Cartas de un Párroco a su hermano diácono X

  Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina

Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José-: “agradezco a Mons. Cándido Rubiolo, el obispo que me ordenó diácono y presbítero; quien, en vida, desde mi último año del Seminario me impulsó, me animó y acompañó en el estudio del diaconado y los ministerios confiados a los fieles laicos. A Mons. José María Arancibia por haberme confiado durante cinco años la dirección de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios y el acompañamiento de los diáconos permanentes; y por  permitirme realizar este magnifico camino de ser párroco con la colaboración de  diáconos, acólitos y  lectores instituidos”.

Querido hermano:

Tenías razón cuando respondiste mi carta anterior invitándome a recordar que recibiste “la imposición de manos, no para el sacerdocio sino para el ministerio”. ¿Qué significa esto?

Yo lo veo así. Hazme la corrección si me equivoco.

Por el sacramento del Orden participas del triple ministerio de Jesucristo Cabeza. Proclamas el Evangelio y predicas con autoridad en nombre de Cristo y la Iglesia, porque has sido constituido Maestro. No participas de la potestad para confeccionar la Eucaristía ni absolver, pero tu diaconía litúrgica es ejercicio amplio de la diaconía sacerdotal de Cristo Cabeza, “algo bastante” diferente del sacerdocio común de los fieles, y, en tercer lugar, tu diaconía de la caridad, es la de Jesucristo Señor, como colaborador del Obispo en el ejercicio del ministerio apostólico.

Si esto corrige y completa la carta anterior, ¿cuál es tu identidad particular ante los presbíteros? ¿Qué hace que no seas reemplazable por un presbítero?

La intención de Jesucristo resucitado, manifestada en la voluntad apostólica que te dio origen como colaborador de ellos y de sus sucesores inmediatos: los obispos en comunión especial con los presbíteros.

Te confieso no tener la respuesta teológica definitiva. ¿Por qué el Señor y la Iglesia han querido tu presencia junto a los presbíteros? ¿Será que recibiste algo particular diferente de nosotros o que has sido llamado a ser memoria permanente de algo común entre nosotros? Siguen siendo preguntas abiertas en mi cabeza.

Sólo sé una cosa: Si caminamos juntos en la comunión de la caridad ministerial podremos descubrirnos el uno al otro y la luz divina no se hará esperar demasiado.

Quiera Dios concedernos que la creciente presencia tuya, tu mismo ejercicio del ministerio nos ayude a ir tomando cada vez más conciencia de tu identidad particular.

Tu hermano párroco

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