva y distribuye la Eucaristía; «es guía, en cuanto animador de la comunidad o de diversos sectores de la vida eclesial» -Juan Pablo II, Alocución-16 marzo 1985-, n. 2- (Directorio para el Ministerio y la Vida de los diáconos permanentes n. 22, Roma 22 de febrero de 1998).

Por último, los diáconos somos conscientes que la Iglesia ha reconocido la vocación diaconal como la llamada a ser sacramento de Cristo, siervo del Padre, mediante el servicio a Dios, al mundo y a su pueblo.

Por estas razones, los diáconos esperamos de nuestros pastores las orientaciones necesarias para poder desempeñar nuestro ministerio de acuerdo a las necesidades que la tarea evangelizadora hoy demanda.

No se trata de un deseo egocéntrico de reconocimiento del ministerio recibido, que vivimos como don de Dios y envío de la Iglesia, sino que experimentamos la necesidad de situar el ministerio diaconal dentro de la pastoral de conjunto de la Iglesia. Nuestro Informativo va señalando mensualmente cómo en algunas iglesias locales sus pastores van dando pasos para que el ministerio diaconal vaya consolidándose junto a los demás ministerios y vocaciones. Necesitamos también que estas acciones se lleven a cabo en todas las iglesias locales, por parte de las Conferencias Episcopales (a través de sus Planes pastorales) y en la Iglesia Universal.

Recibimos este décimo Informativo en la festividad de la Epifanía del Señor; deseamos ser para quienes nos rodean don, regalo de Dios. Os deseamos un feliz año 2016.

 

En nombre del Equipo de Redacción y Coordinación, un fraternal abrazo.

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