Santos diáconos del mes de febrero

 Celerino, Mártir, 3 de febrero

celerinoEn el comienzo de la persecución de Decio y siendo aún muy joven, fue detenido como soldado de Cristo. Le llevaron al tribunal donde el mismo Decio debía de juzgarlo, por lo que se esperaba una sentencia muy severa. Sin embargo, el emperador, conmovido tal vez por la juventud, el valor y la audaz franqueza de Celerino, le concedió la libertad, después de diecinueve días de prisión y de torturas. El joven llevaba sobre su cuerpo las señales imborrables de sus tormentos.

En la primavera del año 250, Celerino marchó a Cartago para llevar a Cipriano nuevas de los confesores de la Iglesia en Roma. A su regreso, tuvo la pena de constatar la defección de su hermana Numeria. Para mitigar su dolor, lo compartió con uno de sus amigos, Lucianno, que estaba prisionero en Cartago, escribiéndole una extensa carta con la funesta noticia. Esto aconteció poco después de Pascua. Hacia la mitad del otoño, cuando recibió la respuesta de su amigo, Celerino regresó a Cartago, donde Cipriano le ordenó lector de su iglesia, con otro confesor de la fe llamado Aurelio. En una de sus cartas, Cipriano hace el más sentido elogio de Celerino: se ve en ella la intención del obispo de elevar al sacerdocio a un atleta del cristianismo: su gloriosa confesión había probado que, a pesar de su juventud, ya estaba consumado en la virtud.

Probablemente Celerino permaneció siempre al lado del obispo de Cartago, sin que pueda decirse si fue ordenado diácono. Sin embargo, casi todos los martirologios lo consideran como diácono. Después de la muerte de Cipriano, Celerino se mostró siempre tan firme y piadoso, como había sido desde el comienzo de su vida.

El día 3 de febrero, la Iglesia honra su memoria como la de un santo confesor de Jesucristo. Algunos han confundido a nuestro santo con otro Celerino, uno de los clérigos romanos, enredado en el cisma Novaciano. Pero esta defección no habría pasado inadvertida al obispo Cipriano y seguramente habría provocado las reconvenciones del prelado, en vez de los elogios que se le tributaron. Se puede considerar a Celerino como mártir, en razón de los tormentos que soportó en la prisión.

 

San Esteban de Grandmont, 8 de febrero

estebanEsteban de Grandmont, diácono, ermitaño, y fundador de la Orden (benedictina) de Grandmont en Muret, cerca de Toulouse, en lo que hoy es el suroeste de Francia, murió en 1124.

Esteban nació en 1046 en Thiers, en la región de Auvergne de Francia. Sus primeros años de vida son inciertos debido a las inexactitudes históricas en su biografía medieval. Sin embargo, su compromiso con la vida consagrada y como un ermitaño se relaciona en el movimiento y el convencimiento en su vida consagrada. Después de haber construido una pequeña ermita en la montaña de Muret, Stephen prometió a Dios:«Yo, Esteban, renuncio al diablo y todas sus seducciones, y me ofrezco a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, el único Dios verdadero en tres Personas.» Él oró a la Santísima Virgen María: «Santa María, Madre de Dios, pongo mi cuerpo, alma y los sentidos a tu Hijo y a ti.»

Esteban pasó los siguientes cuarenta y ocho años en el desierto, dedicándose a la oración y la penitencia auto-negación. Cuando dos legados papales lo visitó, le preguntaron si él era un monje, un ermitaño o un canon. Él contestó, «soy un pecador.» Otros hombres se unieron a él, con la intención de imitar a Esteban, de modo que la ermita de Muret se convirtió en una comunidad monástica y una nueva congregación religiosa más tarde conocida como la Orden de Grandmont. Se negó la ordenación como sacerdote a seguir siendo un diácono.

 

San Lucas de Emesa, mártir. 6 de febrero.  

En Emesa, San Lucas es diácono del obispo San Silvano, sufrió junto a él y al lector Mocio el martirio en Poenicia (Homs) en el años 312.

Después de torturas, de encarcelamiento y de agotamiento por hambre, fueron lanzados a las bestias. Los santos mártires murieron sin ser tocados por los animales. Los cristianos tomaron los cuerpos de los santos mártires por la noche y los enterraron con reverencia.

 

Santos Primo y Donato de Lemellefa, mártires. 9 de febrero.

En Lemellefa, en África, conmemoración de los santos Primo y Donato, diáconos y mártires, que, por defender el altar de la iglesia, murieron en manos de los herejes (c. 361).

En algunos lugares se hace memoria litúrgica   el 29 de enero

 

San Flaviano. 14 de febrero

flaviaDiácono del Obispo San Modestino, junto al presbítero Florentino   Llegaron por mar en Locri (Calabria), donde predicaron el Evangelio, fueron detenidos y llevados a la cárcel en Sybaris, según la tradición fueron liberados por el Arcángel Miguel.

Por mar llegaron Pozuoli o Cuma y por tanto la Irpinia, cerca de «Abellinum» donde predicaban las enseñanzas de Cristo. Modestino realizó milagros y curaciones.

Aquí ellos fueron arrestados, encarcelados y juzgados por un enviado del emperador Majencio, y llevado a un lugar llamado «pretoriano», donde fueron martirizados con ropa al rojo vivo, murieron en la noche entre el 14 y 15 de febrero de 311.

Sus cuerpos fueron recogidos por los cristianos abellinati y enterrados, los cuerpos estaban descansando un cartel con los nombres y la dignidad, también en San Modestino estaba descansando en el cuerpo, una escultura de plata que representa una paloma.

Sus cuerpos se encuentran en el verano de 1166, fueron llevados a la Catedral de Avellino, donde aún se conservan en la «Capilla del Tesoro de San Modestinus».

En 1220 fueron nombrados los patronos principales de la ciudad y de la diócesis de Avellino por el Obispo Ruggiero.

 

San Josipo de Antioquía, mártir. 15 de febrero.
En Antioquía, en Siria, siglo IV, santo diácono, junto a los también  mártires Isicio, presbítero,   Romano, Zósimo y Baralo, y Agapis, virgen.

San Valente de Jerusalén, mártir. 16 de febrero.

Diácono de la Iglesia de Jerusalén, era un hombre de edad, de quien decía San Jerónimo que se sabía la Biblia de memoria. Fue condenado a muerte en Cesarea en el año 309 durante la última persecución grande contra los cristianos.

San Baldomero de Lyon, subdiácono y monje. 27 de febrero.

baldomeroMartirologio Romano: En Lyon, de la Galia, san Baldomero (o Galmier), subdiácono, hombre dedicado a Dios (c. 660).

Nació en Lugduni, en Forez en la Galia. Cerrajero o herrero de Lyon, que vivía con una gran piedad; la pequeña fortuna que consiguió, como no estaba casado, ni tenía hijos, adoptó a los pobres como hijos, y les consiguió comida, alojamiento y les regalaba ropa.

Fue distinguido por el abad de San Justo, que lo retuvo en su monasterio. Fue dirigido espiritualmente por el abad de San Sulpicio de Lyon, Vivencio, abrazó la vida religiosa, regalando su fortuna a los pobres; la vivió plenamente en el servicio del altar como subdiácono en Lyon hasta su muerte. Por humildad no quiso ser sacerdote.

San Baldomero era un herrero de Lyon, Francia, que vivía con gran austeridad y pobreza de su trabajo.

Empleaba todo su tiempo libre en la lectura espiritual y de la Sagrada Escritura, en la oración y en ayudar a los pobres con lo poco que tenía.

Vivencio, abad de San Justo, impresionado por la vida de Baldomero, le ofreció una celda en su monasterio y ahí el santo herrero se entregó a la contemplación.

El obispo Gundriano lo ordenó subdiácono.

Murió el año 660 y es considerado patrono de los herreros.

Su nombre aparece en todos los martirologios después del siglo VII, sus reliquias se conservaban con veneración en el monasterio de San Justo en Lyon, hasta que fueron dispersadas por los hugonotes en el siglo XVI. Sólo en la iglesia de San Galmier (Loire) se conservan los huesos de su brazo. Patrón de los cerrajeros.

Santos Diáconos de Alejandría, víctimas de la caridad. 28 de febrero.

alejandriaConmemoración de los santos  diáconos, que junto a presbíteros, vírgenes consagradas y otros muchos, que en Alejandría de Egipto, en tiempo del emperador Galieno, al declararse una gravísima epidemia, se entregaron al servicio de los enfermos hasta morir ellos mismos, motivo por el cual la piedad de los creyentes los consideró corno mártires.

La peste había hecho estragos en la mayor parte del Imperio Romano, durante los años 249 a 263. Se dice que en Roma habían muerto cinco mil personas en un sólo día. La ciudad de Alejandría fue una de las más severamente castigadas por la epidemia; san Dionisio de Alejandría nos dice que ahí se declaró el hambre, y que esto había provocado tumultos y violencias tan graves, que era más fácil ir de un extremo al otro del mundo conocido, que atravesar de una calle a otra en el interior de la ciudad. A estas desgracias vino a añadirse la peste, que causó tales estragos, que no había casa en la que no se llorara por lo menos a un muerto. Los cadáveres yacían insepultos; el aire estaba cargado de microbios y de los vapores pestilenciales del Nilo. Los sobrevivientes vagaban aterrorizados y el miedo volvía a los paganos crueles, aun con sus parientes más cercanos. En cuanto alguien caía enfermo, sus amigos huían de él; los enfermos eran arrojados de su propia casa, antes de morir.

En tan angustiosas circunstancias, los cristianos de Alejandría dieron gran ejemplo de caridad. Durante las persecuciones de Decio, Galo y Valeriano habían tenido que ocultarse; sólo podían reunirse en secreto, o en los barcos que partían de Alejandría, o en las prisiones. La peste les permitió salir de sus escondrijos. Sin temor al peligro, acudieron a asistir a los enfermos y a reconfortar a los moribundos; cerraban los ojos a los muertos y transportaban los cadáveres. Aunque sabían perfectamente que se exponían a contraer el mal, lavaban y enterraban decentemente a las víctimas de la enfermedad. El obispo de la ciudad escribió: «Muchos que habían curado a otros murieron apestados. La muerte nos ha arrebatado así a los mejores de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos y laicos excepcionales. Su heroica muerte, motivada por la fe, apenas es inferior a la de los mártires». Reconociendo el valor de estas palabras de san Dionisio, el Martirologio Romano honra a esos distinguidos cristianos como mártires. La caridad que mostraron asistiendo a sus perseguidores en las enfermedades, es un ejemplo de lo que debe ser nuestra actitud con los pobres, que no son nuestros enemigos, sino nuestros correligionarios.

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