Santos diáconos del mes de Abril

San Agatópodo de Tesalónica, mártir. 4 de abril.

diacono agatopoFue detenido en compañía del Lector Teódulo, por tener una copia de la Sagrada Escritura. Por orden del Gobernador Faustino, les ataron rocas y les arrojaron al mar en Tesalónica en el año 303.
En Breviario sirio de testimonio del culto de estos mártires antes del año 411.  El Hieronymianum menciona a los dos santos, en tanto que el calendario de Nápoles sólo habla de San Teódulo.  El Martirologio Romano dice lo siguiente:  “En Tesalónica, la conmemoración de los santos mártires Agatópodo, diácono, y Teódulo, lector, los cuales, bajo el emperador Maximiano y el gobernador Faustino, fueron arrojados al mar con piedras atadas al cuello por haber conservado la fe”. Entre los manuscritos griegos de la Biblioteca Vaticana se conservan las “actas” de estos mártires.  En realidad, se trata de un documento poco fidedigno, con unos cuantos detalles históricos: el gobernador Fausto trató repetidas veces de hacer abjurar a los mártires, exigió que entregasen las Sagradas Escrituras y los sometió a crueles tormentos; los cuerpos de los mártires, según las “actas”, fueron milagrosamente recuperados del mar.

En Acta Sanctorum se halla ese documento griego con una traducción latina (abril, vol. I). Los sinaxarios resumen las actas.  Ver también Acta Sanctorum, pars posterior (19932), nov., vol. II, pp. 173-174

 

120 Mártires de Persia. 4 de abril.

Idiacono 120gnoramos los nombres de estos mártires (s. IV), pero, según la tradición, en el reinado del rey Sapor II de Persia, más de cien cristianos fueron martirizados el mimo día, en Seleucia de Tesifonte.  Entre ellos, había nueve vírgenes consagradas a Dios; el resto eran sacerdotes, diáconos y monjes.  Como todos se negasen a adorar al sol, fueron encarcelados durante seis meses en sucias prisiones.  Una rica y piadosa mujer, llamada Yaznadocta les ayudó, enviándoles alimentos. A lo que parece, Yaznadocta se las arregló para averiguar la fecha en que los mártires iban a ser juzgados.  La víspera, organizó un banquete en su honor, fue a visitarles en la prisión y regaló a cada uno un vestido de fiesta. A la mañana siguiente, volvió muy temprano y les anunció que iban a comparecer ante el juez y que aún tenían tiempo de implorar la gracia de Dios para tener el valor de dar su sangre por tan gloriosa causa.   Yaznadocta añadió:  “ En cuanto a mí, os ruego que pidáis a Dios que tenga yo la dicha de volver a encontraros ante su trono celestial”.

El Juez prometió nuevamente la libertad a los mártires, con tal de que adorasen al sol, pero ellos respondieron que los vestidos de fiestas que llevaban eran la mejor prueba de que estaban dispuestos a dar la vida por su Maestro. El juez les condenó  a ser decapitados.  Esa misma noche, Yaznadocta consiguió recuperar los cadáveres y los quemó para evitar que fuesen profanados.

Aunque no hay en esta narración los elementos milagrosos que generalmente despiertan sospechas en los críticos, contiene sin embargo algunos detalles improbables: como lo demostró el P. Peters (Analecta Ballandiana, vol. XLIII, 1925, pp. 261-304, el ciclo de las actas de los mártires de Adiabene, al que este relato pertenece, no siempre es fidedigno.  E. Assemani publicó por primera vez el texto sirio den Acta Martyrum Orientalium, vol. I, P 100; también lo publicó Bedjan sin traducción.  El. P: Delehaye publicó las antiguas versiones griegas en Patrología Orientalis, vol. II (1905). Ver la traducción francesa en H. Leclercq, Les Martyrs, vol. III.

San Ireneo de Pentápolis, mártir. 7 de abril.

Era diácono del obispo de Pentápolis en Libia (s. IV), les cortaron la lengua, pero sobrevivieron y murieron de muerte natural; a pesar de ello son considerados mártires, durante el imperio de Galiano.

 

San Pápilo de Pérgamo, mártir. 13 de abril.
diacono papiloEn el reinado de Marco Aurelio o en el de Decio (s II), un obispo llamado Carpo, de Furdos de Lidia, y un diácono de Tiateira llamado Papilo, comparecieron ante el gobernador de Pérgamo, en el Asia Menor: Cuando el juez preguntó su nombre a Carpo, éste respondió: “Mi primero y más noble nombre es Cristiano; pero si quieres saber también mi nombre mundano, me llamo Carpo.  “El gobernador le exhortó a ofrecer sacrificios a los dioses, pero el prisionero replicó: “Soy cristiano, yo adoro a Cristo, el Hijo de Dios que vino a salvarnos de las acechanzas del demonio y no sacrificaré a tus ídolos.” Como el gobernador le ordenase obedecer al punto el edicto del emperador, Carpo contestó citando a Jeremías: “Los dioses que no han creado el cielo y la tierra, perecerán” y declaró que los vivos no deben sacrificar a los muertos.  “¿Crees acaso que los dioses están muertos?”, le preguntó  el magistrado.  “Como nunca vivieron, no pueden haber muerto”, replicó el mártir.  El gobernador le cortó la palabra y le condenó a la tortura.

Entonces empezó el interrogatorio de Papilo, quien declaró que era originario de Tiateira. “¿Tienes hijos?” “Sí, muchos”: Uno de los presentes explicó al juez que era una manera de hablar de los cristianos y que significaba que tenía muchos hijos en la fe.  “Tengo hijos en la fe en todas las ciudades y provincias”, corroboró el diácono.  “¿Estás dispuesto a sacrificar , o n o?”, preguntó el juez con impaciencia.  Papilo respondió: “Yo he servido a Dios desde la juventud y nunca he ofrecido sacrificios a los ídolos.  Soy cristiano. Esa es la única respuesta que daré a tus preguntas, porque no puedo decir nada más grande ni más noble que ese nombre”. El juez le condenó también a la tortura. Pero al fin comprendió éste que ningún tormento sería capaz de hacerle cambiar y mandó que pereciesen en la hoguera.  Papilo murió primero.  Cuando los verdugos ataban a  Carpo, su rostro se iluminó con tal expresión de gozo, que uno de los presentes le preguntó si veía algo.  El mártir replicó: “Miraba la gloria de Dios y por eso me sentí transportado de gozo.”  *cuando las llamas empezaron a consumirlo, el santo exclamó: “¡Bendito seas, Señor Jesucristo, Hijo de Dios, porque te has dignado compartir conmigo tus suplicios, aunque soy un pecador!”
Después, el gobernador mandó que trajesen a su presencia a Agatónica, la cual se negó también a ofrecer sacrificios a los dioses.  Los presentes la exhortaron a que abjurase de la fe por amor a sus hijos;  pero ella respondió: “Mis hijos tienen a Dios, y Él mirará por ellos:” El gobernador la amenazó con condenarla a la hoguera, pero Agatónica permaneció inconmovible.  Los soldados la condujeron al sitio de la ejecución; cuando la desnudaron, la multitud se maravilló de su belleza.

El fuego empezó a consumirla y Agatónica exclamó : “¡Ayúdame, Señor Jesús, a sufrir por Ti!”  Murió al repetir esta oración por tercera vez.
*Otra versión atribuye estas palabras a Papilo

Estas actas  sencillas se encuentran enrtre los documentos más importantes de la época de los mártires que han llegado hasta nosotros. Sin embargo, como se ve claramente en los  textos publicados por Pío Franchi de Cavalieri en Studi e Testi, núm 33 (1920), todas las recensiones que existen han sido  retocadas.  Para probar la antigüedad del culto de estos mártires, basta con recordar que los mencionan Eusebio (Historia Eclesiástica, vol. IV, 15) y el Breviario sirio:  en esta última obra se dice que el culto de los mártires es ya una tradición antigua.  No sabemos con certeza si murieron en el reinado de Marco Aurelio o en el de Decio.

Santos Pedro y Hermógenes de Melitine17 de abril (Hermógenes no está muy claro si fue diácono también)

diacono pedro

 

En Melitene, ciudad de la antigua Armenia, el diácono Pedro y su coadjutor fueron martirizados, probablemente en Antioquia y no se sabe cuando.

 

Santos Abdieso y Azadones, mártires, 22 de abril 

diacono abdiesoFueron dos Diáconos persas ejecutados hacia el año 341 durante la persecución desatada en el reinado de Sapor II.

 

 

Santos Diáconos Fortunato y Aquileo,   mártires, 23de abril 
A principios del siglo III, San Ireneo, obispo de Lyon, envió al sacerdote Félix y a los diáconos Fortunato y Aquileo a evangelizar la región de Valence, que después se llamó el Delfinado.  Los tres fueron martirizados durante el reinado de Caracalla, hacia el año 212.  Eso es todo lo que sabemos de cierto sobre nuestros santos, pero la leyenda se ha encargado de bordar sobre sus vidas.  Según las pretendidas “actas” de estos mártires, fueron arrestados después de convertir a la mayor parte de los paganos de la región.  Los ángeles los pusieron en libertad y les dieron la orden de derribar los ídolos de los templos y destrozar a martillazos las imágenes de Mercurio y Saturno y una valiosa estatua de Júpiter, tallada en ámbar.  Aprisionados nuevamente por ese crimen, los verdugos les quebraron las piernas, los torturaron en el trono y los sometieron día y noche a las inhalaciones de sofocantes fumarolas.  Finalmente, los mártires fueron decapitados.

Una leyenda todavía más fantástica relaciona a San Félix, San Fortunato y San Aquileo con Valencia de España.  Las reliquias que se veneran en dicha ciudad son ciertamente las de otros santos.
San Deodato de Blois, diácono y abad. 24 de abril.

En las cercanías de Blois, en la Galia Lugdunense, san Deodato, diácono y abad, que después de llevar vida anacorética, reunió discípulos a los que presidió (s. VI).

Beato Pedro Levita de Roma. 30 de abril

diacono beatopedroEl beato Pedro Levita (diácono) nació hacia la mitad del siglo VI, quizás en el Piamonte italiano, como indican algunas tradiciones, en la actual ciudad de Salussola, o en la propia ciudad de Roma. Lo cierto es que en la década del 70 está estudiando en la Ciudad Eterna letras y filosofía, y conoce a quien llegará a ser san Gregorio Magno, monje bajo la Regla de san Benito, algunos años mayor que él, con quien trabará una amistad que será colaboración durante el papado.

Gregorio fue elegido Papa en el 590, Pedro es subdiácono en ese momento, y es inmediatamente enviado a Sicilia por el Papa como su vicario. Algunas cartas de Gregorio presentan a su legado ante los obispos sicilianos, otras se dirigen al propio Pedro, con quien discute cuestiones relativas a su misión como vicario: marcación de territorios, donaciones, asistencia a los pobres, vigilancia de las costumbres del clero, construcción de iglesias, etc. Desempeñó este encargo del 590 al 592, y luego en la Campania lo mismo por un año, para establecerse después en la propia Roma, como diácono de Gregorio.

En el proemio de los Diálogos de san Gregorio leemos que un día el Papa se retiró a un lugar solitario, posiblemente el monasterio de San Andrés en Celio; abrumado y cansado de los graves problemas que le tocaban como Pastor de toda la Iglesia, recibió el consuelo y apoyo de Pedro, «amadísimo hijo y querido compañero de santos estudios», «singular amigo desde su primera juventud». Llegó a ser su secretario, colaborando en las propias obras por las que Gregorio llegará a ser «Magno».

De los antiguos biógrafos de Gregorio se recoge un importante episodio: cuando Gregorio dictaba sus obras a Pedro, estaban separados por una cortina; un día Pedro, extrañado de la velocidad con la que el santo le dictaba la doctrina cristiana, sin preguntar corrió la cortina, y vio al Espíritu Santo en forma de paloma dictando al oído del Papa la verdad de la fe. Pedro prometió guardarle el secreto con su propia vida. El Papa murió en el 604, confiando poco antes a su fiel secretario que se intentaría destruir su obra, a lo que Pedro aseguró que trataría de impedirlo de todas las maneras. El peligro resultó cierto un año después: durante una carestía de alimentos se había difundido la calumnia de que Gregorio había empobrecido a la Iglesia por su excesiva prodigalidad con los pobres, y los fieles enfurecidos quisieron destruir su obra. Pedro defendió los escritos revelando la historia de su divino dictado, y se comprometió a que juraría en el púlpito de la Basílica Vaticana, y que si era verdad lo que contaba, que muriera en ese mismo instante. Y efectivamente, jura el 30 de abril del 605, y cae al instante muerto, con lo que cumple a la vez con salvar las obras y defender con su vida el secreto que había descubierto sin querer.

Fue enterrado en el campanario de la Basílica, no lejos de su maestro; su memoria litúrgica se inscribió el 12 de marzo, el mismo día de la muerte de san Gregorio, aunque el Martirologio actual la ha vuelto a poner en su fecha natural, el 30 de abril. Pasado un tiempo sus reliquias fueron robadas y llevadas a Salussola, supuesto lugar de nacimiento; luego la urna se pierde por unos siglos, pero gracias a una visión es recuperada en el siglo X, e inmediatamente se renueva el fervor del culto, que se prolongará en todo el Piamonte a lo largo de los siglos. Incluso en el 1600 el obispo de Vercelli convence al Papa Clemente VIII que no reclame a la diócesis la devolución de las reliquias robadas, que el Papa tenía intención de enterrar junto a las de san Gregorio. En 1866 SS. Pío IX aprueba el culto «ab immemoriale». En 1945 los ciudadanos de Salussola construyen un oratorio dedicado al Beato como cumplimiento de un voto hecho durante la Primera Guerra Mundial.

 

Santos Santiago de Lambesa  y Mariano, mártires, 30 de abril.

diacono santiagoSantiago fue un Diácono preso junto al Lector Mariano en Cirta, Argelia, durante la persecución del Emperador Valeriano. Después de ser torturados fueron conducidos a Lambesa en Numidia, donde fueron condenados a ser decapitados en el circo con otros cristianos por el año 259.

Estos dos mártires murieron en Lambesa, en Numidia, durante la persecución de Valeriano, Mariano era lector y Santiago diácono.  Fueron arrestados en Cirta (actualmente Constnatine, en Argelia).  Los verdugos trataron con especial furor a Mariano.,  El mártir contó al autor de las actas de su martirio que se había quedado dormido después de la tortura y había soñado que San Cipriano, quien había sido martirizado en Cartago el año anterior, le invitaba a subir al cadalso. También Santiago tuvo una visión de su próximo triunfo.

El gobernador, después de interrogarlos, los envió a Lambesa, que distaba unos ciento treinta kilómetros y ahí fueron sentenciados a muerte. Su martirio tuvo lugar en un cauce seco, “donde los bancos de las riberas formaban una especie de circo en el que se sentaban los espectadores”:  Los mártires fueron tan numerosos en aquella ocasión, que los verdugos los colocaban en fila “para que la espada del impío asesino decapitase a los fieles uno tras otro, en un arranque de cólera.” Antes de que llegase su turno, Mariano habló como un profeta, de las desgracias que caerían sobre los que mataban a los cristianos.  La madre de Mariano, “llamada con razón María, bendita en su nombre y en su hijo”, besó el cadáver del fruto de sus entrañas.

La pasión de los santos Mariano, Santiago y sus compañeros es un documento auténtico de gran interés, compuesto por un cristiano que estuvo prisionero con ellos.  El antiguo Calendario de Cartago los conmemora el 6 de mayo, pero el Martirologio Romano, de acuerdo con el Hieronymianum, los menciona el 30 de abril.  De otros mártires cuyos nombres aparecen  en las actas, como San Agapio y San Secundino, se hace mención la víspera.  La catedral de Gubbio está dedicada a los santos Mariano y Santiago y pretende poseer sus reliquias.

Las actas se hallan en Ruinart, Acta sincera, y en Gebhardt, Acta Martyrum Selecta; ver también  Pío Franchi de Cavalieri, Studi e Testi (1900). En Some Authentic Acts of the Early Martyrs (1927), de E.C.E.. Owen, hay una traducción inglesa de las actas.

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