Diócesis de Terrassa (España): Homilía de Mons. Josep Àngel Saiz en la ordenación de diácono de Mn. José María Sancho

Saludos

Estimados: Vicarios Episcopales, Arcipreste, Rector de esta parroquia de Sant Genís de L’Ametlla del Vallès, Responsables del Diaconado Permanente, sacerdotes y diáconos de nuestra diócesis y de las diócesis hermanas; Sr. Alcalde, miembros de la vida consagrada, hermanas y hermanos que participáis en esta celebración, particularmente de esta parroquia de Sant Genís y de Sant Pere de Bigues, las dos comunidades que el nuevo diácono servirá en su ministerio diaconal. Especialmente: estimado José María y apreciados familiares: esposa, hijos, padres y hermanos.

Hoy celebramos en comunión con la Iglesia universal el domingo segundo del tiempo de cuaresma. Y en esta celebración, por la imposición de mis manos y la oración consacratoria, conferiré el diaconado a nuestro hermano José María. Serás en la Iglesia y en el mundo signo e instrumento de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. Signo de Cristo siervo, que fue obediente hasta la muerte y una muerte en cruz por la salvación de todos.

Liturgia de la Palabra

En este segundo domingo de Cuaresma, el evangelista san Lucas subraya que Jesús “tomó a Pedro, Santiago y Juan y subió al monte a orar”. Mientras oraba, se produjo el misterio de su transfiguración. Los tres Apóstoles fueron testigos y participaron en la oración de Jesús, el Maestro, que se retiraba a menudo a rezar, a veces durante toda la noche. Pero sólo en aquella ocasión, en lo alto de la montaña, se transfiguró, manifestó su divinidad a través de su humanidad. El aspecto de su cara se transfiguró, hemos escuchado, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.

El relato de san Lucas nos ofrece dos detalles que vale la pena destacar: en primer lugar, el hecho de que sube a la montaña para orar. En segundo lugar, la revelación del objeto de la conversación de Jesús con Moisés y Elías, que aparecieron junto a él: “Hablaban del traspaso de él, que iba a consumar en Jerusalén”. En Jesús llegan a plenitud la Ley y el profetismo. En la transfiguración, teniendo como testigos la Ley y los Profetas, hace comprender a los Apóstoles que la pasión es necesaria para alcanzar la gloria de la resurrección. En su oración, en su diálogo con el Padre, no quiere alejarse de la misión para la que ha venido al mundo, a pesar de ser consciente de que para llegar a la gloria tendrá que pasar por el camino de la cruz.

Contemplamos en primer lugar, el misterio de la Transfiguración del Señor. Contemplamos la oración de Jesús. Para nosotros, sus discípulos, la oración no significa evadirse de la realidad y de las responsabilidades y problemáticas que la vida conlleva. Al contrario, significa asumir a fondo, procurar siempre resolverlas, con la ayuda del Señor. Seamos conscientes de que a lo largo de la vida no faltarán momentos de dificultad, de oscuridad, de cruz. Justamente por eso necesitamos momentos de Tabor, de luz; momentos de oración intensa, de encuentro profundo con el Señor, que refuerzan nuestra fe, que nos ayudan a mantener siempre viva la esperanza, que nos ayudan a entender el misterio pascual de Jesucristo y el misterio de la propia existencia humana: un camino hacia la resurrección que pasa también por la pasión.

Por otra parte, consideramos que la fuerza transfiguradora de Cristo, tal como escuchábamos en la segunda lectura, “transformará nuestro cuerpo humilde para configurarlo a su cuerpo glorioso”. Y que, en el momento presente, tenemos que vivir en esta dinámica descubriendo la presencia de Dios en nuestra vida y respondiendo con una confianza plena como Abraham, nuestro padre en la fe. Debemos dejar que la luz de Cristo llene todas las circunstancias de nuestra existencia y a la vez,  transparentar a Cristo con el testimonio de una vida coherente con el Evangelio y expresión de misericordia y de servicio a los hermanos.

Diaconado

Todos los bautizados estamos llamados a ser transparencia de Cristo. Cada uno a través de su vocación, de su estado de vida, de su circunstancia personal. El Señor instituyó en la Iglesia diferentes ministerios. El ministerio del diaconado está caracterizado por el ejercicio de las tres funciones propias del ministerio ordenado, según la perspectiva específica de la diaconía. En primer lugar, el ministerio de la Palabra. Proclamar el Evangelio y predicar la Palabra. El diácono instruye al Pueblo de Dios a través de la homilía, la catequesis y los diversos espacios de transmisión de la Palabra. Dentro de unos momentos te haré entrega del libro del Evangelios. Unos Evangelios que debes creer, enseñar, y sobre todo, poner en práctica.

En el ámbito litúrgico y sacramental, el diácono participa en la acción santificadora del Pueblo de Dios presidiendo la celebración de algunos sacramentos como el bautismo y el matrimonio, y los ritos exequiales; presidiendo la Liturgia de las Horas y la oración del pueblo fiel. También bendice a personas y cosas y, sobre todo, asiste al obispo y al presbítero en la celebración de la Eucaristía. Por tu parte, contempla y admira el Misterio de Dios, considera la grandeza y la alegría de servir a la mesa del Señor.

En tercer lugar, el diácono está llamado a ser testigo de la caridad de Cristo, que vino a servir y dar la vida. Para ello, deberá reproducir en su vida y ministerio la predilección del Señor por los más pobres y necesitados, particularmente con aquellos que le son confiados por designación del Obispo. José María: Recibes la ordenación diaconal en el Año de la Misericordia, que el papa Francisco declaró. Medita siempre la oración de ordenación, en la que pediremos al Señor que te conceda un amor sincero, celo por los pobres y enfermos, pureza de vida, autoridad humilde, perseverancia, imitación de Cristo, que no vino a ser servido sino servir.

Final

Estimado José María: Pidamos al Señor que te bendiga especialmente, que te conceda la gracia de vivir la actitud de servicio, la fidelidad a la llamada, con sencillez y humildad, con alegría, con una colaboración eficaz en la edificación de la Iglesia y la transformación del mundo. María, Virgen de Puiggraciós, Madre de amor y Misericordia te guiará en este camino.

Así sea.

 

Domingo día 21 de Febrero de 2016
Parroquia de San Ginés de la Ametlla del Vallès

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