Testimonio de Rafael Casás en el Jubileo de los diáconos en Roma

El viernes, 27 de mayo, comenzó el encuentro. Nos dividimos en siete grupos lingüísticos. Los diáconos de lengua española de todo el mundo nos reunimos en la Basílica de San Marcos, abarrotada.

En octubre de 2015, había tenido la suerte de ser invitado por Monseñor Fisichella, arzobispo presidente del Pontifico Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, para impartir allí una de las tres conferencias inaugurales. Todo un honor, que pesa por la gran responsabilidad, pero también un placer y una gracia. La catequesis se titula “El diácono, icono de la Misericordia para la Nueva Evangelización en la Acción Pastoral”. Como no se podía proyectar (los que me conocéis ya sabéis que suelo apoyarme en presentaciones digitales: diapositivas, cortes de películas,…), mi mujer preparó una “presentación analógica”: un guión, que imprimimos para todos. Es un sencillo marcapáginas múltiple, que muestra los iconos de 7 santos diáconos. Cada santo diácono representa un valor de la Misericordia de Dios, para que los diáconos seamos agentes de Nueva Evangelización en nuestra acción pastoral. Me sentí genial, compartiendo experiencias y esperanzas ilusionantes con la multitud de diáconos de habla hispana que nos reunimos allí.

Luego, tuvimos tiempo libre para confesarnos y para la adoración eucarística, en las iglesias de san Lorenzo de Roma.

El sábado 28, pudimos realizar la peregrinación hasta la Puerta Santa por grupos: oración, conversión, jubileo, indulgencia plenaria,…

Por la tarde, nos habló Monseñor Patrón, de la Congregación para el Clero. Muy dinámico y muy vivencial: su experiencia con muchos diáconos que se fue encontrando en sus diócesis.

El domingo 29, celebramos la Eucaristía en la Plaza de San Pedro, presidida por el Santo Padre. Nos regalaron una estola diaconal y nos revestimos en el Aula Pablo VI. A los diáconos que impartimos las conferencias de los 7 grupos lingüísticos, nos colocaron en primera fila, al lado de la sede papal, con nuestras mujeres.

Y, al final de la Misa, llegó la sorpresa: estos pocos diáconos con nuestras mujeres pudimos saludar personalmente al Papa Francisco. Monseñor Fisichella y Monseñor Gänswein nos iban presentando y nosotrós decíamos de qué Diócesis y país veníamos, nuestro destino pastoral,…

Sin duda, la Misericordia de Dios es tan grande que no la abarcamos en un Año Jubilar como este; pero, con este tipo de iniciativas extraordinarias, se nos queda grabado el inmenso Amor, que es nuestro Dios.

Enviada por el Diácono David Jimenez

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