La miel de la Palabra


¿Cómo proclamar a Cristo,

con nubes en mi garganta?

¿cómo decir su Palabra,

con la afonía invasora?

Me voy al templo, confiado,

en esta miel, tan bendita,

de las abejas, he tomado,

y en mis cuerdas, localiza.

Si no tengo voz , no puedo,

anunciarle a la asamblea,

el Evangelio y el credo,

y así “todo el mundo”, crea.

Las gárgaras y la confianza,

en la ferviente oración,

hacen brotar mi esperanza,

de proclamar, con unción.

Situado ya en el ambón,

sólo se daña una frase,

y encuentro la entonación,

en el Señor, que es mi base.

Qué increíble es “darle vida”,

a la Palabra divina,

que me traspasa, encendida,

el alma, de Amor, e inspira.

Solo soy la creatura,

en manos del Creador,

no tengo, ni voz, ni altura,

presto mi voz al Señor.

Proclama el Evangelio,

de Jesús, con humildad,

y cuida, tu voz, en serio,

para servir, con bondad.

 

Vive el Evangelio que proclamas,

nos dijo el Obispo, el día,

de la ordenación, en llamas,

de fe, esperanza y alegría.


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