Reflexiones sobre el diaconado permanente en Argentina IV

Memoria de las expresiones eclesiales relacionadas con el lema del Segundo Congreso Continental de Diaconado Permanente “Los diáconos: apóstoles en las nuevas fronteras”

 

Diác. Lic. José Espinós

Buenos Aires, 8 de diciembre de 2010

 

Selección de expresiones relacionadas con el lema del Segundo Congreso

 

Los textos completos de estas ponencias fueron recogidas en el libro “Diaconado Permanente”, que editó poco tiempo después el Departamento de Vocaciones y Ministerios del CELAM. Sus aportes todavía guardan una enorme actualidad. Por eso, teniendo en cuenta el lema del Segundo Congreso a realizarse en Itaicí, Brasil, “los diáconos, apóstoles en las nuevas fronteras”, voy a extraer las expresiones de esas ponencias que guardan alguna relación con él o que pueden resultar de cierto interés.

 

  1. De la Dra. Beatriz Balian de Tagtachian[1]

 

Antes de abordar las referencias que hace la expositora sobre el ejercicio del ministerio diaconal en las nuevas fronteras, permítanme recordar el relativo al surgimiento de los roles del diácono casado, de la esposa de un clérigo católico y de los hijos de ambos, tanto en la Iglesia como en la sociedad. Esto, a mi juicio, guarda aún una rigurosa actualidad y guarda relación con el propósito del Segundo Congreso.

 

“Desde la perspectiva sociológica la novedad es el clérigo casado. Este nuevo rol en la Iglesia (clérigo casado) da lugar a su vez a otros roles vinculados al mismo: la esposa del diácono, los hijos, los familiares en general… En mayor o en menor medida, también se relacionan con formadores, sacerdotes, obispos, y otros miembros de la Iglesia, lo que origina un nuevo y amplio sistema de roles. La presencia de clérigos casados en la Iglesia fue asumida de diversas formas que va desde los más reticentes a aceptar el tema hasta aquellos que lo impulsaron y se comprometieron profundamente.”[2]

 

“El rol de la esposa del diácono permanente no cuenta con experiencias previas en la Iglesia Católica, por tanto, se está construyendo con la experiencia actual. Ello implica que este rol debe ser reconocido –casi podría decirse “elaborado y comprendido”- por las personas que desempeñan roles que se relacionan directamente con las esposas, es decir, los mismos diáconos permanentes, los sacerdotes, los obispos y los laicos… En general, en los documentos (del Magisterio) el peso de los comportamientos deseables recae en los diáconos y se encuentran escasas observaciones acerca de las transformaciones necesarias en los otros roles vinculados.”[3]

 

“Se puede afirmar que los hijos de los diáconos actuales no están afirmados en su rol y por tanto la relación es más improvisada y menos pautada –están aprendiendo a ser hijos y además hijos de diáconos-. Debe tenerse en cuenta que esta es una “primera generación” en la que ni sus padres diáconos tienen modelos de referencia en el ámbito católico.”[4]

 

“El descuido de los temas familiares hace pensar que en los documentos eclesiales persiste –quizás inconscientemente- la idea del diácono como una alternativa ante la falta de sacerdotes y se delinea su perfil en referencia a éstos, y no a una familia a la que le pueden pasar muchas cosas, como a las demás, en la que lo importante sea el sentido evangélico del tratamiento de los problemas. Los planes de estudio de la formación diaconal no apuntan, en general, a un modelo diaconal más independiente del sacerdotal.”[5]

 

La Doctora Balian cita en su exposición a Mons. Cristián Precht Bañados, que tres años antes, en un Encuentro sobre Diaconado Permanente que el DEVYM organizara en Bogotá (1995), señalaba que el desafío principal de los diáconos permanentes se debe orientar a la búsqueda creativa e innovadora para anunciar el Evangelio.

 

“Hablar de la Iglesia del tercer Milenio es hablar de una Iglesia misionera: una Iglesia que se desinstala, que sale de sus templos y anuncia el Evangelio “desde los tejados” de este mundo. Una Iglesia misionera tiene que verse en las calles, en las plazas, oírse en las radios, encontrarse en las pantallas y caminar por las redes casi infinitas de la informática. Ahí encuentra a la gente, al mundo al cual está llamada a evangelizar y a transformar por la gracia de Dios que da eficacia al Testimonio, a la Palabra, a los Sacramentos de la fe.”[6]

 

Balian nos transcribe una acertada reflexión del P. Croce en la que parece hacernos una advertencia:

 

“El Padre W. Croce concluye su historia del diaconado diciendo que, probablemente, nunca se sabrá cuál fue la causa determinante de su declive. Sin embargo, según él la desaparición del diaconado como orden permanente obedece, entre otras razones, a la tendencia entre los diáconos a abandonar el ministerio del umbral para precipitarse al interior del santuario.”[7]

 

[1] Departamento de Vocaciones y Ministerios, CELAM, Diaconado Permanente, I Congreso Latinoamericano y del Caribe, Documentos de Trabajo – 4, Visión sociológica del Diaconado Permanente, Beatriz Balian de Tagtachian, Bogotá, mayo de 1999, página 51.

[2] Ídem, pág. 54.

[3] Ídem, pág. 56.

[4] Ídem, pág. 64.

[5] Ídem, pág. 65.

[6] Departamento de Vocaciones y Ministerios, CELAM, Diaconado Permanente y Tercer Milenio, Colección Documentos CELAM, nº 140, Bogotá, 1996, Cristián Precht Bañados, La familia diaconal en la perspectiva del III milenio, punto 5, pág. 127. Este sacerdote chileno se desempeñaba entonces como Secretario General Adjunto del CELAM.

[7] Ver Denis y Sclaller, 1967: 31.

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