Diaconía de la mujer en la Iglesia

Por Juan Goti Ordeñana, catedrático jubilado de derecho eclesiástico del Estado de la Universidad de Valladolid, España.

«Diaconía de la mujer en la Iglesia»

Gran parte de la Iglesia actual, con el papa Francisco, quiere retomar el tema de los servicios sociales en la Iglesia, en la línea de justicia y de misericordia, de manera que resulta absolutamente necesario algún tipo de diaconado. La situación es clara: obispos y presbíteros están perdiendo gran parte de sus funciones y de su autoridad en la sociedad. De hecho la nueva Iglesia está empezando a ser, y será muy pronto, mucho más «diaconal». Pues bien, en este campo es necesaria la presencia y acción de las mujeres, que realizan, ya de hecho, tareas centrales de la Iglesia: acción caritativa, asistencia social, cuidado sanitario, etc.
Además la decisión de constituir una comisión para estudiar el diaconado de las mujeres, puede tener graves consecuencias, pues abre la puerta a plantear el tema en toda su integridad, ya que puede llegar a examinar en profundidad la doctrina del sacerdocio femenino, hasta ahora cerrado. Ante esta postura ya el Cardenal Martini, Arzobispo de Milán, dijo en su momento que esto «va a suscitar muchas dificultades».
Este cardenal Martini, uno de los más grandes pensadores en la Iglesia, que murió hace pocos años, apuntaba como objetivo: modificar la Iglesia postconciliar, insertando a la mujer en la estructura eclesial. Ha dejado escrito que una de las asignaturas pendientes de la Iglesia católica es la situación de la mujer en la Iglesia, pues según los usos y costumbres de esta institución, la mujer se encuentra discriminada, y es urgente una reforma.
La actitud de los papas precedentes venía contestada desde algún tiempo. Ya en el siglo pasado, nada más terminar el Concilio Vaticano II, un gran teólogo católico, como Karl Rahner en 1976, considerado el más importante teólogo de la época moderna, decía: «Yo soy católico romano y, si la iglesia me dice que no ordena mujeres lo admito, por fidelidad. Pero si me dan cinco razones y todas ellas son falsas, ante la exégesis y ante la teología, debo protestar. Pienso que el magisterio que apela a esas razones falsas no cree o no sabe lo que dice. Además, la Iglesia es infalible en cuestiones de fe y de costumbres (morales); y el tema de la ordenación de las mujeres no es de fe, ni de costumbres morales, sino de administración».

El clero tradicional –obispos y presbíteros–, al menos en occidente, está no sólo envejecido, sino que irá desapareciendo en los próximos decenios, pues bajan las «vocaciones». Pues bien, no hay vocaciones para este tipo de clero, que ha realizado una gran función durante quince siglos, pero ha cumplido ya su ciclo, y no hay posible vuelta atrás, mientras están surgiendo abundantes vocaciones para la diaconía, esto es para el servicio cristiano.
Pues bien, como dice Xabier Pikaza: «Eso que por un lado parece una fatalidad, una inmensa desgracia, puede ser una gran bendición y una magnífica oportunidad, a fin de que la Iglesia vuelva a sus principios, descubriendo su identidad “diaconal”, como experiencia mística de comunicación con Dios y servicio a los pobres, excluidos y marginados de la sociedad. En el fondo, muchos pensamos que la propuesta de ordenar mujeres diaconisas no es sólo una bonita oportunidad, sino una obligación cristiana, por fidelidad al evangelio y por exigencias de la sociedad actual.
Y aquí está llegando la gran novedad: Una vez que se ordene a mujeres como «diaconisas», es decir, como sacerdotes para los servicios sociales de la Iglesia, se plantea la gran pregunta: ¿En qué se distinguen esas diaconisas de los presbíteros y obispos? Prácticamente en nada, pues obispos, presbíteros y diáconos «participan» del único sacerdocio del pueblo de Dios».

Una vez abierta la puerta, no puede cerrarse la corriente de aire nuevo del «espíritu cristiano», que está penetrando en esta vieja edificación de la iglesia.

Si el Papa da paso al diaconado femenino, si las mujeres asumen su función de diaconía en el siglo XXI, las cosas de la Iglesia cambiarán de un modo radical.

El papa Francisco quiere dar el paso, para ello crea una comisión, que le asesore en un tema tan urgente, aunque con oposición por muchos.

Las cosas pueden cambiar y cambiarán rápidamente, no por imposición de arriba, sino por la misma marcha de la historia. Por esta vía podrá renacer la verdadera Iglesia de Jesús y de sus primeros seguidores.

Tomado de: «Comunidad Parroquial Llaranes» Parroquia de Santa Bárbara -2ª Época- Julio /Agosto 2016 – Número 156

 

 

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