Homilía de monseñor Gustavo Gabriel Zurbriggen, obispo de Deán Funes, en la misa de ordenación presbiteral del diácono permanente viudo Héctor Luis Muiño

Querido Héctor, queridos sacerdotes, querida comunidad cristiana.
Un saludo especial a la familia y a los amigos de Héctor que hoy comparten la alegría de esta celebración litúrgica.

Hoy estamos celebrando con alegría creyente una larga historia vocacional, que hoy suma un nuevo llamado, esta vez al sacerdocio ministerial, que Jesús Resucitado le hizo a Héctor y su respuesta generosa a esta nueva y desafiante invitación de Jesús. La ordenación sacerdotal es el resultado de una experiencia de fe, de encuentro con Jesús vivo, que llama y al que se le responde con un sí generoso, que es entregar al Señor la propia vida para el servicio de su Pueblo. “Las vocaciones sacerdotales y religiosas nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo sincero y confiado con él, para entrar en su voluntad” nos decía el Papa Benedicto XVI en su último mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Es necesario para esto, también nos decía el Papa, “crecer en la experiencia de fe, entendida como relación profunda con Jesús, como escucha interior de su voz, que resuena dentro de nosotros”.

Precisamente fue esa experiencia de fe, de encuentro con Jesús vivo, presente en la Eucaristía, en la Palabra y en la comunidad: los hermanos, especialmente los más pobres, lo que cautivó, enamoró el corazón de Héctor y de Nora, su esposa, desde muy jovencitos. Ellos escucharon el llamado a ser esposos misioneros y se han dedicado con el todo el corazón a anunciar el Evangelio a los hermanos primero en el norte del país y después en la Prelatura donde no han dejado paraje, lugar, comunidad sin visitar para anunciar la Buena Noticia de Jesús. Ahora, más grande, Héctor papá y abuelo, con Nora acompañándolo desde el Cielo, ha escuchado un nuevo “sígueme”. Un “sígueme” al sacerdocio ministerial que enamora, que ha enamorado de nuevo el corazón de Héctor para el servicio del Pueblo de Dios que se le confía.

El sacerdocio ministerial, es el regalo inmenso, totalmente inmerecido, que Dios hace a algunos hombres para el servicio de su Pueblo. “Los presbíteros, enseña el Papa San Juan Pablo II, son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía”. En la misma exhortación Pastores Davo Vobis, San Juan Pablo II nos decía que [los sacerdotes] “ejercen, hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo”.(1)

Por eso, el sacerdote, llamado para hacer presente a Jesús, el Buen Pastor en medio de la comunidad, debe mantener siempre encendido el fuego espiritual de aquella experiencia fundante, la experiencia del encuentro con Jesús que lo llamó a un seguimiento discipular. Para eso, como dice el documento de Aparecida, los presbíteros deben tener una profunda experiencia de Dios, deben configurarse con el corazón del Buen Pastor, ser dóciles a las mociones del Espíritu Santo y nutrirse de la Palabra, de la Eucaristía y de la oración.(2) Solamente así podrán mantener vivo el dinamismo misionero, que Jesús exige a sus discípulos, ejercitando con humildad el deber pastoral de guía autorizado, maestro de la Palabra y ministro de los sacramentos, viviendo una fecunda paternidad espiritual(3), llena de ternura, de compasión y de cercanía, con todos, pero especialmente con los más pobres y sufrientes, los que yacen al borde del camino de la vida.

Querido Héctor: hoy Jesús te llama nuevamente a su seguimiento, a ser discípulo, pero ahora como Presbítero. Por eso tendrás que aprender de su estilo pastoral. Sobre todo, contagiarte de su compasión y su misericordia. Como escuchamos en el Evangelio, El se compadecía de la muchedumbre, curaba a los enfermos y daba de comer a los hambrientos y decía sus discípulos “denles ustedes de comer”. Hoy también a vos te dice, “dales de comer”. Se trata de ir al encuentro de las comunidades y de cada persona para alimentarlos con la Palabra, los Sacramentos y con el servicio de la caridad. Tu corazón sacerdotal, que alimentará con la Palabra y los sacramentos, también tiene que prestar el servicio de la caridad que se ocupa de la promoción de las personas y de las comunidades para que alcancen una vida digna. Además, con algo de la ternura paternal de Dios, sé muy cercano a los pobres, porque en ellos encontrarás siempre, de un modo preferencial, el rostro de Jesús.

Para esto, el papa Francisco enseña a los sacerdotes: oren si cansarse, caminen siempre y compartan con el corazón.(4) Aplicando esta enseñanza para vos que ahora serás ordenado sacerdote, puedo decirte: “Orá sin cansarte”, porque cada día necesitamos detenernos, ponernos a la escucha de la Palabra de Dios y permanecer ante el Sagrario… La oración, el cuidado de la vida espiritual, dan alma al ministerio sacerdotal, nos dice el Papa. “Caminá siempre detrás de Jesús”, porque siempre serás un discípulo.., el sacerdote “nunca llega”, dice Francisco, es un peregrino por las vías del Evangelio y de la vida… Siempre tendrás que aprender, por el camino del discipulado, en la escuela de Jesús. “Compartí con el corazón”, porque la vida sacerdotal no es una oficina burocrática, nos dice el Santo Padre. Ser sacerdote es jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en carne propia las alegrías y las angustias del Pueblo, gastando tiempo y escucha para sanar las heridas de los demás y ofreciendo a todos la ternura del Padre. Se trata de tener un corazón lleno de pasión y compasión, especialmente con los jóvenes, dice el Papa Francisco. Y pensando en los jóvenes, yo agrego, no te olvides de orar y hacer rezar por las vocaciones sacerdotales. Tratá de estar cerca de ellos, de escucharlos, de anunciarles la Palabra y de contagiarles la alegría de la misión, la alegría del anuncio del Evangelio… Quizás, Dios quiera, a través de tu sacerdocio, llamar a algún joven a la vida sacerdotal.

Que María Santísima, que ha rezado sin cansarse, que caminó detrás de su Hijo y que compartió su vida hasta la cruz, te guíe y nos guíe; interceda por vos y tu familia e interceda también por toda la Iglesia de Jesús que peregrina en este norte cordobés. Amén.

Mons. Gustavo Gabriel Zurbriggen, obispo de Deán Funes

(2 de diciembre de 2017)

Tomado de: aica.org

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