Cartas de un Párroco a su hermano diácono V

Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina

Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José- que “en estas cartas laten vivencias compartidas, reflexiones personales y diálogos con diáconos, presbíteros y laicos”.

¿Quiénes vienen?

Querido hermano:
No te rías por la confidencia que voy a hacerte en esta carta. Hace unos días me pregunté largamente qué iba a hacer con tu esposa en la parroquia… ¿Cuál sería el lugar que ella debía ocupar en la comunidad?
Vacilaba en mis reflexiones: “La teología del matrimonio nos enseña que el lugar de la esposa es junto a su marido… Ella es la compañera con la cual el Señor quiere que realice un camino misionero y de santidad… Pero, la vocación al diaconado y el sacramento del Orden, lo recibe sólo el esposo, aunque afecte, de algún modo, a ambos… Es tan verdadero que no existen matrimonios diaconales como que la Iglesia no puede poner una cuña en lo que “Dios ha unido”.
Entonces: ¿Qué hacemos con la esposa? ¿Tiene que quedarse en la casa supliendo la ausencia del marido frente a los hijos o, más bien, debo recibirla junto a él, como si fuese una “cuasi-diaconisa”?…
Volví varias veces sobre las cartas anteriores hasta que encontré esta respuesta. Me gustaría poder dialogarla contigo.
En la Iglesia hay diversidad de vocaciones, oficios, servicios y funciones. Todas dadas por el Espíritu para el bien común. Todas importantes, aún las que aparecen como insignificantes.
Creo que tienes una gracia y una misión común con tu esposa, responsabilidad de ambos. Recibiste un sacramento al servicio de la Iglesia, cuya primera concreción visible es tu esposa.
Existe una vocación laical en tu esposa, debemos respetarla, promoverla y acompañarla para que dé abundantes frutos de apostolado y santidad.
Si le favorecemos su aporte, desde las riquezas de su femeneidad laical y esponsal, todos creceremos. Las diferencias –ya presentes en otros ámbitos de tu matrimonio– no fueron hechas para separar sino para complementar.
Quisiera invitarla a encontrar su lugar en la comunidad parroquial. El que ella se sienta llamada a realizar. Quizás podría acompañarte en la pastoral matrimonial… De todos modos siempre respetaré su identidad, su vocación y su misión; a veces, junto a ti, otras personalmente.
Ese hermoso matrimonio que están construyendo es un vivo testimonio. Sea que trabajen juntos, lo hagan por separado, o ella prefiera quedarse en el hogar, lo importante será respetar esos principios fundamentales.
Tu hermano párroco

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