Testimonio: «He pasado varios años en prisión. Ahora me preparo para ser diácono permanente»

Cuando uno escucha y se deja impresionar por el ejemplo de personas que caminan a su lado, todo puede cambiar. Es lo que me ha ocurrido a mí escuchando y observando a los miembros de la capellanía de la prisión de Soto del Real. Las palabras y el buen hacer de hombres y mujeres que dedican su tiempo a que la vida en prisión sea más llevadera me han abierto los ojos, y he podido descubrir que Dios me llama a entregarme a los demás.

«Me llamo José María, he pasado varios años en prisión y al dejar atrás los barrotes, me parecía bueno compartir con vosotros la fe y la esperanza que nace del amor dado a Jesús. Si Él vino para devolvernos la vida perdida a causa del pecado y el mal, en medio de la oscuridad que brota del sinsentido cuando ves que a tu alrededor lo que interesa no es la persona sino la pena-castigo por el delito cometido, es uno mismo el que tiene que trabajar en su propio proceso de reinserción, para que en lugar de que haya sentimientos de rabia y rencor, aniden en el corazón el amor y la reconciliación. He descubierto que para Dios todos somos hijos cuyo corazón quiere buscar. Dios me ha hecho redescubrir la confianza con que le hablaba de niño y mirar a los hombres como Él los mira: con amor, misericordia y ternura.

Cuando acabo de iniciar el proceso de formación y preparación para el diaconado permanente, brota en mi interior un sentimiento profundo de agradecimiento por este regalo que Dios me ha hecho. Él no ha tenido en cuenta mi delito ni mi debilidad, sino mi deseo de poner mis pies en las huellas que Jesús ha dejado marcadas en los caminos de nuestro mundo. Seguirle a Él es la mejor manera de ser yo mismo, porque me quiere como soy y es el camino que me lleva a buen puerto. Ser su mensajero y a la vez voluntario del comedor Ave María me está ayudando a descubrir, en el rostro del que sufre y está en las cunetas, que la felicidad verdadera no me la da ni el dinero ni el poder, sino el tenderles la mano y mirarlos con los ojos de Jesús; mirar y tender la mano al que me grita angustiado y desesperado en medio de una sociedad consumista y egoísta».

Paulino Alonso
Capellán de la cárcel de Soto del Real. Madrid

Tomado de: www.alfayomega.es

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