Homilía de Monseñor Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná -Argentina-, en la ordenación del primer diácono permanente de la diócesis

HOMILIA DE ORDENACION DIACONAL DE LUIS OSVALDO GÓMEZ Parroquia de San Juan Bosco. 2 de mayo de 2015 Año del III Sínodo Arquidiocesano Queridos hermanos: En el marco de este camino de preparación hacia el Sínodo Arquidiocesano, Dios regala a nuestra a nuestra Iglesia, al primer diácono permanente, en la persona de Luis, quien se ha venido preparando durante muchos años con constancia, dedicación y abandono confiado a la voluntad de Dios. Es un momento de alegría, de gratitud y de esperanza. El Diaconado permanente, restablecido por el Concilio Vaticano II en armonía con la antigua Tradición, ha dado un fuerte impulso y ha producido frutos prometedores, en favor de la urgente obra misionera de la nueva evangelización. El auténtico diácono es Cristo mismo, que se identificó con la figura del Siervo de Yahvé anunciado por Isaías, que no había venido a ser servido sino a servir El Concilio vaticano II, ha definido el diaconado como un “ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad” LG n.29. Por lo tanto participa, según un modo propio, de las tres funciones de enseñar, santificar y gobernar, que corresponden a los miembros de la jerarquía: Proclama e ilustra la Palabra de Dios, administra el Bautismo, la comunión y los sacramentales, es testigo en el matrimonio, anima a la comunidad cristiana, principalmente en lo que se refiere al ejercicio de la caridad.
El ministerio del diácono, está impregnado de una profunda actitud de servicio. Servicio, en primer lugar a Dios, y en nombre de Dios, a los hermanos; pero es también servicio al episcopado y al presbiterado, con los cuales les une un vínculo estrecho de comunión. Todo su ministerio tiene una unidad profunda al servicio del plan divino de la redención, cuyos distintos ámbitos están unidos entre sí: el ministerio de la Palabra conduce al ministerio del altar, el cual, a su vez, lleva necesariamente al ejercicio de la caridad.
 
El diaconado es conferido por una efusión especial del Espíritu en el rito de la ordenación, que realiza en quien la recibe una específica identificación con Cristo, Señor y Servidos de todos. La misión del diácono es servir a la Iglesia, servir en la Iglesia y animar el servicio de la Iglesia.
Nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI nos regaló en su primera Encíclica “Deus Caritas est”, la explicación del origen y la misión de los diáconos: hablando de la Iglesia, que como comunidad ha de poner en práctica el mandamiento del amor: “Un paso decisivo en la difícil búsqueda de soluciones para realizar este principio eclesial fundamental se puede ver en la elección de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal (cf. Hch 6, 5-6)… los apóstoles… decidieron, pues, reservar para sí su oficio principal y crear para el otro, también necesario en la Iglesia, un grupo de siete personas. Pero este grupo tampoco debía limitarse a un servicio meramente técnico de distribución: debían ser hombres « llenos de Espíritu y de sabiduría » (cf. Hch 6, 1-6). Lo cual significa que el servicio social que desempeñaban era absolutamente concreto, pero sin duda, era un verdadero oficio espiritual el suyo, que realizaba un cometido esencial de la Iglesia, precisamente el del amor bien ordenado al prójimo. Con la formación de este grupo de los Siete, la « diaconía » —el servicio del amor al prójimo ejercido comunitariamente y de modo orgánico— quedaba ya instaurada en la estructura fundamental de la Iglesia misma.” DCE n.21. 3
Dentro de unos momentos, por la imposición de manos, el Espíritu Santo marcará a Luis con un sello (carácter) indeleble que lo configurará con Cristo quien se hizo «diácono, servidor de todos”.
Se configurará con Cristo Servidor. No basta una asimilación meramente sacramental, funcional o puramente externa, es una transformación interior, que deberá tomar toda su vida y su modo de ser, aspirando a tener los mismos sentimientos que el Señor, para lo cual deberá encontrarse personalmente, con el Cristo vivo y real, desde la experiencia de la fe, que se le acerca a través del Evangelio, se le hace presente en la Eucaristía y se comunica en la oración.
Este encuentro con Él, deberá ir encendiendo en el corazón del diácono, un ardiente amor a Cristo, su Señor. Amor que penetre hasta lo más profundo de su ser, amor apasionado, amor oblativo de donde surja la capacidad de amar a todos los hombres, especialmente a los más pobres, a los que sufren…
Querido Luis: a partir de hoy, toda tu vida tendrá un nuevo sentido que informará tu vida familiar y de trabajo. También ahí podrás y deberás dar un ejemplo de fidelidad, de honestidad y de espíritu de servicio y aprovechar el mundo secular en el que estarás inserto para acercar a las personas a Dios. Sé, en todo momento y lugar, instrumento dócil en manos de Jesucristo; para lo cual tendrás que ser humilde y manso como tu Señor.
A partir de esta noche, sólo tendrás un derecho: el de servidor, el ser esclavo, como Jesús en la última Cena, lavando los pies a sus discípulos. Y esto hay que vivirlo hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta dar tu vida por los hermanos. No hay amor cristiano, y menos diaconal sino no es hasta la muerte, cuando más muerto se está, más vida se tiene, más vida se da. .
Para que esto pueda ser así tendrás que poner tus ojos y tu corazón fijos en el Señor, contemplar su rostro, identificarte con 4 Él, especialmente en la Eucaristía, para poder vivir con verdad tu condición de diácono, cumpliendo en todo la voluntad de Dios, sirviendo con amor y con alegría al Señor. Que tu conducta sea intachable, como corresponde a quienes son ministros de Cristo. Sé testigo del bien y de la verdad que provienen del Espíritu Santo.
Providencialmente vas a ser ordenado en la fiesta de San Atanasio (295-373), obispo y doctor de la Iglesia. Apasionado teólogo de la encarnación del Verbo, luchador incansable contra el arrianismo una de las grandes herejías.
Hoy San Juan, en la primera lectura, afirma que “él cree que Jesús es el Cristo que ha nacido de Dios” y ese es el que vence al mundo y la señal de ésta fe se manifiesta en el amor que se hace concreto en el cumplimiento de los mandamientos y San Mateo nos recuerda las palabras de Jesús “ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevera hasta el fin, se salvará”. “El discípulo no es más que el maestro, ni el servido más que el dueño”. Esto lo vivió San Atanasio quien por su fe y por su amor a Dios y a sus hermanos padeció incontables sufrimientos y también el destierro. Tenemos muchos motivos para dar gracias a San Atanasio. Su vida, como la de otros innumerables santos, nos muestra que «quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos». Este es tu camino… Fe- Testimonio- Amor hasta la cruz.
Que por su intercesión se te conceda la gracia de ser fuerte en la fe, tan atacada hoy, y ejemplar en tu entrega de amor a Dios y a tus hermanos sin medida.
Querido Luis, que Dios bendiga tu entrega, haga fecundo tu ministerio y te llene de su paz.
Que Dios, por tu entrega, bendiga a tu querida familia, a tus hijos Alejandro, Luciana y Carmen y que sientas el apoyo, desde el cielo, de María de los Ángeles.
Vamos a comenzar el rito de ordenación, quiero expresar mi gratitud a Dios Nuestro Señor, por el don para nuestra Iglesia 5 abriendo así un camino novedoso y enriquecedor con el diaconado permanente.
Gratitud a los que fueron instrumentos: a su comunidad parroquial de San Juan Bosco, a la Comunidad de San Juan Bautista, por el acompañamiento pastoral en esta última etapa de preparación, y especialmente a la Escuela de Ministerios y Diaconado Permanente “San Lorenzo” que con tanta seriedad, responsabilidad y esfuerzo ha asumido la misión de formación y acompañamiento de los que están en camino al diaconado permanentes. Esta escuela, por la gracia de Dios, es hoy una realidad afianzada.
Gratitud También a Dios, que en su bondad me regala un nuevo colaborador, mirando mi debilidad.
A María Santísima, la servidora del Señor, encomendamos a este hermano nuestro, para que le haga sentir siempre su cercanía de Madre, experimente el don de su bondad y el amor que derrama desde lo más profundo de su corazón.
A Ella, hoy y cada día, le encomendamos nuestra Arquidiócesis y con palabras de Francisco le pedimos: “Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la Vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga. María del Evangelio viviente, Manantial de alegría para los pequeños ruega por Luis y por todos nosotros Amén. Aleluya
Parroquia de  San Juan Bosco, 2 de mayo de 2015

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